No es la primera vez ni el primero en criticar las políticas de igualdad desde el seno de la Iglesia, pero esta última ha sido la más ofensiva y sorprendente. Monseñor Francisco Javier Martínez ha afirmado durante una homilía, que luego ha reproducido, para que quede constancia, en la página web de la Archidiócesisde Granada, que detrás de la ideología de género que se imparte en la enseñanza hay, no sólo “una patología”, sino “una cortedad y una torpeza de la inteligencia”. Piensa el prelado que reconocer la igualdad de derechos en la mujer es patológico porque “no reaccionamos igual, no pensamos de la misma manera y (…) perdemos el contacto con lo natural”. Y para subrayar su criterio, como si fuera un argumento de autoridad, el purpurado recordó lo dicho por un sacerdote amigo respecto de que Cristo había venido a este mundo a enseñar a distinguir “una patata de una rosa y un hombre de una mujer”. Menos mal que la Iglesia tiene estos intérpretes fidedignos de la voluntad de Dios que nos aclaran sus intenciones.
Al parecer, para el arzobispo lo normal y natural es la discriminación que, en muchos ámbitos, todavía soporta la mujer por el mero hecho de ser mujer. Lo normal y natural, aparte de constituir un rasgo de inteligencia, es mantener a la mujer supeditada al hombre y negarle una capacidad idéntica para desarrollarse como persona, en igualdad de condiciones y derechos.
No parece oportuno, por todo ello, que los representantes de esa patología eclesial dictaminen, sin que nadie se lo requiera, qué es normal y qué no. Máxime cuando, fruto de esas represiones patológicas a que someten el funcionamiento fisiológico del organismo, el colectivo clerical al que pertenece el señor arzobispo es el que más casos de pederastia y otros abusos sexuales comete en el mundo. Eso sí que es patológico y criminal, no que la mujer decida acerca de lo que le incumbe sin ninguna discriminación respecto del hombre. Lo que es una cortedad que ofende a la inteligencia es la consideración de la Iglesia sobre la mujer y no la libertad y los derechos que le son reconocidos por las leyes. Por más que le pese a monseñor y a toda la jerarquía eclesiástica. Amén.