Hay días en que me avergüenza tener que definirme como miembro de un Estado que no me representa, de una nación que supuestamente integra pero que en realidad desintegra, de una patria que me vendieron de pequeño, o de un pueblo que no es tal. Eso por no hablar de la supuesta pertenencia “espiritual” a algo llamado Unión Europea, que no lo es más que para el lucro de unos pocos a costa de la miseria de los demás. Desde su origen, además.
Es por eso que no puedo ser patriota, ni sentir orgullo de mis compatriotas. Es por eso que soy patriota.com de los que me piensan y me sienten como soy, y no de lo que supuestamente debería ser o sentirme. Es por eso que a veces en la red surgen verdaderas lealtades que nada tienen que ver con la pertenencia o el origen. Es por eso que me identifica como una patria el pensamiento y el sentimiento de tantas y tantos que admiro y quiero, sin necesidad de tener que haber nacido en un lugar determinado.
Es por eso que reniego de los supuestos patriotismos de quienes nos conducen al abismo. Es por eso que claudico ante la supuesta homogeneidad que nos imponen como norma. Es por eso que me niego a odiar a “los otros”, porque yo soy de los otros, mientras “los nuestros” simplemente se hacen odiar, y los odio por merecimientos propios. Es por eso que renuncio a los odios heredados (y enseñados) respecto a las personas de tantos lugares, y retomo el odio a “los nuestros”.
Es por eso que me convierto en patriota.com, y renuncio a tantos de mis supuestos compatriotas, que en nombre de las miserias de las mayorías supuestamente democráticas ayudan a mi pérdida de derechos.
Esto es: los derechos me los quitan; de las supuestas identidades con las que nací me despojo voluntariamente. Hay diferencia.