Servidor, como andaluz, empieza a estar hasta las narices de que esta tierra sea siempre el saco de los golpes, el muñeco de pim pam pum al que disparan todos los políticos demagogos de allende Despeñaperros para justificar su propia incompetencia o desviar la atención de los zulos financieros en los que esconden los billetes de quinientos euros, procedentes del cohecho y el expolio de las arcas públicas. Como si los andaluces no tuviéramos ya bastante con nuestros propios políticos, cada cierto tiempo tenemos que aguantar las ofensas segregacionistas de los nacionalistas periféricos, campeones del latrocinio, o el desprecio clasista de la vieja derecha capitalina.
La última en apuntarse a esa práctica tramposa e indecente ha sido Cristina Cifuentes, la presidenta madrileña, del ala oxigenada del pepé, quien ha asegurado que la Comunidad de Madrid paga la sanidad, la educación y otros servicios básicos de los andaluces, olvidando que en España no tributan los territorios, sino los contribuyentes y que muchas empresas, como las grandes entidades de los sectores energético, turístico o petrolero, obtienen sus beneficios en Andalucía, pero tienen el domicilio fiscal en Madrid.
Tanto censurar el discurso rufianesco del charnego agradecido en la sesión de investidura de Rajoy para plagiárselo después de manera indecorosa, aprovechando que el Genil baja de Sierra Nevada y que los andaluces parecen tener siempre puesta la cara para recibir las bofetadas.
De la calle Génova -no recuerdo si antes o después de que arreglaran la sede con dinero negro- nos llegó también el pitas pitas de Esperanza Aguirre y el insulto de Ana Mato a los niños andaluces, -y de paso a sus padres y profesores-, a los que definió como “prácticamente analfabetos”. Tiempo después mostró su preocupación porque esos mismos niños estuvieran en clase “tirados en el suelo”.
Y no le faltaba razón, los chiquillos habrían estado mucho más cómodos en los asientos de cuero del Jaguar que la trama Gürtel le regaló a su marido. Y ya puestos, los bolsos de Vuitton de la sra. Mato les habrían venido de perlas para meter los donuts y el libro de mates.
Me consta, porque la conozco bien, que Madrid es una ciudad extraordinariamente abierta, integradora y solidaria, pero ello no obsta para que en determinados ambientes de la capital subsista el cliché del andaluz simpático e inconstante, vago y subvencionado, que tapa la realidad profunda de una Andalucía seria y trabajadora, ambiciosa e inconformista, que huye del tópico, pero no se lleva los flashes.
Las declaraciones patosas de Cristina Cifuentes sólo contribuyen a embarrar el terreno de juego y a perpetuar injusta e innecesariamente el agravio.
Y muestran, de paso, que el patriotismo, para algunos, no es más que un paraguas enorme con el que intentan protegerse de sus propias miserias.