Anales de una comunidad
La historia del judaísmo español en el medioevo es fascinante. Hace unos años comencé a interesarme en el tema, y cada vez más admirado descubrí lo rico y variado que es mientras reunía algunos apuntes sobre el tema. Hoy quisiera referirme al judaísmo de Cataluña; espero en el futuro, describir las demás regiones españolas, en donde la presencia judía fue notable. Y no importa de qué confesión pueda ser, aprovecho para desear al lector que me ha distinguido con su atención, un feliz y próspero año 1996.
Se sabe a ciencia cierta que desde la época visigoda había gran número de judíos en el país catalán. Y que de toda la península, es la región donde está mejor documentada su historia. Entre otras fuentes, el Archivo de la Corona de Aragón de Barcelona guarda gran número de documentos referentes al judaísmo catalán, mientras que en el Museo del Monasterio de Montserrat se pueden encontrar rollos del Pentateuco, páginas de Tehilim (Salterio) y del Libro de Ester, así como comentarios cabalísticos y registros de nacimientos, circuncisiones, bodas y entierros. Y en Poblet, considerado el monasterio mejor conservado de Europa, y donde los monjes mantuvieron relaciones amistosas con los judíos de la vecindad, se guarda una Hagadá de Pésaj que es toda una obra de arte.
Algunos testimonios de la época romana dan cuenta de la vida judía anterior en ciudades tales como Tarragona y Tortosa. Pero no es hasta el siglo XII que se puede hablar de una vida plenamente judía, cuando se crearon los calls de Barcelona, Gerona, Lérida y Tortosa. Es también entonces cuando los catalanes reconocen a los judíos como un grupo social propio, que se refleja en el primer código de Cataluña, Els Usatges de la Cort de Barcelona.
El entendido historiador Juan de Atienza afirma que se concedió a los judíos catalanes el derecho de estar en Cataluña como ciudadanos casi normales, lo que no era poco para aquella época. Se tiene conocimiento que la comunidad llegó a gozar de particular prosperidad y consiguió la consideración especial de los reyes, porque sabían muy bien de la gran importancia que tenía cuando era preciso colaborar en el desarrollo económico y cultural de sus reinos. Por otra parte, el historiador musulmán Al-Tarizi llamó a Barcelona "comunidad de príncipes y aristócratas", a lo que Torroba afirma que no lo diría tanto por su población cristiana, como por la enorme importancia de la judería que debía de conocerla bien.
Será durante el espacio de casi tres siglos que los judíos se dedicarán a la administración de la rentas reales, así como el funcionamiento general de la corte, y el ejercicio de la medicina. Tampoco se debe olvidar su amplia participación en el floreciente comercio marítimo de ese país. Fue durante el esta época que llegaron muchos judíos expulsados de Francia y Alemania, y particularmente de Provenza. Se puede afirmar que en el siglo XIII todas las ciudades grandes y medianas, y hasta muchas aldeas de Cataluña contaban con su propia judería, cuyos integrantes se dedicaban a varios oficios: sastrería, peletería y joyería, entre otros. Los judíos catalanes se vieron influidos por esa corriente inmigratoria, y dieron un tanto la espalda a la tradición del judaísmo arabizado del sur, volviéndose hacia las escuelas talmúdicas europeas. El estudio de la Cábala que llega de Provenza y se centraliza en Gerona, cobra mayor impulso y, a la par, se afianza la oposición a las teorías aristotélicas de Maimónides.
Un reciente estudio de J. Riera i Sans calcula que en el momento de mayor esplendor el número de judíos catalanes oscilaba entre diez y doce mil, o sea del 4% al 7% de la población, aunque en las grandes concentraciones urbanas llegaba hasta un 10%. Afirma que Barcelona era la mayor, con unos 4.000 hebreos. Ello lo reafirma en cierto modo un artículo publicado en octubre pasado en la bien documentada revista catalana “Sàpiens”, al indicar que de los 30.000 habitantes que esa ciudad tenía en el siglo XIII, el 10% eran judíos. Le seguían en importancia Gerona con 1.000; Lérida, 500; Tortosa y Cervera, 300 cada una. Más pequeños eran los calls de Besalú, Balaguer, Solsona y Tarragona, y aún menores Agramunt, Castelló d’Empuries, Montblanc, Santa Coloma de Queralt, Tárrega, Villafranca del Panadés, Manresa, Seo de Urgel, Vic, Falset y otras localidades. Y un historiador agrega otra nómina de ciudades y pueblos en los que habría juderías: Sarriá, Martorell, Tarrasa, Sabadell, Granollers, Caldas de Montbuy, La Roca, Moyá, Bagá, San Vicente dels Horts, Vilanova y la Geltrú, Cubellas, Piera, La Llacuna, Jorba y Calaf. Y uno no puede menos que preguntarse: ¿y dónde no?
