Echarle la culpa al Capitalismo sería la respuesta más fácil. Pero la hiena no es tan mala como la pinta, ni los delfines tan nobles, lo dice alguien que ha vivido a ambos lados del discurso mediático: el antihegemónico aislado y comunista, y el hegemónico occidental y capitalista por excelencia.
Antes, lo más cercano al bombardeo informativo era la Encarta, aquello era lo más grande, y por supuesto las bibliotecas, aunque en estas poco se encontraba. Hoy la Encarta es historia, Wikipedia la ha desplazado y los medios de comunicación tienen más vías que nunca para llegar a la gente. De hecho a través de los llamados agregadores de noticias, los puedes tener todos en un mismo sitio, sin necesidad de comprarte cada uno de los diarios o ir web por web.
Las noticias no esperan a ser procesadas, hay que darlas y luego si tienen repercusión, ahondar en ella hasta el cansancio, hasta el hastío de quienes vemos la tele, oímos la radio o leemos los medios escritos. Ni que decir de los blogs, eso de que "han muerto" es pura mentira, en un mundo donde cada uno nos creemos portadores de la verdad absoluta y necesitamos nuestro espacio para decir nuestras ideas, por absurdas que sean, como este post de un servidor, los blogs siguen a la orden del día.
La lectura, bueno, hubo un tiempo en que sin libros digitales, sin iPad o móvil en la mano, leía uno y dos libros semanales como agua. Hoy el tiempo me parece poco y pese a tener muchos físicos y más de 5 Gb de epub, solo leo en vacaciones cuando quiero desconectar del mundo. El resto del año, la tele es mi escape y las series mi mejor ventana a otras realidades. Triste, pero cierto.
Recuerdo cuando solo era papel y lápiz y escribía más que nunca. De hecho en una ocasión una vecina me enseñó una máquina de escribir y fue lo más grande, para qué contarles cómo me puse ante una PC con Windows 98, tecnología de punta por entonces. Hoy la PC de escritorio, qué si la portátil, el smartphone, la tablet, y todo un sinfín de aparatos inteligentes nos hacen la vida más cómoda, pero la mente más estrecha y los amigos más lejanos.
No vemos a las personas que nos rodean físicamente día a día, pero sí a otros que viven a kilómetros de distancia y si bien, algunos de ellos podemos considerar amigos, el resto son solo conocidos virtuales, de los cuales un escaso número podremos ver en persona.
Quizás la culpa de esta pataleta virtual la tenga la misma lejanía física con mi familia y amigos, el sentirme por momentos desmotivado de ver noticias destructivas y violentas, o un profesor de la facultad, de esos que ayudan a remover cimientos y escasean en universidades, donde ya no buscan que pensemos, sino que sigamos una línea establecida y peligrosamente infranqueable.
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