Patrick Kavanagh (1904 - 1967): Hojeando la Ilíada de E.V. Rieu

Por Fruela
Como Aquiles tuviste por madre a una diosa,
pues sólo un semidiós podría ver
lo inmortal en las cosas mortales;
la lejana sorpresa asustada en el vuelo de un cuervo
o la luz de la luna
posada para siempre en un árbol.
En campos de rastrojo los fantasmas del grano
son los espíritus nobles que la imaginación atiende.
Nada muere, no hay espacios
vacíos en los campos mejor recolectados.
No fue debilidad humana si postraste
tu cuerpo en el surco de las coles –
roto el corazón con Príamo por Héctor ultrajado;
no sabías por qué gritaste,
fue la noche en que murió –
la más hermosa–horrible
noche de Octubre entre esas coles.
La intensidad que irradiaba
la Roca del Lejano Campo –después lo negaste–
era el semidiós viendo a sus hermanastros
bromear en la ladera fabulosa.
Ahora que acaba de aparecer mi edición de Kavanagh en Pre-Textos, traigo aquí el primer poema suyo que traduje, en 2001, tras descubrir una antología de Penguin en la biblioteca de Filología Inglesa de Salamanca (un sótano mortecino, cuando los ficheros seguían siendo de papel y no podías entrar a buscar un libro, sólo rellenabas una solicitud y esperabas a ver si aquello coincidía con esto).