No lloran para manipularnos.
Lloran porque están sufriendo, porque la pasan mal.
Si estuvieran felices,
en vez de llorar, reirían.
Por tanto, nunca hay hay que pararse en la raya.
Hay que cruzar la raya y acudir a consolar a nuestro hijo, como haríamos con cualquier familiar adulto que viéramos llorar.
Carlos González
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