Revista Cultura y Ocio

PASITO A PASITO LOS MUSULMANES VAN IMPONIENDO SU IDEA. Poco a poco, pasito a pasito, el pensamiento musulmán va logrando pequeños éxitos en las sociedades occidentales. Hoy se conforman con cositas de poca importancia como el velo de las mujeres, pero ...

Publicado el 15 febrero 2017 por Carlosdelriego

PASITO A PASITO LOS MUSULMANES VAN IMPONIENDO SU IDEA. Poco a poco, pasito a pasito, el pensamiento musulmán va logrando pequeños éxitos en las sociedades occidentales. Hoy se conforman con cositas de poca importancia como el velo de las mujeres, pero ...

Arrogantes, desafiantes posan las combativas políticas suecas en Europa....

PASITO A PASITO LOS MUSULMANES VAN IMPONIENDO SU IDEA. Poco a poco, pasito a pasito, el pensamiento musulmán va logrando pequeños éxitos en las sociedades occidentales. Hoy se conforman con cositas de poca importancia como el velo de las mujeres, pero ...

Pero se vuelven sumisas y aceptan la condición de inferioridad que se impone a la mujer en el mundo musulmán..

La azafata de una compañía aérea lleva tiempo pleiteando en España para que se le permita llevar un pañuelo en la cabeza que remarque su condición de musulmana; y ello aun cuando las normas que ella aceptó al firmar su contrato le exigen el uso del uniforme, el cual no incluye esa prenda. Ahora un juzgado le da la razón, con lo que la señora en cuestión podría (si la cosa acaba aquí) salirse con la suya, o sea, pasar por encima de los reglamentos que los demás acatan, e imponer las exigencias y costumbres islamistas. Parece cosa de nada, una tontería sin más importancia, sin embargo, ese pequeño logro es un comienzo, una fisura por la que un día podrán colarse otras leyes coránicas que hoy parecen impensables. Es sorprendente comprobar cómo un gobierno combativo y que presume de feminista, como es el sueco, se achanta y se vuelve sumiso cuando trata con los gobiernos más machistas del planeta. Al igual que las feministas más guerreras, las mujeres de ese gobierno sólo se atreven a defender sus ideas, su feminismo, en Europa, en occidente, donde todos tienen sus derechos asegurados y por tanto se sienten fuertes; sin embargo, cuando se trata de plantar cara al machismo más asqueroso y retrógrado, agachan la cabeza, obedecen, aceptan, asumen la condición de inferioridad que la mujer tiene en los países gobernados por el Corán. Asombra que el gobierno sueco saque pecho y proclame pomposamente ser el primer gobierno feminista del mundo (en realidad es machista hasta las cachas, pues reproduce los métodos machistas de escoger cargos en función del sexo), pero allí donde tiene que poner sus principios encima de la mesa, los calla y los esconde. Del mismo modo, no hará falta subrayar que ninguna de las ‘femen-istas’ se atrevería jamás a llevar a cabo ninguna de sus ‘acciones’ en Arabia Saudí o Irán, ni siquiera en Turquía, y no digamos en Pakistán o Afganistán…, serían inmediatamente, salvajemente, lapidadas por la multitud, o dadas de latigazos, o colgadas de una grúa. En fin, que la arrogancia y superioridad con que algunas feministas militantes se expresan aquí, se vuelve humilde sumisión, untuoso e incondicional sometimiento donde más se necesita su postura. Al aceptar las condiciones que exigen los musulmanes tanto aquí como allí, se les está trasladando el mensaje de que tienen razón, de que están en su derecho de exigir tanto si son acogidos aquí como si son anfitriones allí. Por ello, puede afirmarse que el gobierno sueco es sexista, porque discrimina a las personas en función del sexo, y machista, porque se arrodilla y acata lo que le piden los más machistas (a cambio de contratos, o sea, dinero), que son los que se rigen por leyes que discriminan e infravaloran a la mujer. Afirma la ministra en cuestión que “no hay que mezclar derechos humanos y comercio”. ¡Sí señor, esto es coherencia!; la misma con la que criticaron duramente las posturas y declaraciones machistas de Trump, a la vez que sonríen serviles ante quien impone por ley la sumisión femenina, ante alguien que ni siquiera les da la mano. 
En los últimos meses se han divulgado muchos casos de esta naturaleza, pero el de los pañuelos de la azafata y las ministras suecas son perfectamente ilustrativos del deseo de la mayor parte de los musulmanes: exigen que si vas allí te pliegues a sus costumbres, y si ellos vienen aquí, exigen lo mismo, que te pliegues a sus costumbres. Puede parecer una tontería prestar tanta atención a que las mujeres se coloquen o no un trozo de tela en la cabeza, pero en realidad eso es sólo un primer paso, un inicio, una forma de abrir una rendija… Así, después, poco a poco, irán llegando otras peticiones. Por ejemplo, solicitarán primero y luego reivindicarán como derecho que nadie coma cerdo o beba alcohol en su presencia; que en los colegios se certifique que los animales que comen sus hijos (nada de porcino, claro) hayan sido sacrificados mirando a La Meca; que no haya cruces a la vista, incluso que se retiren del exterior de las iglesias (la marca de coches Chevrolet tuvo serios problemas porque en su imagen de marca aparece una cruz, achaparrada, pero una cruz) y, por supuesto, pedirían la desaparición de símbolos e imágenes cristianas de las procesiones, y de las banderas y emblemas de ciudades y regiones, y hasta de los escudos de los equipos de fútbol; luego se sentirán fuertes para reivindicar que durante el Ramadán nadie coma en público…, y así hasta que llegue un día en que, sin que la población anfitriona se haya dado cuenta, todo esté regido por la Sharia.  Una estimación muy fiable apunta a que los musulmanes serán un 20% de la población sueca en una o dos generaciones, lo que quiere decir que en unas cuantas décadas se harán con el poder. En Francia el voto musulmán estaba repartido, pero últimamente se ha creado una asociación para aglutinar a todos los votantes mahometanos; además, es sabido el desprecio que grandes masas de hijos de inmigrantes de origen árabe o norafricano sienten hacia el país que acogió a sus padres o abuelos. Alemania está comprobando que acoger sin más no es solución pues, además de haber sufrido graves atentados (y otras acciones que se ha tratado de disimular, como la de los abusos sufridos por alemanas a manos de refugiados árabes) no sabe qué hacer, cómo gestionar la supervivencia e integración de tantos islamitas. Es innegable, en fin, que la tasa de maternidad de las mujeres musulmanas es mucho mayor que la de las europeas (de otras religiones, se entiende), por lo que puede convertirse en realidad lo que apuntaban desde los centros de poder islámico: “Nos impondremos no por la espada, sino a través de los vientres de nuestras mujeres”.¿Exagerado? CARLOS DEL RIEGO

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