1Pelar las patatas y cortarlas en rodajas finas (de unos tres milímetros de grosor). No lavarlas.
2Ponerlas en una cazuela.
3Pelar el ajo y cortarlo en trozos muy pequeños.
4Mezclar éstos con las rodajas de patata.
5Cubrir las rodajas de patata con la leche.
6Sazonar con sal, pimienta, cayena y unas cuantas ralladuras de nuez moscada.
7Poner la cazuela a fuego más bien fuerte y hacer las patatas durante 4-5 minutos, o hasta que se vea que la leche se ha mezclado y ha engordado un poco el almidón soltado por las patatas.
8Llegado ese punto, añadir la mitad de la nata y llevar la cazuela a ebullición.
9Retirar del fuego, probar y corregir si es preciso de sal.
10Embadurnar de mantequilla un recipiente de gratinar.
11Este ha de tener las medidas suficientes como para que quepan en él todas las patatas, no siendo la altura del montón de éstas superior a dos centímetros.
12Disponer las patatas en el recipiente junto con su ya cremosa leche.
13Añadir el resto de la nata y mezclarla bien.
14Esparcir unas cuantas pellitas de mantequilla por la superficie.
15Precalentar el horno a 160º.
16Hornear las patatas en la parte de arriba del horno durante una hora y media larga.
17Ideal para acompañar guisos sencillos de ave o carne asada.
18El gratinado será tanto mejor cuanto más despaciosa y poco arrebatada haya sido la cocción previa.