Hoy en día, tras 27 años, el espectáculo no pierde ni un ápice de su poder evocador y de su belleza estética, en su pretendido afán por dotar al conjunto de una continuidad y un carácter secuencial donde el canto llano de la liturgia de la misa ordinaria y del propio del tiempo se alterna en natural connivencia con la polifonía. Conformado por obras de diversas épocas en su mayor parte de Andrea y Giovanni Gabrieli (tío y sobrino, respectivamente), asistimos a una gran variedad de formas musicales y muy diversas combinaciones instrumentales, convocándose en total un coro de 11 voces, íntegramente masculinas, y un conjunto de 15 instrumentistas entre violín, viola, cornetas, trompetas, sacabuches, bajón, tambor y dos órganos positivos. Un auténtico tour de force y algo insólito de ver actualmente en los escenarios.
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