La primera mitad del siglo XIV marca el auge de las juderías catalanas. En un principio, en la Corona de Aragón no se promulgaron leyes antijudías. Pero ya en el siglo XI se escuchan los primeros síntomas de una política encaminada a conseguir la conversión forzada de los judíos, en el círculo de San Raimundo de Peñafort, General de la Orden de los dominicos y confesor del Papa. En 1263, ese famoso sacerdote creó un programa para convertir a los judíos, y para ello estableció una escuela en donde se preparaba a los frailes elegidos para esa tarea que, entre otras asignaturas, aprendían hebreo. Parece ser que el antisemitismo llega a Cataluña por conducto de doctrinas heréticas: cátaras, valdenses y espirituales del siglo XII. Algunos dominicanos comenzaron a reclamar el examen de los libros hebreos, y entre ellos Ramón Martí y el apóstata Pablo Cristiá, que se había convertido en un rabioso antisemita. El clima ya no era tan propicio y el propio Rey Jaime (Jaume) I, siempre favorable a los judíos, tuvo que capitular ante las demandas de los poderosos dominicos.
Es así que la presión de la Iglesia no tarda en sentirse, con la natural decadencia de los diferentes calls. Esta situación comienza con la peste negra de 1348 y culmina con los terribles sucesos de 1391, cuando las masas encolerizadas por fanáticos llegados de fuera atacan a los barrios judíos, que desaparecen en Barcelona y otras ciudades catalanas. Todos los intentos de Juan I para restablecer el call de la Ciudad Condal no prosperan. Los judíos han perdido la confianza en las promesas reales. Quedan, eso sí, no pocos conversos, que siguen practicando su fe original contribuyendo a la prosperidad que se evidenció allí en el siglo XV. Buena prueba de ello es la oposición general a establecer la Inquisición en 1487. Se ha encontrado un testimonio histórico en los archivos de la capital catalana que dice lo siguiente: “Los hábitos creados por cuatro siglos de continuo comercio con todas las naciones civilizadas por una libertad y una seguridad personal nunca violadas impunemente, repugnaban aquel poder suspicaz, que cual una sombra de terror venía a mover sus ocultos brazos entre ciudadanos celosos de su independencia, artesanos orgullosos de su profesión, en una ciudad mercantil e industrial, y como tal amiga de tratar con partes diversas y poblada de tratantes de diversas partes. D. Fernando el Católico, que ni en esto ni en otros de sus actos más importantes manifestó conocer la índole de sus pueblos, y en especial de Cataluña, trajo a Barcelona esta institución”.
Pero como era algo inevitable, los consellers, antes de capitular, buscan un compromiso. Elevan sugerencias que "no se entregara a los herejes al braç secular hasta que se les hubiera dado la oportunidad de reconciliarse con la Iglesia y abjurar de sus errores. En ese caso no se les castigaría ni en los bienes ni en las personas". Era una sugerencia que deseaba mantener el carácter tolerante de, por lo menos, el sector más progresista de la ciudad. Pero los inquisidores, con el poder que tenían, ni siquiera aceptaron discutir esas propuestas.
Es interesante señalar el caso de una conocida personalidad local, Antonio de Bardaxi, que era regente del departamento catalán en la cancillería real, y quien había tenido que firmar la orden real sobre el establecimiento del Santo Oficio en Barcelona. En marzo de 1487, pocas semanas antes de concretarse ese temida medida, abandonó en secreto el servicio del rey y su ciudad natal, huyendo con su esposa e hijos a Francia. Este modo de proceder dejó atónitos a todos quienes le conocían como un buen cristiano, creyente y devoto. Entre otros que también lograron huir figura Juan de Sanct Jordi, antiguo secretario de Juan II. Su efigie y la de su esposa fueron quemadas en el auto de fe del 25 de enero de 1488. Muy unidos a ellos por lazos amistosos eran Jaime de Casafranca, tesorero real para Cataluña en el reinado de Juan II, y su esposa. Estos prefirieron quedarse y en 1505 fueron condenados a la hoguera.
