Patita Blanca y el sentido de la vida

Por Aletropea
Este artículo es el resultado de un experimento. Se trata de la presentación de dos nuevos colaboradores, combinado eso con algo de matemáticas, algo de física, algo de historia de la ciencia, algo de cuento infantil, algo de fábula (porque son animales y alguna moraleja debe quedar), algo de humor y mucho de sentimiento.

Lo dicho en la viñeta. Hoy, para colaborar junto con Filipo el monstruo y la gaviota Magallanes, se incorporan a La ciencia no se rinde Bienvenido Sin Malicia y su amado perro Patita Blanca, oriundos del blog Bienvenido Sin Malicia.
Los que conocen a Patita Blanca por ser asiduos lectores de su blog, o sea casi nadie, se preguntarán como harán para convivir él y Magallanes en un mismo blog y trabajar a veces muy juntos, si es bien sabido que el primero persigue en su blog una quimera: alcanzar una gaviota. Pero acá eso no es un problema, porque Patita Blanca tiene un gran espíritu deportivo: su quimera es alcanzar una gaviota en la playa, no vale para él ningún otro lugar, ningún otro escenario que no sea ese. Magallanes entonces, como el resto de las gaviotas del mundo, fuera de la playa está a salvo de la quimera de Patita Blanca. Una gran diferencia con el Coyote y el Correcaminos.
Antes de continuar, si no conocés a Patita Blanca y su quimera, te recomiendo que leas estas dos tiras de presentación en su blog:
Bienvenido Sin Malicia 20: Patita Blanca
• Bienvenido Sin Malicia 21: La quimera de Patita Blanca
Sin embargo, Magallanes, que se conoce con Patita Blanca desde hace mucho, fue de frente un día y le propuso un duelo, una persecución a todo o nada en la playa, siempre que él aceptara ciertas condiciones: lo harían por etapas, e incluso él podría recorrer 10 veces más distancia que ella en cada una, pero ella arrancaría con 1000 metros de ventaja. Cuando él llegara a los 1000 metros y ella a los 1100, nuevamente repetirían la rutina: el recorrería 100 metros mientras que ella solo 10, y así sucesivamente. Patita Blanca, ni corto ni perezoso aceptó sin dudarlo y moviendo la cola de felicidad comenzó su preparación física.

El duelo playero, como todo duelo que se precie de tal, sería al amanecer, siendo Bienvenido Sin Malicia y Filipo los padrinos de Patita Blanca y Magallanes respectivamente. No sería posible elegir el tipo armas, había solo uno: las patas de cada uno.

Y llegó el día tan esperado: Febo asoma, mejor dicho se asomó... iluminando dunas y médanos, bosques de pinos y una pareja furtiva, resto de los mimos de la noche... incendiando con sus rayos el suave pelaje de Patita Blanca y las blancas plumas de Magallanes, mansamente mecidas por el viento del sur. Y comenzó la gesta, se largó la carrera. Cuando Patita Blanca llegó a los 1000 metros, a solo 100 de Magallanes, ya daba por ganada la batalla. Pero claro, ahí empezaron los problemas. Cuando llegó a los 1100 ella estaba en 1110... cuando llegó a los 1110 ella estaba en 1111... cuando llegó a los 1111 ella estaba en 1111,1... cuando llegó a los 1111,1 ella estaba en 1111,11... y así indefinidamente. Cuando Patita Blanca llegó a los 1111,1111111111 metros le cayó la ficha, hizo clic, se dio cuenta que nunca podría alcanzar a Magallanes, salvo en el infinito, si es que eso tenía algún sentido, como tantas otras cosas de la vida que había aprendido que no tenían ningún sentido. Como cuando una familia, antes de salir de vacaciones lo adoptó de cachorro en la veterinaria, para después al regreso abandonarlo, en medio de la noche, a la vera de la ruta, aunque los niños se habían encariñado con él... y él con los niños, pero ya no tuvo oportunidad de decírselos, se quedó hablando solo, ladrando a la luna.

Ahora Patita Blanca había sido burlado por una simple gaviota, y todo por no saber ni matemáticas ni física como la gente... o al menos como las gaviotas. Así que una vez abandonada la playa, caballerescamente perro y gaviota se dieron la mano, mejor dicho la patita y el ala, y mientras tomaban un refrigerio en el restobar Walpurgis (un restobar que se aparece donde uno lo necesita, alter ego del bar real donde esta historia fue concebida y redactada una melancólica noche de jueves poshalloween), Patita Blanca tomó una decisión trascendente, tan trascendente como el número Pi: estudiaría Física y Matemáticas hasta dominar el tema con los ojos cerrados y resolvería el misterio de su bochornosa derrota.
Y qué mejor lugar para estudiar que la UJSALG, la Universidad Juan Salvador Gaviota de California, donde estudió Magallanes, su vencedora. Claro, Magallanes le dijo que desistiera de ingresar en ese lugar, porque no se admitían perros. En realidad ninguna especie que no fueran las gaviotas, pero Patita Blanca no se dió por vencido, disfrazado de gaviota logró entrar y cursar toda la carrera. Claro, ustedes dirán que eso no es creíble, que esas cosas solo pasan en los cuentos de hadas 2D o en los dibujitos animados 3D, pues no, pasan, con matices, en la vida real.

