¿A nadie le preocupa que un personaje como Patxi López, que representa a la perfección el ejemplo de lo que realmente es la inmensa mayoría de los políticos, unos tipos que hoy dicen una cosa y mañana la contraria con toda tranquilidad, vuelva a tener un cargo de máxima responsabilidad cuyas decisiones afectarán a millones de españoles?
Como Antonio Miguel Carmona, Patxi López es otro farsante que ha conseguido hacer de la fidelidad a un partido político un modo de vida muy bien retribuido. Un arribista que ahora parece el nuevo amiguete de un Pablo Iglesias al que no hace mucho tiempo despellejaba a placer en cada meeting, siendo aplaudido por los mismos socialistas que hace unos meses se mostraban encantados de pactar con Podemos para legar al gobierno. La tendencia en la política española es que cada generación nueva que llega es significativamente peor que la anterior. Y casos como el de López, siendo malos, son ampliamente superados por ejemplos como el de su nuevo amiguete, Pablo Iglesias y su amante la “adultocéntrica” Irene Montero que ha llegado a ministra sin otro mérito que ser la amante de su jefe de partido. Nos gobierna un ejecutivo y un grupo de asesores que no son otra cosa que una escombrera moral de la peor especie.