Ya que se habla de Cataluña, convendría recordar que el apellido Catalán aparece con bastante frecuencia en Israel, y lo ostentan particularmente los oriundos de Bulgaria que, bien entendido, son sefardíes cuyo origen no parece quedar en tela de juicio.
A continuación una somera relación de calls catalanes de los que se ha podido obtener información. La nómina no incluye a Barcelona, cuya importante historia merece capítulo aparte.
Balaguer
Esta localidad catalana tuvo un pequeño pero notable call, que según se calcula tendría entre 100 y 150 almas. Se supone que la judería estaba en el Barrio Nuevo, y la sinagoga fue convertida en la Iglesia de Santa María del Miracle, tal vez en 1391, cuando los judíos tuvieron que refugiarse en el castillo para librarse de los ataques de sus vecinos.
Besalú
Uno de los lugares más pintorescos de Cataluña que albergó una importante judería, es este pequeño pueblo de la provincia de Gerona, famoso por su magnífico puente románico sobre el río Fluviá. A su lado está la mikve, el baño ritual muy bien conservado, y uno de los contados encontrados hasta ahora en toda España. "Pais aspre i antic", lo llama uno de sus cronistas. Evidentemente, se trata de una aldea que no parece haber cambiado desde la Edad Media. También se sabe que los judíos de Besalú fueron favorecidos por los condes de esa comarca, y que los condes-reyes de Aragón y Barcelona, habían continuado esta tradición. En definitiva, puede afirmarse que esta tierra fue todo un bastión de los judíos catalanes. Según Grau Besalú no habría tenido un call propiamente dicho hasta después de 1415. Antes los judíos vivían entremezclados con los cristianos, y sería entonces con motivo de la bula de Benedicto XIII, que se señalaron los límites de la judería, a alrededor de la sinagoga, donde está el "carreró dels Jueus, y la plazuela des Jueus.
Cadaqués
En este pequeño pueblo catalán del Ampurdán hay una calle que se llama del Call, aunque hasta ahora no se ha podido encontrar documentación alguna sobre la supuesta presencia de judíos. Lo mismo ocurre con la localidad de La Bisbal, si bien en este caso se supone que la judería debió ser muy pequeña. Más o menos como esta última habría sido la de Peralada, cuya calle del Call es la cuesta que trepa desde la plaza de Pont hacia el castillo. Igualmente, hay una calle del Call y una travesía homónima en San Feliu de Guíxols, de cuyos judíos tenemos noticias gracias a las investigaciones de A. Jiménez. Un caso curioso ocurre con la localidad de Vilajüiga, también el Ampurdán, cuyo nombre proviene de villa judaica. Pero nada se sabe sobre la eventual presencia judía en este paraje, aunque la tradición local afirma que la iglesia prerrománica que allí existe, y se conoce como "la Sinagoga", había sido una antiguo casa de rezo judío.
Castelló d’Empuries
Es conocido el hecho que hubo comunidades judías en toda la comarca. Nada queda allí de la posible comunidad judía, pero sí se pueden encontrar vestigios en Castelló. Y en la zona turística de Cadaqués. Existe también un viejo carrer dels Jeues, que formó parte de la judería primitiva de la plaza. De todos modos subsiste el recuerdo. Queda el portón de acceso a la judería, siempre a espaldas de la vieja iglesia, y las calles que con un poco de imaginación vuelven a estar habitadas por los hebreos, que con tanto empeño trabajan con ahínco para poder vivir en un ambiente que no le es particularmente favorable. Pero a veces resulta el más hospitalario del que hubiera podido existir en aquella época en toda Europa.
Cervera
Las primeras noticias del call de esta ciudad de Lleida corresponden al siglo XIII, aunque su crecimiento debió ser muy rápido pues en la época de Jaime II ya se había hecho necesario ampliar sus límites. De hecho hubo en esa ciudad dos juderías: el call jussà (inferior) y el call sobirà (superior), el primero dentro de los muros de la foratelaza y el segundo extramuros. En un contrato matrimonial (ketubá) de 1442 se indica que el novio procedía de Cervera y la novia de la fortaleza de Cervera; una descripción que confirma lo indicado previamente. Además, en el Archivo Histórico de la ciudad se conservan muchos documentos referentes a los judíos cerverinos.
