Ilustradora y autora gallega emergente que ha convertido su estilo “cuqui” en una marca personal dentro del cómic contemporáneo
Por: Alberto Berenguer / Instagram: @tukoberenguer; @delecturaobligada
En obras tan distintas como Miquits y El duelo se cruzan dos universos aparentemente muy distantes como la fantasía mágica y la experiencia más íntima y dolorosa. ¿Cómo consigue que su estilo, tierno y cercano, se adapte con naturalidad tanto a la aventura de unos gatos brujos como a la narración de la pérdida de una madre?
Creo que es algo que hago de forma intuitiva, la verdad, aunque lo tengo más fácil a la hora de dibujar algo autobiográfico. Al final, es dibujarme a mí misma, y estoy harta de verme, jeje. De hecho, una de las cosas que me preocupaba del estilo de El duelo, es que no se lo tomaran en serio por el estilo de dibujo, ya que muchas veces me han dicho que es “cuqui” e infantil. Me alegra que, a pesar de eso, conecte bien con el público.
Su primer fanzine se llamó Me das ansiedad, pero viéndole ahora con nominaciones, premios y un fandom fiel, ¿le sigue dando ansiedad publicar, o ya transformó ese miedo en motor creativo?
¡Para nada! La ansiedad sigue ahí y seguirá para siempre, me temo. Soy la persona más insegura del mundo y siempre me da pánico publicar algo nuevo porque mi primer pensamiento es que irá fatal. Creo que la clave para no darle muchas vueltas es que consigo disociar y no pensar en exceso en cómo puede ir. ¡Una tiene que comer!
Ha ilustrado álbumes como Wombo Combo o Mundo oculto o rescate do unicornio en gallego. ¿Qué cambia en su cabeza cuando ilustra para niñes frente a cuando dibuja sobre su vida adulta en tiras cómicas?
Me encanta dibujar para niñes, la verdad. Me permite experimentar mucho en formas, colores y exagerar las expresiones de los personajes. Cuando dibujo para elles, me toca rebajar un poco mi tono ácido y mi retranca galega, digamos, y ser más amable con lo que estoy dibujando y con cómo lo dibujo… ¡aunque siempre acabe siendo un estilo mono!
Como buena gallega que se declara amante de las meigas y del licor café, ¿hasta qué punto sus raíces influyen en su imaginario creativo? ¿Cree que Galicia se cuela inevitablemente en cada obra que firma?
Creo que sí, ya solo por mi obsesión con las meigas. Amo mi tierra y todo lo que la rodea, a pesar de que muchos políticos insisten en destruirla. Creo que por eso cada vez mi respuesta es más contundente: voy a pelear por mi querida Galicia, siempre, y haciéndola visible en todo lo que pueda a través de mis trabajos.
Añadir que me encantaría escribir o dibujar (o ambas, por qué no) un cómic que tratara sobre la mitología gallega. ¡Ojalá tener tiempo algún día!
Mencionó en otra entrevista que de niña pintarrajeaste el sofá con rotulador. Si hoy volviera a hacerlo, ¿qué dibujaría en él: una tira cómica de humor absurdo, un dragón celta o una de sus gatas meigas?
Te diría que una tira cómica para quedar de súperdibujante de tebeos, pero seguramente dibujaría de forma instintiva a mis meigatas, que son lo que más quiero en este mundo y mi zona de confort.
El duelo nació de un dolor muy íntimo. Si pudiera enviar una sola viñeta de ese cómic a la Paula de antes de escribirlo, ¿qué escena le mostraría para acompañarla en aquel momento?
Definitivamente sería esta. Fue la primera vez que la recordé al ver a una niña con su madre y no sentí envidia, si no una felicidad extraña, una especie de morriña, en el término más gallego posible pero, en vez de extrañar una tierra, la extrañaba a ella. Y eso se va a quedar siempre.
Está a punto de ver publicado El duelo en Estados Unidos. ¿Qué supone para usted que esta obra se traduzca al inglés y que lectores tan lejanos como los de California, Texas o Nueva York puedan verse reflejados en una historia nacida en Galicia?
Para mí es algo completamente marciano… ¡pensar que mi madre será conocida en EEUU, con lo que le daba miedo viajar! Me alegra que puedan conocer lo gran persona que era, aunque me entristece que sea en estos términos. Solo espero que consiga conectar con los lectores de allá tanto como fue con los lectores de España, y que pueda acompañar a mucha gente que se sienta sola.
