Lloré todas mis tristezas. Todas las que habían empañado la última parte de este larguísimo embarazo -como todos los que precedieron- y que habían hecho aún más difícil la espera. Lloré, abrazada a cada una de ellas, dando gracias, siendo besada y animada, por una, por otra... en esta MI casa, Entre Mamás.
Pero había más. Me pasaron un sobre rojo y brillante. Lo abrí... y encontré en su interior el dinero que necesitaba para pagar la mitad de mi parto soñado. Un maravilloso regalo, hecho desde el amor y la generosidad de aquel círculo de mujeres: ya no necesitaba más. Respiré y sentí que ya solo faltaba esperar.
Liberada de mis profundas preocupaciones, del malestar del alma que me había acompañado en los dos días anteriores, querida y bendecida por aquellas mujeres increíbles, por primera vez en semanas llegué a casa ligera y aliviada. Dormí tranquila y sin sobresaltos toda la noche, sin imaginar ni por casualidad que solo quedaban unas horas para tener a mi hijito en brazos. Tanto amor, tanta oxitocina en el ambiente no podía ser para nada: me puse de parto.
Mi bebé, mi dulce Piojillo, es sin lugar a dudas un regalo de la vida. Hoy cumple un año y me siento inmensamente feliz de su llegada; completa en todos los sentidos. Este niño delicioso, con su carácter alegre, siempre sonriente, ha hecho que el año pase sintiéndome en una nube, disfrutando plenamente de la maternidad, sin prisa, sin dudas; más segura que nunca de mis convicciones.
Y por eso hoy quería recordar a las mujeres de ese círculo especial; mujeres que me otorgaron el poder y me abrazaron una noche antes, porque de alguna forma estuvieron conmigo recibiendo a mi bebé. Agradeceros infinitamente por vuestra compañía y afecto, porque cuando Piojillo crezca tendré algo hermoso para contarle sobre su llegada al mundo: Más de 30 mujeres gritaron ¡¡¡¡Sorpresa!!!! y a mí me dio un vuelco el corazón.
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