Figueras
No eran muchos los judíos de esta ciudad catalana, que había sido un pequeño pueblo en la Edad Media. Sin embargo, autores catalanes indican la posibilidad de que hubiera allí un call. Estaría situado en la calle de Besalú, actualmente una importante arteria comercial, así como en la del Magre, bocacalle de la anterior, por donde estaría la sinagoga que existía en 1285. El historiador Rodeja expresa la opinión de que pudo haber un cementerio judío en el lado oeste del Parc Bosc, donde había una torrentera que se llamó antiguamente Correch dels Jueus.
Gerona
Uno de los principales calls peninsulares era el de esta capital catalana. Incluso tenía su propia Montjuich, que como en el caso de Barcelona, era el cementerio judío, tantas veces mencionado por el escritor José María Ginorella, en su libro "Los hombres lloran solos". Varias de las lápidas se conservan hasta el día de hoy en un museo local. La judería fue –como de costumbre- objeto del odio del populacho, ansioso de hacerse con las riquezas con tanto trabajo reunidas por los judíos. Pero no era suficiente el robo, era necesario matar también a sus propietarios, para que no pudieran presentar reclamación alguna ante los reyes, que por lo general, con mayor raciocinio, los defendían sabiendo el provecho que otorgaban el país con sus conocimientos, capacidades y esfuerzo.
Los anales hebreos de esa ciudad fueron reunidos en dos volúmenes de la obra Per a una História de la Girona jueva, publicada en 1988 por el Ayuntamiento. Se supone que fue la judería más importante de Cataluña después de la Barcelona, una impresión confirmada por muchos historiadores. Los judíos vivieron tranquilamente en Gerona durante mucho tiempo. Podían poseer propiedades, y en 1278 se impuso un impuesto del diez por ciento de los bienes inmuebles adquiridos de los cristianos. En 1258 Jaime I designó una comisión encabezada por Bonastruc da Porta (Najmánides), el llamado "jefe de los judíos", quien junto con sus ayudantes recibió privilegios especiales. Dirigía la comunidad un reducido grupo de fideicomisos (neemanim) y a partir del siglo XIV, por un consejo de una veintena de figuras principales de la comunidad, que disponía de sus propios juzgados.
Su principal problema residía en el marcado antagonismo del clero, y luego de la polémica teológica judeocristiana de Barcelona en 1263 aquél instó al populacho a atacar a los judíos, hasta tal punto que el monarca tuvo que enviar tropas para poner fin a esos disturbios. En 1276 y 1278 se repitieron esos ataques, y el entonces rey Pedro III amonestó severamente al Obispo Pedro de Castellanou. En 1285 ese monarca ordenó la ejecución de varias personas que habían participado en el despojo del barrio judío y la destrucción de la sinagoga.
La nómina de sus ilustres figuras es tan larga, que no se puede reproducir aquí. Existieron las famosas familias Gerondi, Saporta y ben Shehset, entre otras. Y mención especial ha de hacerse del ya citado Najmánides, que supo con tanta destreza defender su religión ante los embates de un fanático converso, que con su conocimiento de causa trató de imponer sus argumentos sobre los del famoso cabalista... y no lo logró. El rey Jaime I, que presenció este famoso debate celebrado en Barcelona, reconoció que jamás había escuchado una defensa tan cabal y sagaz, de "una causa errónea".
