En Burano me contaron que los orígenes de las casas multicolor se remontan a la época medieval. Por entonces, las viviendas infectadas de peste negra se limpiaban usando cal viva, mientras que las casas no afectadas se pintaban de todos los colores del arcoíris, los mismos que los pescadores del lugar usaban para identificar sus barcas. Otra ventaja de tal explosión cromática era que cuando la laguna quedaba sumida en la niebla, los pescadores que volvían de faenar podían distinguir sus casas con mayor facilidad.
Burano la forman cuatro islas —a saber: San Mauro, Giudecca, San Martino y Terranova— habitadas por poco más de 3 mil almas y separadas por seis canales llamados rii (en singular, rio), que son: Pontinello, San Mauro, dei Assassini, della Giudecca, Terranova y di Mandracchio; y, como sucede en Venecia, está dividida en cinco sestieri (en singular, sestiere [barrio, distrito, zona]: San Martino Sinistra, San Martino Destra, San Mauro, Giudecca y Terranova. Sin embargo, y aunque parezca mentira, la mayor parte de las zonas enumeradas quedan sin visitar por los miles de turistas que se acercan a ver la pintoresca islita de colores. No falla: descienden del vaporetto, llegan a la calle principal, entran en alguna tienda a admirar las labores de las merlettaie (encajeras), compran el dulce típico buranés (unas pastas llamadas bussolai o esse buranelli por su forma de ese), quizá hasta se sienten a degustar las especialidades del lugar para hacer tiempo y tomar, finalmente, la embarcación de vuelta a Venecia. Hasta ahí la visita.
Como casi todos los lugares, la verdadera Burano existe justamente detrás de esas calles turísticas. Nada más girar una esquina cualquiera te das de bruces con su día a día: gente mayor estirando las piernas o tomando el sol a la puerta de sus casas, jóvenes compartiendo secretos sentados en algún rincón, mujeres tendiendo ropa, hombres bajando de las barcas, trabajadores municipales recogiendo la basura desde el canal y, lo mejor, nada de aglomeraciones. La vida discurre más allá del turismo aunque la isla viva de él.
Imagen típica de Burano: siempre hay alguna señora apostada a la entrada de su casa y, en este caso, también un señor que se pasó la mañana entera tomando el sol mientras hacía guardia en esta esquina [a la izqda. de la foto]**
En una de esas callejuelas adyacentes se medio esconde una casa poco usual que bien podría haber salido de la paleta de un pintor. Se trata de Casa Bepi, la vivienda con la fachada más llamativamente colorida de esta isla de los colores que perteneció a Giuseppe Toselli, conocido entre sus paisanos como Bepi Suà (Bepi el sudoroso). Nacido en Burano en 1920, Bepi era un gran cinéfilo y, además de trabajar vendiendo golosinas, trabajó también de proyeccionista en el ya desaparecido Cinema Falvin durante la década de los 40 del pasado siglo. Cuando el cine cerró, heredó el gran proyector mecánico y, en los atardeceres estivales, organizaba pases gratuitos al aire libre para todo el pueblo delante de su casa tecnicolor. Los vecinos acudían al improvisado cine silla en mano para disfrutar de las más rutilantes estrellas de la época dorada de Hollywood.
Otra de las grandes pasiones de tan pintoresco personaje fue la pintura. En Burano, todavía se le recuerda sentado en un taburete mientras trabajaba con la máxima concentración en la decoración de la fachada de su casa, que cambiaba a menudo de color obedeciendo a la inspiración de su propietario.
Tras su muerte, en 2002, el nuevo propietario renovó la vivienda por completo usando la misma técnica que Bepi había utilizado con el fin de otorgarle una fuerza renovada a los colores de la peculiar morada del maestro.
