Esta cuarentena y la compañía de buenas amigas me llevó a mi primer Taller Literario, curado por Cecilia Maugeri. En una de sus clases nos enseñó los pasos del proceso creativo: "siembra, crecimiento, frutos y alimento", y nos invitó a reflexionar. Inevitablemente, fui directo a mi experiencia solitaria que alimenta el blog. En su feed back, me invitó a publicarlo. Usando sus palabras, me dijo: "sería una invitación al lector a participar de tu cocina creativa." Y acá estoy.... Se me ocurre pensar que la tierra que recibe mis semillas, tiene la forma de antenas. Mis antenas detectan esas ideas que se me meten en el medio del pecho y hacen que en ese momento me tiente a abandonar todo lo que estoy haciendo y me ponga a escribir. Se me cruzan situaciones y pienso…. podrían ser un cuento, un stand up, una nota periodística o una crónica. La mayoría de las veces, ese impulso de inmediato se diluye, como si no hubiera existido. Casi un sueño, de esos que al levantarme sé que sucedieron pero no los recuerdo. Otras veces en cambio, la tentación es irrefrenable. La reconozco con absoluta claridad y sé que ya nada podrá detenerme, irremediablemente, escribiré algunas líneas. Mis textos son cortos. Es a partir de ese momento que mi cabeza y mis manos, alternada e incontrolables cobran vida propia. Una propone, las otras dos teclean con los diez dedos (sí… yo no escribo manuscrito, lo estoy intentando por el taller, pero me cuesta mucho). Vuelven para atrás, escriben nuevamente. Otras veces la idea fluye clara desde el primer intento, resiste inquebrantable. Creo que ésta tal vez sea mi etapa de crecimiento. La hoja va dejando de estar en blanco, las palabras fluyen, se acomodan entre ellas, se toman de la mano guardando los espacios entre sí, buscan la mejor manera de sonar, burbujean. Me hace pensar a ese proceso mágico en el que uno tira una piedra a un lago de aguas mansas, crea un núcleo alrededor del cual surgen círculos concéntricos, todo parece estar en movimiento, hasta que finalmente se calma. Un capítulo aparte de este proceso de crecimiento es la investigación. Disfruto mucho de refinar detalles sobre lo que escribo. Debo reconocer que también me dá más seguridad. Y entre devenir de círculos e investigación surge la necesidad de dejar reposar al texto. Dejarlo desperezarse cómodo sin mi mirada. Cual panadero que trabajosamente fusionó los elementos en un bollo de pizza, o pan casero, me gusta dejarlo descansar, cobijado para que en la tibieza adquiera nueva dimensión. Me genera mucha ansiedad el reencuentro. La calma del agua, el reposo es seguida por la lectura. ¿Reconocerá esa lectura al fruto? Y allí, con las manos quietas la cabeza sigue atenta pero esta vez, su instrumento son los ojos. Recorren todos y cada uno de los párrafos. Me gusta leer de corrido. Tengo la sensación que mis primeros párrafos siempre están más pulidos que los últimos porque leo desde el principio y cuando detecto que algo requiere corrección, me detengo. Corrijo. Y después vuelvo a empezar… desde el principio. Siento que si no leo desde el principio, no logro capturar el ritmo del texto. Leer los últimos párrafos, perdidos, no me hace sentido. Sin embargo, a veces lo hago acechada por la preocupación de que se me escapen errores. Sí, soy perfeccionista. Finalmente, las fotos…Cómo me gusta buscar la ilustración de los posts. Suele ser siempre una, pero no cualquiera. Está seleccionada con mucho cuidado, no para “cumplir”, sino para dar soporte al texto. Una evidencia más de lo mágico que resultó esa semilla devenida en texto. En versión snapshot el blog muestra todas las imágenes, una al lado de la otra y, sin bien vienen de entradas/posts bien distintas, me sorprenden con frecuencia por su coherencia. Parece que las imágenes se desprenden de los textos que las motivaron y, como las palabras, se toman de la mano y adquieren significado propio.Cuando llega el momento de la publicación y sin antes evitar volver a corregir algún último detalle dentro de la edición del blog… hago click en “publicar” y ahí ya el texto adquiere vida propia. Yo solo lo acompaño haciéndolo rebotar por redes sociales. Un alivio enorme me invade, ahora sí, puedo seguir con lo que estaba haciendo sin antes querer seguir corrigiéndolo. Tal vez sea ese el fin último de intentar convertirlo en alimento. Dejar de corregirlo.Gracias Cecilia Maugeri!! Super recomendable el taller!!