Porque el pulso ciudadano en unos y otros barrios semeja el mismo de siempre, aunque llama la atención del visitante, a mí mismo en este caso, que hay bastantes edificios nuevos y que se sigue construyendo de manera significada.
Las gentes se desplazan “de acá para acullá” y llenan las estaciones del metro –tan eficiente y útil como siempre- como si la paz imperara en la nación completa.
Coches los hay por todas partes, como ya era habitual, y si acaso destacan algunas obras públicas nuevas (puentes, calles, aceras) que evidencian una ciudad viva y con fuerte pulso vital.
La segunda nota destacada ha sido la escasez de moneda extranjera, porque, por ejemplo, en Vishgorod, donde está nuestra casa, los bancos dicen que no pueden cambiar la moneda nacional por euros o dólares, porque “no hay”.
En Kiev, por el contrario, en la habituales casetas de cambio, las “Obmen valiut” sí que se puede comprar divisas, pero a unas cotizaciones escandalosas y prohibitivas, como, por ejemplo, el euro, que hace una año se cambiaba por doce hryvnias y ahora lo hace por veintiocho o más.
Hablando con nuestros amigos, bastantes de ellos han debido cancelar sus viajes al extranjero, por el incremento de costes al aumentar el cambio de divisas.
Y ello sin reparar en que el trabajo se ha vuelto más precario y los salarios se han limitado.
Ayer mismo ya oí de varios maduros profesores universitarios que en el espíritu ucraniano “jamás” (y lo decían con énfasis notable) se integraría la anexión a Rusia.
Seguiremos contando…
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA