A diferencia del Día de las Madres, los objetos que se anuncian no son la refrigeradora, la vajilla o la licuadora para la bella madrecita, sino un televisor LCD para que el hombre vea el Mundial, una computadora o un equipo de sonido para disfrutar de la música de su agrado o cualquier otro objeto que alude a su masculinidad tal como la conciben nuestras sociedades. Es que las especializaciones de género, las expectativas y las concepciones que se tienen sobre los hombres y las mujeres, y en este caso sobre el ser padre o madre, se reflejan claramente en el tipo de objetos que se ponen en el mercado, desde las grandes cosas hasta las pequeñas, ya sea la pelota de fútbol, un celular o prepararle un plato “sano y apetitoso”, como aparece en un artículo del diario El Comercio en relación a la fecha.
La publicidad no hace otra cosa que expresar abiertamente los mandatos sociales en relación al género, que en el caso de las mujeres se traducen en el cuidado de la prole en el espacio doméstico, para lo que requieren los diferentes objetos que se relacionan con su rol doméstico. En el caso de los hombres, por otro lado, el hogar constituye el espacio donde se obtiene la tranquilidad, se descansa y se es atendido luego de batallar fuera en busca de la provisión de recursos y alimentos para la familia. José Olavaria dice, en relación con la paternidad, que: “Entre los mandatos más determinantes en su vida, está el que le señala a los varones que ellos se deben al trabajo, porque trabajar significa ser responsable, digno y capaz, atributos que caracterizan a la hombría en su fase adulta plena.” (1)
En ese sentido, ser padre significa no solamente la evidencia de la potencia masculina, de su virilidad y de la posibilidad de trascender y perpetuarse en el tiempo, sino también es una carta de presentación en la sociedad: tener un hijo implica que será reconocido como varón y lleva implícito el deber de trabajar, de ser proveedor. Como lo afirma Olavaria en el texto antes citado, el trabajo y la paternidad “son ejes principales del modelo de masculinidad dominante, que es el referente del deber ser de los varones.”
La exigencia que tienen los padres de proveer los recursos para el sostenimiento de la familia constituye cada vez con más frecuencia en la familia una fuente de dolor y cuestionamiento, en contextos en que por un lado se reducen las posibilidades de encontrar trabajo digno que hagan que los padres se sientan orgullosos y puedan cumplir con alegría el mandato de ser los referentes que hijos e hijas esperan, y por otro, se les impone una forma de ser que exige dureza, que no refleje vulnerabilidad ni debilidad, sentimientos que cualquier ser humano puede tener frente a la adversidad o a situaciones de tensión e inseguridad.
En general, no todos los hombres asumen la paternidad de la misma forma, es decir no hay una sola forma de ser padre. Si bien algunos de los elementos señalados arriba les son comunes, lo cierto es que, como lo que señala Norma Fuller en una investigación realizada con varones en Cusco, Iquitos y Lima, para los hombres la paternidad “abre una nueva etapa del ciclo vital en el cual se resignifican drásticamente las lealtades, metas y características del varón. Es una transformación de la identidad personal y de género ya que corta definitivamente el vínculo preferencial del grupo de amigos y con la familia de origen. En adelante la mayor parte de sus esfuerzos deben dirigirse hacia el mantenimiento y formación de sus hijos.” (2)
Al ser la paternidad una construcción social, y aunque permanecen muchos de los elementos que exigen a los padres ser y actuar de una forma determinada, hay también excelentes señales de cambios en muchos hombres en la actualidad y eso no necesariamente se refleja en las publicidades, lo que da cuenta de la ceguera de nuestros publicistas frente a la propia realidad. Encontramos cada vez con más frecuencia a hombres que cambian pañales, acompañan permanentemente el embarazo y están presentes en el parto, que comparten juegos y caricias con sus hijos e hijas, que los acompañan al colegio y que asumen con naturalidad lavar los platos, cocinar o lavar pañales. Hay por tanto nuevas paternidades que rompen con las representaciones tradicionales de ser padres y que se manifiestan en unas nuevas forma de actuar en la familia y en el espacio doméstico, que hay que señalar es el lugar propicio para construir, reproducir o asimilar los mandatos sociales en relación al género.
