De verdad os decimos que no hay cosa igual... y no me negaréis que la pinta es de escándalo!!
Para empezar recopilamos todos los ingredientes:
- 4 cucharadas de azúcar
- 3 yemas de huevo grandes
- 300 gr de harina
- 25 ml de agua fría
- una pizca de sal
- 2 cucharaditas de vainilla azucarada
- 1 cucharadita escasa de bicarbonato
- 3 cucharaditas de levadura en polvo
- 150 gr de mantequilla a temperatura ambiente
En un bol echamos la harina con la levadura, el bicarbonato, la vainilla, la sal y el azúcar, lo mezclamos todo bien e incorporamos las yemas. Lo deshacemos bien con las manos hasta que quede una mezcla arenosa. A continuación agregamos la mantequilla cortada en trocitos y lo amasamos todo junto. Por último incorporamos el agua poco a poco hasta conseguir una masa que no se pegue (puede que no te haga falta todo el agua). Lo metemos en la nevera unos 30-40 minutos para que repose.
En nuestra versión utilizamos crema pastelera, que queda cuajadita por fuera y blandita por dentro... ayyyy... buenísisisíma no, lo siguiente!!
Entonces cogemos un poco más de la mitad de la masa, la estiramos y forramos con ella un molde redondo de unos 27 cm de diámetro (tú utiliza el molde que quieras, claro, pero es el tamaño perfecto para la cantidad de masa). Si rompe un poco la masa no te preocupes, luego al cocer en el horno se unirá porque queda como una especie de galleta, que se deshace al morderla... mmmm... mmmm... te mueres de lo rica que es...
Cubrimos con el relleno y, por último, formamos un enrejado con el resto de la masa, procurando entrelazar bien las tiras para que el dibujo quede perfecto. Pintamos la tarta con huevo batido y mucho mimo, para que adquiera un delicioso color dorado mientras se cuece. Horneamos unos 30 minutos.
Dejamos enfriar (si es que eres capaz de esperar, que hay que tener mucha fuerza de voluntad) y, por fin, a disfrutarrrrrr... Vivaaaaa!!!