Para sostener esa tesis de la cursada encubierto como gaviota, de la realidad superando la ficción, o al menos igualando o asemejándose a ella, si me permiten una disgresión, viajaremos en la máquina del tiempo a la España ocupada por los árabes en el siglo XII. La ciencia mahometana venía de marchitarse en Oriente, adquiriendo nueva fuerza en Occidente desde el siglo X. Esto comenzó en España, más especificamente en Córdoba y Toledo. En Córdoba, por ejemplo, en el año 970, por iniciativa de los califas Abderramán III y Alhakem, se fundaron una academia y una biblioteca.
Progresivamente se extendió por toda Europa occidental el interés y respeto por el conocimiento árabe. En ese escenario, un inglés, Adelard de Bath (¿1090?-1150), se cruzó al continente, se disfrazó de estudiante mahometano y asistió a clases en Córdoba. Uno de los resultados de eso fue que escribió un compendio de ciencia árabe titulado Cuestiones Naturales. Otros ingleses lo seguirían en esa tarea de traducción, como Robert de Chester (¿1110?-1160) y John de Hollywood, latinizado como Sacrobosco (1195-1256).
En ese momento se estaban traduciendo del árabe al latín una cantidad enorme de libros clásicos de Aristóteles, Arquímedes, Euclides, Apolonio y otros, para que sirvieran al mundo culto de la época en un lenguaje accesible. Durante su larga estadía en Córdoba Adelard de Bath, además de hábil en el arte del disfraz, lo era en el arte de conseguir copias de libros trascendentales para la ciencia. Consiguió una copia en árabe de los Elementos de Euclides, e hizo una traducción que fue la base de todas las ediciones europeas de Euclides hasta que en 1533 se halló el texto original en griego.
Pero Adelard no se detuvo ahí. Uno de los últimos y más importantes aportes que la ciencia mahometana le hizo a occidente fue el sistema de numeración "arábiga", que los árabes habían tomado de la India, incluída la notación "posicional". Y fue Adelard de Bath quien dio a concer el sistema cuando tradujo al latín la Aritmética de Alkirismi a principios del siglo XII. Posteriormente sería Leonardo de Pisa, en su libro Liber abaci (1202) quien lo recomendaría como más conveniente que el sistema romano usado en ese momento, ayudando así a su introducción. Lo mismo harían, en ese sentido, John de Hollywood (en sus textos de aritmética) y el rey de Castilla Alfonso X el Sabio (en sus tablas astronómicas publicadas con notación arábiga). Y todo eso comenzó por un inglés disfrazado de estudiante mahometano, casi como lo del perro que nos ocupa.
Volviendo a nuestra historia, Patita Blanca terminó exitosamente sus estudios encubierto como gaviota. No se dedicó a traducir libros como Adelard, pero resolvió el enigma de su derrota. Por supuesto, no sin lanzar al cielo unos cuantos insultos irreproducibles acá, dirigidos a Aquiles, a las tortugas, a las paradojas y sobre todo al filósofo y matemático griego Zenón de Elea (495-435 a.c.), donde quiera que resida hoy su alma.
Durante el tiempo de estudio en la UJSALG, un día Patita Blanca se enfrentó con su pasado. En un examen de física tuvo que plantear y resolver un ejemplo arbitrario planteado por él de encuentro de móviles. Era la oportunidad que la vida no le había otorgado aquella olvidable mañana. Ahora el duelo, al menos teórico, sería más justo. Y los corderos de su mente harían silencio de una vez por todas.
Acá están las dos hojas originales de ese examen, que Patita Blanca conserva como un trofeo de caza mayor. Notarán, por la notación y los datos utilizados, que convirtió la explicación en algo muy personal.


Y colorín colorado esta historia-presentación-cuento-enseñanza-justa deportiva-fábula casi se ha terminado. Resta una carta.
El día de graduación Patita Blanca recibió una carta que decía: "Felicitaciones. Más allá de tratar de filosofar sobre si las cosas que nos suceden son azar o destino, o si tienen o no un sentido, a veces, para bien o para mal, podemos tomar el control del destino y escribirlo, para nosotros o para los demás. El hecho es que si no hubieras caído en la trampa de la carrera imposible, ahora no sabrías lo que sabes sobre números y sobre el universo. Como puedes ver la trampa que te tendí fue por una buena causa..."
Firmado: Magallanes.