Por Raquel González
Vivimos un momento histórico por la intensa movilización de sectores sociales en diversas organizaciones, movimientos y el tejido de diferentes redes sociales. El protagonismo es vital para debatir y ampliar el proyecto de futuro plasmado en las reivindicaciones sociales, así como la promoción de intercambio de visiones que permitan la construcción de la nueva sociedad en el día a día. En este proceso, la participación ciudadana se manifiesta en una diversidad de formas de organización de base, redes y movimientos, cuyos protagonistas fundamentales son actores sociales oprimidos, excluidos, explotados, pero que ahora, al mismo tiempo, están haciendo realidad su inclusión social y política.
Todos y todas, desde nuestras comunidades, desde nuestros lugares de trabajo, estudio o hábitat, podemos ser parte de esta nueva realidad. Todos tenemos el derecho y el deber de contribuir a lograr una sociedad más justa y equitativa, centrada en la calidad de vida de todos, en la Tierra.
¿Qué es la participación Ciudadana?
La presencia de los ciudadanos en los asuntos públicos es una condición necesaria para alcanzar la gobernabilidad democrática.
A medida que el ejercicio del poder está más legitimado en la voluntad obtenida a través de un consenso social, mayores son las posibilidades de visibilizar las aspiraciones de los diferentes sectores sociales.
Puede decirse que la realización progresiva de los derechos humanos, está en relación directamente proporcional al aumento de la calidad de la participación ciudadana.
Sin embargo, prevalece en nuestra sociedad una marcada exclusión de la mayoría poblacional respecto a la toma de decisiones sobre los asuntos públicos; de manera que, el consenso se reduce a minorías no representativas de la pluralidad de intereses societarios.
Una de las razones primarias para tal marginamiento, se desprende de la ausencia de información e interiorización de la ciudadanía, sobre las posibilidades de nuestro marco jurídico en cuanto al reconocimiento formal de espacios de participación.
Podemos deducir de lo anterior, que la Participación es un proceso de generación de conciencia crítica y propositiva en el ciudadano. La participación no es realmente efectiva mientras no vaya modificando y ampliando las relaciones de poder.
El fin de la participación ciudadana no es tanto ella en sí misma, por cuanto que, la finalidad que debería perseguir es la mejora sostenible de las condiciones de vida de la sociedad.
Obviamente que la trascendencia de la participación política es la que podría permitir la más amplia influencia del ciudadano en los asuntos públicos. En realidad la participación es una sola y se conforma con nuestras acciones en los tres campos de acción, a saber:
- Como derecho: Como la facultad de involucrarnos en el quehacer social para influir en nuestro devenir.
- Como deber: Como la responsabilidad de participar en los asuntos públicos.
- Como mecanismo: Como el instrumento mediante el cual podemos ejercer nuestros derechos y deberes.
Así, en el ordenamiento jurídico, pueden identificarse derechos, deberes y mecanismos relacionados con la presencia ciudadana en lo público; de igual forma, en ocasiones también hallaremos restricciones expresas a esta participación.
Las administraciones actuales han adoptado una posición marcadamente anti-estatal, por lo que la consideramos como una posición extrema y contraria a la verdadera democracia, teniendo en cuenta que la participación a la que se refieren no es la de los ciudadanos como miembros de la comunidad, sino a la participación de instituciones y asociaciones privadas, organizaciones gubernamentales, etc. Esta posición se afilia, sin dudas, al pensamiento neoliberal que aboga por la reducción del papel del Estado en la sociedad y la ampliación del papel del sector privado, lo que limita la real participación de los ciudadanos en la vida política, económica y social de las comunidades.
Está claro que los ciudadanos hemos permitido llegar hoy a la perdida de este derecho, lo hemos dejado en manos de las administraciones en las que «confiábamos». Hoy que queremos hacer parte del proceso, recuperar el derecho a la participación ciudadana, es lógico que la administración se ha acomodado en su papel de «responsabilidad» e interés que lo único a lo que nos permiten aspirar es a decidir el arbolado del parque o si cuela la implantación de algún huerto.
Esto no es participación. Participación es: «dar parte, comunicar, tener parte en algo.» En la literatura especializada se ha definido de diferentes maneras y puntos de vista, adjetivándose el término en dependencia de la esfera de la vida social en que la participación tiene lugar. Por ejemplo, se habla de participación política, social, económica, cultural, comunitaria, ciudadana, electoral, industrial, etc. En cada una de estas esferas la participación adopta formas y mecanismos específicos; por ello en la doctrina encontramos bastante confusión y ambigüedad en el uso de este término.
En el caso específico de la participación en la toma de decisiones, puede definirse como el derecho político del ciudadano a intervenir directamente en el proceso de toma de decisiones públicas como manifestación esencial del ejercicio del poder político.
La toma de decisiones es una actividad humana que tiene lugar en todas las esferas de la vida social, siendo una manifestación esencial del poder en cualquier tipo de relación social, ya sea económica, política, familiar, etc. Suele concebirse como un proceso integrado por diferentes fases o etapas que van desde el planteamiento o la determinación de un problema o necesidad, su solución a través de una decisión, hasta su ejecución y control.
Raquel González es arquitecta-urbanista fundadora del estudio Arquitectura Urbana Sostenible
Créditos de las imágenes:
Imagen 2: Reivindicación de participación (Fuente: www.weblogs.upyd.es)
Imagen 3: Esquema de agentes y conceptos que influyen en la participación (Fuente edussotv.blogspot.com)