Playa de Dicido, Mioño
Este arranque de 2011 nos ha traido un sano propósito que ha cuajado y que intentamos cumplir todos los días que podemos: salir a dar un paseo con Dakota después de comer. Y para no complicarnos cogiendo el coche ni nada por el estilo, solemos salir por Mioño, en una caminata que nos conduce hasta la playa de Dicido, llegando en ocasiones hasta el cargadero de mineral que domina el acantilado. En ese recorrido invertimos perfectamente nuestros buenos 40 minutos, más o menos, a un buen ritmo, dado que Dakota tampoco es que vaya despacio que digamos...El caso es que ayer llevaba el móvil encima mientras dábamos nuestro paseo diario y me animé a sacar alguna que otra foto durante el recorrido. No espereís obras de arte, sino sólo un par de detalles que me llevaban llamando la atención hace tiempo y que quiero compartir aquí.
Parque de los Llorones
En primer lugar, la foto que teneís sobre estas líneas la hicieron mis padres cuando vinieron a mi boda, y es la entrada al Parque de los Llorones y el camino que lleva hasta la playa de Dicido. Han pasado ya casi dos años, pero el sitio sigue igual, salvo que en esta época del año el riachuelo lleva bastante más agua que la que se aprecia en la foto. A lo largo de dicho parque hay un par de paneles informativos sobre la mitología cántabra. En concreto hay dos dobles (por ambas caras), que versan sobre seres tan extraños como el Trastolillo, el Ojáncano, la Ajana, Lantarón (dios del mar Cantábrico), el Arqueto, el Trenti, el Basilisco o el Musgoso. Cuando menos llaman la atención y es de agradecer para aquellos que somos aficionados a la mitología. Os dejo con fotos de tres de los cuatro paneles. Tristemente, el primero está pintado con spray por vete tú a saber qué clase de descerebrado y no se aprecia bien el texto y la imagen. Si pulsaís sobre las fotos podeís leer la descripción a la perfección...Y hablando de olas, sólo deciros que ayer el mar estaba bastante revuelto, con un oleaje importante y un aspecto temible que desde luego no invitaba a la relajación contemplativa. Las olas rompían con estrépito contra el espigón y, aunque no llegaban a una altura considerable, si que tenían la suficiente enjundia como para sobrepasar el pequeño muro en ocasiones, como en la imagen que pone punto y aparte a la entrada de hoy...