No me gustan los viajes organizados pero ... ¡Cómo me gusta organizar mis viajes! Esta vez le ha llegado el turno a la escapada anual que hacemos un grupo de amigas donde tan importante es el destino como el hecho de escaparse en sí, y el destino elegido ha sido Frankfurt.
¿Motivos? Hemos ido descartando países a los que ya habíamos ido y le ha llegado el turno a Alemania. Es cierto que otros destinos alemanes como Munich o Berlin parecen tener mayor atractivo a primera vista, pero en esta escapada hay que conjugar un montón de condicionantes como fechas disponibles, tanto nuestras como de la compañía aérea, horarios, destinos que alguna de nosotras no haya visitado recientemente, coste del vuelo o del alojamiento en esas fechas y varias cosas más que nos han llevado a elegir Frankfurt como destino del travelgirl 2017.
Reservamos hotel y compramos los vuelos con mucho tiempo de antelación, pero conforme se va acercando la fecha, siempre acabamos teniendo la misma sensación difícil de definir y a caballo entre la emoción, las ganas de escaparse, la ilusión y algo de nervios y ansiedad por que no se nos escape ningún detalle o por que algo quede fuera de la reducida maleta que llevamos como equipaje de mano. Es lo que tiene viajar con compañías lowcost.
Con el tiempo, mis maletas son cada vez más escuetas. Ya no soy de las que lleva varios looks por día, he aprendido a reutilizar y optimizar combinaciones que sean prácticas, versátiles y cómodas, sobre todo cómodas. Reconozco que todavía me llevo algún porsiacaso pero cada vez son menos. En estos casos en los que la escapada es un fin de semana largo, por no hacer no hago ni lista de qué me tengo que llevar, aunque siempre tengo una micro bolsa de aseo, con lo básico, lista para partir.
Nuestro vuelo partía el jueves a mediodía, así que entre aterrizaje, traslado y poco más, estábamos en Frankfurt a media tarde. El día ya alarga mucho sus horas de luz, yo diría que más por esas latitudes, pues a las 22h todavía no había oscurecido del todo y a las 5 y poco de la mañana ya había amanecido, y eso tiene ventajas.
Ya la primera tarde conocimos el centro histórico de Frankfurt, probamos las salchichas en una terraza de la Plaza Römerberg, disfrutamos de un agradable paseo nocturno por las riberas del río Meno y contemplamos el Skyline de la ciudad, al que también se le conoce como "Mainhattan".
El segundo día amaneció gris, pero gris, gris oscuro. Las nubes nos advertían que nos darían tregua pero no por mucho rato, así que aprovechamos la mañana para realizar una ruta en la que se visitaban edificios notables de la ciudad como la Bolsa o la Ópera, también la Casa de Goethe y como no algún mercado.
Cuando íbamos por el segundo mercado comenzó a llover y elegimos un restaurante para comer esperando que la lluvia cesará, pero no cesó. ¿Y qué se puede hacer en la ciudad si llueve? ¡Ir de compras!
Estábamos al lado de la zona comercial y no lo dudamos ni un instante, nos dirigimos hacia MyZeil, un moderno centro comercial con cabida para todo tipo de firmas donde pasamos un buen rato. No es lo que más me apetecía, pero en ocasiones así las circunstancias mandan.
El día tuvo un final de lo más divertido. Había dejado de llover cuando nos dirigimos a cenar a una típica taberna de especialidades alemanas y sidra. Era viernes, había mucha gente en la calle y en el restaurante no cabía ni un alfiler, afortunadamente, habíamos reservado mesa. Compartimos mesa con unos alemanes, que nos aconsejaron bien, y probamos más especialidades de Frankfurt como el codillo o el Schnitzel, que acompañamos del apfelwein, un tipo de sidra que no se escancia, para acabar brindando con unas copitas de licor que tenían sumergido un albaricoque dentro. Ya sabéis: Allá donde fueres ...
El sábado lo pasamos en la romántica y bellísima ciudad de Heidelberg, visitando su castillo, paseando por sus calles peatonales y disfrutando del maravilloso entorno en el que se encuentra. Eché de menos no haber tenido más tiempo para perderme por sus parques-bosques o de caminar sin rumbo por la ribera de su río, el Neckar, y eché de más el gran número de personas que habían tenido la misma idea que nosotras: pasar el día en Heidelberg, pues las calles estaban a rebosar.
Heidelberg es de esas ciudades que sigues dejando en la lista de pendientes, por si vuelves en otra ocasión con más tiempo, esta vez no había tiempo de más.
El domingo madrugamos. Salíamos a media mañana hacia el aeropuerto, pero madrugarnos para ir a dar nuestro último y largo paseo por el río.
Frankfurt se despedía de nosotras con un sol radiante y un cielo precioso. Las aguas del Neckar brillaban y reflejaban con más intensidad que cualquiera de los otros días. Los verdes de los árboles que acompañan al río en su largo camino lucían un verde intenso y la temperatura, ya a esas horas, era algo más que primaveral. Corredores, ciclistas y piragüistas practicando su deporte favorito, y algún personal de la limpieza retirando las huellas del botellón de la noche anterior, parece que las costumbres son las mismas en todas partes, haya o no haya río.
Cuánto disfruté de esos últimos momentos en Frankfurt, creo que la impresión de la ciudad que se hubiera venido conmigo no sería la misma de no haberlo hecho. Y sí, de la misma manera que me ocurrió el día anterior en Heidelberg, también me quedé con ganas de más, pero la escapada tocaba a su fin.
Os cuento más detalles de la visita en próximos posts:
- Frankfurt, "Mainhattan", y un Paseo por el Meno
- Heidelberg, Romanticidad en Verde
Bon Voyage!