¿Diría que El duelo es la obra que más satisfacciones le está dando en su trayectoria como autora?
A nivel laboral, sí. A nivel personal… preferiría no haber tenido que vivir nada de eso, obviamente, jeje. Pero está claro que a nivel de trabajo fue la obra que me puso en un rinconcito del cómic español. Le guardo mucho cariño y le debo mucho, pero es cierto que me apetece un poco desconectar de ella y explorar otras cosas, tanto a nivel autobiográfico como a nivel ficción.
En su faceta de ilustradora trabajó para editoriales grandes como SM o Anaya, pero también en proyectos más libres como fanzines. ¿Dónde siente que su voz es más auténtica: en los encargos profesionales o en el terreno autopublicado?
En lo autopublicado, por supuesto. Disfruto mucho trabajar para editoriales infantiles porque me ayudan a explorar nuevas formas de pensar y dibujar, pero volver a mis raíces, los fanzines o webcómics, me encanta. Últimamente es algo que estoy retomando y lo estoy disfrutando muchísimo.
La inteligencia artificial está inundando el sector creativo. ¿Siente que la IA es una amenaza que desvaloriza el trabajo de ilustradoras como usted?
Por supuesto. No voy a decir nada nuevo a estas alturas, pero la IA generativa se alimenta de trabajo de otros artistas de forma ilegal, roba nuestro trabajo y lo regurgita. No es más que una herramienta para precarizar el sector (aún más) y favorecer a la producción frente a la ejecución. A las empresas y algunas editoriales no les importa quién hay detrás ni la calidad del trabajo, solo vender rápido para obtener el mayor beneficio posible.
Si tuvieras que recomendar a una colega ilustradora para que los lectores la descubrieran ya mismo, ¿quién sería y por qué?
¡Esto es súperdifícil! Porque elegir solo a una es imposible. Pero mi corazón me dice que tengo que mencionar a una de mis mejores amigas, Belén Diz (en instagram, @belendizjuncal). Es una ilustradora muy curranta e increíblemente talentosa, y la gente no se hace a la idea de lo mucho que vuelca en su trabajo, ya no solo de ella misma, si no en tiempo y material. Se merece mucho más reconocimiento del que ya tiene, y que la gente valore el trabajo que da ilustrar con cosas como bolis bic o gouache, en una época donde estamos acostumbrados a la inmediatez y a las facilidades que nos da el trabajo digital.
Una alumna de 15 años me dejó boquiabierto con su storyboard sobre Lynn Margulis, una tarea que realizó para la materia que imparto de Biología y Geología. Sueña con dedicarse a la ilustración, ¿qué consejo le daría para empezar a abrirse camino?
Por desgracia, depende muchísimo de muchos factores: dónde vives, tu nivel socioeconómico que te pueda permitir estudiar o moverte, los algoritmos de las redes sociales… cada camino es muy personal, pero yo soy muy partidaria de empezar por lo básico: papel y lápiz. Te montas tu propio fanzine, sea un tebeo sea un sketchbook, y lo mueves por donde puedas. Si se tiene oportunidad de ir a algún evento de ilustración/cómic, ir hasta allí con algo que los editores puedan ver y tocar. Hoy en día considero que es muy difícil que, desde las redes sociales, te salgan oportunidades. ¡Viralizarse me parece dificilísimo!
Por supuesto también influye el factor suerte, pero ese por desgracia no hay forma de controlarlo.
¿Puede adelantarnos si está trabajando actualmente en algún nuevo proyecto?
¡Mi cabeza no para! Tengo un par de proyectos con dos guionistas, uno infantil y otro más adulto. A mayores, por mi cuenta estoy trabajando en el guion de un cómic autobiográfico que tratará del síndrome de la impostora que tanto me acecha. Y, a mayores, pero esto es soñar mucho, me encantaría retomar los webcómic, que al final es de dónde salgo yo. Tengo un proyecto y estoy dándole duro al guion… ¡solo me falta tiempo y dinero para sostenerlo!
Si resumiera su trayectoria en un “hechizo de meiga”, ¿cuáles serían los tres ingredientes indispensables que jamás pueden faltar en su trabajo como autora para cerrar la entrevista?
Cabezonería, dolor de espalda, y gatitos, sin duda.