Pero como las dinámicas sociales son disímiles, hay también actitudes que subsisten ante la paternidad (o más bien la no paternidad) de parte de algunos hombres que no actúan de acuerdo con las nuevas representaciones, ni con las antiguas. El no cumplir con los mandatos sociales, por ejemplo el de proveer, es considerado condenable y pone en cuestión la hombría misma. Así lo expresa uno de los hallazgos de la investigación de Fuller cuando uno de los entrevistados, un profesor de Iquitos llamado Apu, dice: “El hecho de ser responsable, de ocuparse de los hijos, de su manutención, de su educación, de su cuidado, hace a uno sentirse más que cualquier macho.”
Sin embargo, pese a que la percepción de muchos hombres y mujeres es negativa hacia quienes dejan de cumplir con su deber de padre, sigue siendo una problemática seria en el país el que padres se nieguen a pasar la pensión alimenticia a sus hijos e hijas. En muchos juzgados de paz, la mayor carga procesal es la referida a la omisión de asistencia familiar. En el 2007, se ha creado el Registro de Deudores Alimentarios Morosos del Poder Judicial (REDAM), en el que se registra a aquellas personas que adeuden 03 cuotas sucesivas o no, de sus obligaciones alimentarias establecidas por mandato judicial, los cuales vale señalar son en su mayoría hombres. Hasta podemos encontrar casos de padres que adeudan hasta 50 mil soles, lo que significa meses e incluso años de incumplimiento.
Y qué decir de aquellos que no quieren aceptar su paternidad, que no lo consideran su problema, ya que el cuidarse sería responsabilidad exclusiva de la mujer en una sociedad en que las posibilidades de circulación sexual son amplias para los hombres y restringidas para las mujeres, pero en que si ellas cometen el “pecado” de emular el ejemplo masculino, son consideradas únicas responsables de las consecuencias de un embarazo no deseado. Aquí las nuevas tecnologías y los avances científicos juegan un rol fundamental, pues la prueba de ADN que irrefutablemente dará un resultado positivo o negativo es cada día más utilizada para asegurar la paternidad, tanto por los hombres frente a la duda e incertidumbre como por las mujeres para confirmar frente al mundo la identidad del padre biológico, cuando la negativa del hombre a aceptarlo discurre ya sea de manera privada como en la mayoría de casos o llega a la prensa, y a través de ella a la boca de la gente cuando el supuesto padre es un personaje famoso o público, como en los casos del ex presidente Toledo o del presidente Lugo en el Paraguay. ¿Qué consecuencias tiene en los vínculos con la paternidad el recurrir a esta costosa prueba y cuáles son las implicancias para los derechos del niño o niña y su bienestar? Son preguntas que requieren ser respondidas ampliamente.
En todo caso, ad portas de celebrar el Día del Padre, vale reafirmar que en los nuevos tiempos en el país hay grandes visos de cambios en relación a las paternidades. Esperemos que continúen y que cada vez sean más hombres los que decidan romper con los tradicionales mandatos sociales e inicien nuevos aprendizajes sobre la paternidad, porque de lo que se trata es que cada día sean mejores padres, más cercanos, referentes más sensibles y más humanos para sus hijos e hijas. ¡Feliz Día del Padre!
Por Rosa Montalvo Reinoso
madamrosa1@gmail.com
Noticias Ser Perú
La Ciudad de las Diosas
Notas:
(1) José Olavarría (2001): Y todos querían ser (buenos) padres: Varones de Santiago de Chile en conflicto, FLACSO-Chile.ç(2) Norma Fuller (2001): Masculinidades: Cambios y permanencias, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2001.