Resulta que los Domingos, se organiza un mercadillo que ocupa casi todas las calles del pueblo. Por lo que las plazuelas y aparcamientos están hasta la bandera.
La gente andurrea por todos los rincones, hay un ambiente festivo con música popular en vivo y es imposible aparcar cerca de . . . ningún sitio.
Mi objetivo era llegar hasta la Farmacia.
Comprenderéis que elegí la segunda ¿verdad? Rapidez mental, le llaman a eso, {risas}
Bueno, lo de entrar es un decir, porque la cola llegaba a la puerta. Pero vino bien, así me dio tiempo a ver con detalle lo que iba a pedir, mientras esperaba de pie y veía el trasiego de gente.
Pasteles, bollería y demás ricuras solo hacían pasar por delante de mis narices.
El que traigo hoy, me quedó muy, pero que muy parecido.
Es el segundo que hago en pocos días, el primero salió estupendo, pero éste, ha sido el ganador sin lugar a dudas y de momento, es el definitivo.
Desde la Edad Media se conocen recetas donde se utiliza esta hortaliza junto con la remolacha para edulcorar. Costumbre que se volvió a retomar con motivo de los racionamientos de la Segunda Guerra Mundial.
Sobra explicar que el azúcar era un bien más que preciado, por lo que la zanahoria se convirtió en una estupenda sustituta en postres y tartas, al aportar gran dulzura.
Con los movimientos migratorios, la receta viajó a Estados Unidos, y gracias a la popularidad que allí alcanzó, se extendió como la pólvora, sobre todo en la década de los sesenta.
Así como en Francia suelen añadir pasas y nueces en la masa, en los Estados Unidos hacen la cobertura a base de claras de huevo a punto de nieve y los mezclan con azúcar aromatizado con cortezas de limón o naranja. Por el contrario, en Inglaterra es más común encontrarnos el bizcocho partido a la mitad y relleno con parte de la cobertura, hecha a base de queso en crema mezclado con mantequilla, azúcar y vainilla.
Ahora, vamos al lío.
* Pelamos y rallamos la zanahoria por la parte más fina y reservamos.
* En un cuenco añadimos la harina y el resto de los ingredientes secos. Agregamos la zanahoria rallada y mezclamos bien.
* Precalentamos el horno a 180º
* Añadimos el preparado de los huevos al cuenco donde teníamos la harina y el resto de los ingredientes, hay que hacerlo en varias veces, y no incorporar más, hasta que no lo tengamos bien mezclado.
* Trabajamos este paso con movimientos envolventes.
* Mojamos el papel de horno para forrar con mayor comodidad el molde. El de la foto era de 20x20.
* Volcamos la mezcla.
* Alisamos la superficie y llevamos al horno, altura media 180º. En unos treinta o cuarenta minutos estará listo. Pinchamos para comprobar si sale limpia la aguja y sacamos del horno.
* Pasamos el bizcocho a una rejilla hasta que esté totalmente frío para poder ponerle el glaseado.
AHORA VAMOS A PREPARAR EL GLASEADO:
* Antes de llevar el pastel a la mesa, adornamos como mejor nos parezca.
* Si quieres partir el bizcocho por la mitad y rellenarlo, entonces dobla la cantidad del glaseado, y rellénalo, quedará también exquisito.
* El bizcocho gana en sabor de un día para otro. Lo preparé por la tarde y lo tomamos en el desayuno.
* Hice una versión sin azúcar. En la mezcla del bizcocho, sustituí el azúcar por 20 grs de Sucralín y el glaseado lo hice con Tagatosa. No sabrás distinguir cual es cual.
* El glaseado que le hice fue una capa fina. Tras ver los que se utilizaban en otras recetas, con cantidades impresionantes de azúcar, fui probando y acomodé el dulzor a mi gusto.
Me encantan las cosas dulces, pero no empalagosas. Y el sabor de la mantequilla, en las tostadas, pero no que predomine en las cremas de los pasteles.
Y eso es todo por hoy amigos, espero que lo prueben porque les va a encantar.
Hasta la próxima entrada, sean felices o al menos, inténtenlo.