Pastoralia, por George Saunders

Publicado el 07 diciembre 2014 por David Pérez Vega @DavidPerezVeg
Editorial Alfabia 242 páginas. 1ª edición de 2000; ésta de 2014. Traducción de Ben Clark
Ya comenté a principios de año el libro Diez de diciembre de George Saunders (Amarillo, Texas, 1958); libro publicado en 2013 en Estados Unidos y que casi de forma simultánea lo publicó Alfabia en España. El libro recibió muy buenas críticas y Saunders se ha convertido en un autor destacado entre los amantes del relato (o simplemente de la literatura) estadounidense. Pero este no era el primer libro de Saunders que se publicaba en nuestro país; de hecho Pastoralia fue publicado por Mondadori en 2001. Alfabia, como nos indica en las solapas de sus libros, se ha propuesto volver a reeditar y a traducir toda la obra de George Saunders. Lo que sin duda es una buena noticia, porque no es frecuente que los libros de relatos adquieran mucha popularidad, y Saunders es un escritor que bien merece una porción de reconocimiento en nuestro país.
Pastoralia está formado por una novela corta (de unas 80 páginas en el cuerpo generoso de letra que usa Alfabia: si este volumen tiene 242 páginas, cuando lo tradujo Mondadori tenía 168) y seis relatos, que van desde las diez páginas hasta las cuarenta).
La novela corta se llama precisamente Pastoralia y el narrador comienza su historia con la siguiente frase: “Debo admitir que no estoy pasando por mi mejor momento”. Una frase muy significativa dentro de la poética de la derrota que practica Saunders en sus cuentos; sus personajes siempre pertenecen a la otra América, trabajadores que sufren explotación laboral, niños u hombres de mediana edad que tienen una imagen no demasiado positiva de sí mismos.
La acción de Pastoralia transcurre en un parque temático. El narrador y su compañera de trabajo, Janet, reconstruyen la vida en una cueva prehistórica. Ambos han de comportarse como trogloditas para un número cada vez menos numeroso de visitantes. En Diez de diciembre un cuento también estaba ubicado en un parque temático; y este espacio artificial crea una imagen alucinada para hablar de la convivencia humana. Los recortes laborales han llegado al parque temático y el jefe de Pastoralia intenta presionar al narrador para que acuse a su compañera de negligencia en el trabajo y así poder despedirla. En realidad, Janet –y esto el narrador lo sabe- no es una buena troglodita. El conflicto moral queda planteado de un modo grotesco, no exento del humor negro que surge de la desesperación. Los personajes de esta novela corta, como del resto de composiciones del libro, tienen un nivel cultural bajo y Saunders juega a inventar un lenguaje en sintonía con sus pensamientos y sus construcciones lingüísticas. Este aspecto de la narrativa de Saunders ya lo comenté al hablar de la dificultad de traducción que supone una literatura como ésta. Ben Clark, el traductor, ha optado por intentar recrear un lenguaje equivalente en español, introduciendo errores gramaticales en las notas que escriben los protagonista (el discurso de los narradores de los relatos suele ser un poco más elevado que el del resto de personajes), y expresiones y frases hechas que a veces me descolocan un poco (“en plan”, “me raya”…) que yo, que trabajo en un colegio, las asocio más con el habla adolescente que con el habla de adultos de bajo nivel económico-cultural. En cualquier caso la tarea de traducción de George Saunders no me parece fácil, y el trabajo de Ben Clark vuelve a ser destacable.
Más elementos me llaman la atención de Pastoralia: en este mundo distorsionado del parque temático casi nos acercamos a una verdadera distopía, que no ocurre en un futuro cercano, sino que está ya –y esto la hace más aterradora- entre nosotros: precariedad laboral, alienación, explotación, competitividad entre trabajadores pobres… Sí que podríamos hablar, en realidad, de un verdadero elemento de ciencia ficción: la presencia de robots que dan vida a diversos animales. En este sentido la narración de Saunders es muy rica en la presencia de elementos sorprendentes.
En Pastoralia encontramos más rasgos propios del estilo de Saunders, que ya identifiqué al hablar de Diez de diciembre: el enfrentamiento de los puntos de vista de los personajes. La narración en tercera persona cede en muchos casos la voz narrativa a los personajes, y estos dejan fluir libremente su conciencia. Casi tan importante como lo que les ocurre en la realidad será lo que sueñan que podría ocurrirles, y la constatación de la mirada que tienen ellos sobre los demás o lo que creen percibir de la mirada de los otros sobre ellos forma, en muchos casos, la esencia de lo contado en estos cuentos.
Winky en vez de situarse en un parque temático, lo hace en otro escenario, puramente norteamericano y por tanto puramente capitalista: una sesión de autosuperación impartida por un gurú. Tenemos obligaciones morales hacia nuestros familiares, parece decirnos Saunders aquí, y lo que en realidad va a hacer el gurú de la autosuperación con su cantinela barata sobre lo que tú te mereces es intentar evitarnos el sentimiento de culpabilidad de nuestros actos egoístas. No te desprendes de tu hermana enferma sino que sigues los pasos de un inteligente gurú sobre la búsqueda de la felicidad personal. Igual que en Pastoralia nos encontramos en esta segunda narración con una sutil crítica a la alienación del ciudadano de clase media-baja norteamericano.
Roblemar nos habla de otra familia disfuncional, de miembros de clase media empobrecida: el narrador trabaja como stripper, y mantiene a su hermana y su prima, ambas semianalfabetas y con un hijo al que cuidar como madres solteras. En este relato sorprende la irrupción de lo fantástico dentro de la crítica social que plantea.
El fin de FIRPO en el mundo es la narración más corta del conjunto y también una de las más intensas. Un niño recorre en bicicleta su barrio, en su mirada hacia las casas que ve descubriremos los miedos con los que vive, la visión de los otros sobre él le está convirtiendo en un marginado.
La infelicidad del peluquero es, de nuevo, casi una nouvelle. En este caso el narrador se siente inferior a los demás por un defecto físico que trata de ocultar siempre que puede (nació sin los dedos de los pies), pero que le ocasionará una profunda frustración sexual y miedo a la pareja. El trabajo que hace Saunders para mostrarnos las diferencias existentes entre su vida y sus fantasías me ha parecido de lo mejor de este libro.
En La cascada se platea una situación propia de los relatos de Saunders: dos personajes se cruzan y el autor nos acercará a la visión que cada uno tiene del otro; una visión distorsionada de la realidad que nos hace pensar en lo poco que se llegan a conocer en realidad las personas, en lo aisladas que viven. Este relato, en cuanto a intencionalidad y composición, me ha recordado al último de Diez de diciembre, al titulado precisamente como el título del libro.
Igual que me pareció que Diez de diciembre era un gran libro, Pastoralia me lo vuelve a parecer. Aunque, quizás añadiría una consideración más, en Diez de diciembre encontré algún cuento (de diez) de un nivel inferior a los que resultaron ser mis favoritos, pero en Pastoralia las seis historias me han resultado de un nivel de calidad y exigencia artística muy parejo. George Saunders es un escritor muy original y potente dentro del panorama actual norteamericano, y es de destacar que su fuerte sea el relato, un género que normalmente funciona peor en España que la novela. Un escritor muy recomendable, esperaremos con ganas el rescate de su obra por Alfabia.