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En una parte aun menos frecuentada de Burano, la casa del número 79 de la via Terranova llama la atención precisamente por su sobriedad. El edificio era el hogar del artista Remigio Barbaro, conocido como il Professore, que vivió en ella hasta su muerte, en 2005. Escultor de cierto renombre, era conocido también como «el ermitaño» por su tendencia a rehuir los actos sociales, y como «el escultor franciscano» por su estilo de vida sencillo y frugal. De hecho, su casa exhibe, grabado, un famoso verso del Cántico de las criaturas de San Francisco: «LAUDATO SIE MI SIGNORE CUM TUCTE LE TUE CREATURE» (Alabado seas, mi Señor, en todas tus criaturas).
No es por casualidad que la emblemática estatua de il Poverello di Assisi luzca en el centro del pequeño jardín enfrente de la casa de Barbaro —que logré fotografiar de refilón metiendo mi cámara entre los arbustos—. Me dijeron que antes la escultura estaba acompañada por una copia en yeso del busto del compositor Baldassare Galuppi, cuyo original se encuentra en la plaza de la isla, y por otra escultura de gran fuerza visual en terracota de un hombre colgado cabeza abajo, esta última réplica del «Monumento a los muertos» que se encuentra en la ciudad de Santa Lucia di Piave.
La casa, que desgraciadamente no está actualmente abierta al público (salvo en algún acto muy puntual), contiene asimismo otros trabajos del artista. Parece que il Professore gustaba de vivir rodeado de piezas artísticas, de una variopinta colección de dibujos, bocetos y esculturas en terracota o bronce. A lo largo de una carrera que se dilató por más de 70 años, creó una especie de casa – estudio, un verdadero museo de su obra en distintos materiales y siempre imbuida de una fuerte espiritualidad.
A la muerte de Barbaro, el contenido de su casa fue catalogado como primera fase para la futura creación de una casa – museo en su honor, un proyecto que representaba el gran sueño del artista.
En Burano, las obras más importantes de il Professore pueden verse en Campo Baldassare Galuppi, donde se encuentra el busto original de este famoso compositor del siglo XVIII —conocido como il Buranello (el buranés) en referencia a su isla natal, y cuyo nombre figura en la plaza y calle principal— y frente a la parada del vaporetto, donde destaca la escultura de una joven bautizada como «Waiting for Peace».
Busto de Baldassare Galuppi, en el centro de la plaza, muy cerca del Museo del Merletto, de la iglesia y de la casa natal del compositorExisten otras esculturas del maestro en la laguna (Mazzorbo, Lido, San Michele, Torcello, etc.) y en numerosas colecciones privadas del extranjero (en Londres, por ejemplo).
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Si algo destaca por encima de todo el color de Burano es el campanario inclinado de la chiesa di San Martino, visible desde casi cualquier punto y de la que ya he dado alguna pincelada más arriba.
De nuevo en el campo Baldassare Galuppi, la única iglesia de Burano, dedicada a San Martín, es otro de los grandes olvidados por los turistas. Craso error, porque San Martino Vescovo rebosa encanto.
Construida en el siglo XVII, la torre del campanile, de 53 metros de altura, ha sufrido una inclinación de casi dos metros como resultado de haber cedido el terreno. Este es uno de los ejemplos más claros de los efectos del tiempo en las características construcciones venecianas sobre troncos de madera, denominados palafitos, realizadas para ganar espacio a la laguna.
La iglesia de San Martino Vescovo se terminó de construir en 1488, si bien en el transcurso de los años pasó por numerosas reconstrucciones, como la realizada en 1918 tras un incendio. Se accede al interior de la iglesia a través de un pórtico de estilo renacentista.
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Durante mis dos días en Burano, también vi esto:
–una casa con figuras varias incrustadas en la fachada,
–mantas multicolor a juego con las casas,
–montones de enanitos de jardín,
–mensajes inspiradores,
–el pequeño puerto pesquero,
–una barbería con la figura de Charlot,
–el precioso puente de madera que conecta con la isla vecina, Mazzorbo,
–y, como siempre, magníficas puestas de sol.
→ Burano se encuentra a unos 40 minutos en vaporetto desde Venecia
→ Podéis consultar los horarios y precios de los autobuses acuáticos aquí
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