Abedular de Canencia
Los puentes de piedra de Canencia, construidos durante la Edad Media para sortear el arroyo que comparte nombre con el pueblo, son la principal atracción de esta villa madrileña. En este viaje propongo un recorrido que tiene una distancia de diez kilómetros con un desnivel que no supera los 100 metros.
Cuenta la historia, que los monarcas utilizaban el cauce de este arroyo en sus cacerías reales, y que guardaban los perros en el municipio. Por lo que llamaron al sitio Canencia, lugar de canes.
La localidad está vestida por verdes praderas, amplios pastizales y enrevesados arroyos. Como complemento, robles, acebos y zarzales salpicando el paisaje del valle. Todo un regalo de la naturaleza que hará las delicias de cualquier día de primavera.
Pero la estrella de nuestro recorrido es el paseo por los puentes. Lo iniciamos en el pueblo, donde se ubica el puente Canto; una estructura del siglo XV, con dos ojos, por los cuales el arroyo de Canencia penetra en el municipio.
Puente Canto
Tras cruzarlo hay que seguir una pista de tierra perfectamente indicada que deja a mano izquierda, en ligera subida, un pequeño puente de hormigón.
Casi inmediatamente se vuelve a cambiar de orilla atravesando otro vado. La senda bordea entonces el cementerio, donde descansan los restos de los lugareños.
Llegamos a un cruce de caminos. En la encrucijada elegiremos el sendero de la derecha, que lleva a las últimas casas del pueblo y a otro puente, el de las Cadenas.
Puente de las Cadenas
Esta sobresaliente construcción es una más del lugar, con un pequeño arco y una superficie asfaltada con los típicos cantos rodados. Después de cruzarlo para llegar a la otra ribera hay que seguir por la izquierda, siempre remontando el curso del río.
Otros dos puentes se cruzan en el camino, aunque su estructura no resulta tan llamativa como la de los anteriores. En cualquier caso, no hay que usarlos para vadear el arroyo y se debe mantener el avance por el lado izquierdo del cauce hasta llegar al bautizado como del Vadillo.
Otro de los tesoros ocultos de la arquitectura de Canencia que encontramos en este periplo. El viejo puente de ladrillo marca el final de la ruta de ascenso.
Llega la hora de hacer un alto en el camino y reponer fuerzas. Con el ánimo resuelto y la curiosidad del explorador, cruzaremos la construcción para emprender el regreso por la margen derecha del arroyo; aquí conviene seguir una pista que, en poco, lleva a la confluencia con otro curso de agua, es el arroyo del Sestil de Maillo.
Arroyo Sestil del Maillo (primavera lluviosa)
En este caso no hay puente que nos ayude a cruzar la corriente, pero traspasarla no plantea problemas por el escaso caudal que lleva. Una vez al otro lado del arroyo volveremos a la senda de la que ha partido la ruta, que ya no abandonamos hasta volver al punto de inicio, siempre escoltados por pinos silvestres.
Ya en el pueblo, junto con el merecido descanso, es el momento de disfrutar con la gastronomía del lugar. Canencia nos ofrece una gran variedad de carnes que regadas con los caldos de la Denominación de Origen de Madrid, es el broche de oro para este atractivo viaje.
Autor: N/A