Lérida
Durante la dominación musulmana parece ser que la comunidad judía de Lérida (Lleida) no era grande y se dedicaba principalmente a la tenería. Pero a partir de la conquista cristiana, favorecida por la política real, fue creciendo paulatinamente en especial durante el reino de Jaime I, hasta alcanzar unas 500 almas: es decir, fue la tercera judería por importancia de Cataluña, luego de Barcelona y Girona. El barrio judío era una zona fortificada, conocida con el nombre de Coiraza. Se sabe que en los disturbios antijudíos de 1391 la sinagoga fue convertida en iglesia, pero se supone que habría quedado otra. Indícase que el antiguo call fue totalmente destruido, aunque en el período de 1400 a 1413 se habrían entablado negociaciones entre los judíos y las autoridades municipales para reconstruirlo. Los habitantes judíos recibieron facilidades económicas, excepción de impuestos y moratoria para rescatar sus deudas, con una amplia autonomía en cuanto a la vida comunitaria se refiere. Los historiadores están tratando ahora de definir aquellas partes de la ciudad en donde estaba el antiguo call. Pero con la Expulsión, dejó de existir esa judería. Cabe señalar, que poco antes se había establecida una "filial" de la temida Inquisición en esa ciudad catalana, a pesar de la oposición de algunos círculos liberales, que nada pudieron hacer frente a la decidida actitud de los todopoderosos inquisidores.
En cuanto se refiere al cementerio, se ha precisado con exactitud donde se encontraba: dentro del ensanche de la ciudad actual, entre las calles Vallcalent, Ciutat de Fraga, Joan Baiget y plaza Missions. Indícase que en 1870, entre las sepulturas allí encontradas, se halló en un dedo del esqueleto un anillo de oro con la inscripción en hebreo del nombre Groig, muy común entre las judías catalanas. Ahora es guardado en el Museo Arqueológico, y para el investigador D. Romano es "la mejor de las joyas hebraicoespañolas conocido". Pero parece ser que había otro beit almim, ya que en una carta de 1353 Pedro el Ceremonioso ordena que se asigne a la comunidad un terreno para cementerio, porque el que existía ya era pequeño para sepultar a las numerosos víctimas de la peste negra.
Manresa
En esta ciudad catalana a orillas del río Cardoner todavía existe la Baixada des Jueus, que baja del ayuntamiento hacia la plaza d’en Creus. Parece ser que esa calle se llamó oportunamente del Call, y antes aún, Grau dels Jueus. También se ha revelado que en el subsuelo del actual ayuntamiento, se halla la Curia del Veguer y Batlle, que la calle o grau dels jueus tenían dos puertas, una por la parte de la plaza y otra en la calle de Na Bastardes.
Montblanc
Otra aldea catalana que habría tenido su propio call, según lo afirma el historiador Riera. Pero no ha quedado vestigio físico alguno de su presencia, salvo la angosta calle llamada dels Jueus, con un arco en punta en medio de ella que, según se opina, hubiera servido para cerrar la judería en una emergencia. Se sabe que una de las dos sinagogas que habría en esa localidad fue convertida en 1311 para erigir el monasterio de Santa María de la Serra, de las monjas de Santa Clara. El cementerio hebreo, creado en un terreno donado por el rey, estaría en una viña antes de llegar al río Francolí. Sin embargo, se ha podido saber que el gran dirigente judío Shelomo ben Adret, que participó en la dirección del call de Barcelona, y defendió los intereses judíos en el reino de Aragón, en los últimos años de su vida (1306) todavía intervino, para anular un privilegio concedido a un converso sobre las rentas del matadero judío de Montblanc.
Santa Coloma de Queralt
Esta ciudad catalana habría tenido unas 50 familias judías, que dependían la mitad de la nobleza y la otra mitad del rey. El llamado carrer dels Quarteres, previamente carrer del Jueus, contaba con varias casas conservadas de la presencia hebrea, una de las cuales habría sido la sinagoga. También se conservarían restos de la escuela judía local así como del hospital judío.
Por otra parte, y según un documento de 1327, dado a conocer por J. Segura en Jochs Florals de Barcelona 1885, se indica que dos judías de la localidad, Ester Cabrit, y su hija Astrugona Zaporta, ambas viudas, asumen plena responsabilidad por el mantenimiento de los dos hijos de esta última, y que se ocuparán de su instrucción in Lege hebraica, abonando los honorarios que correspondiere a sus maestros. Esta obligación demuestra la importancia que concedían los judíos de todas las clases a la enseñanza de sus hijos, un precepto que se viene repitiendo a través de los siglos en toda la Diáspora judía.
Seo de Urgel
Como otras ciudades catalanas, Seo de Urgen tiene su carrer dels Jueus, lo que da fe a la existencia de una judería local. No queda ningún rastro de la sinagoga, pero se tiene constancia que en mayo del fatídico 1391 los judíos locales pidieron permiso al obispo para construir una nueva sinagoga, en lugar de la antigua que ya se estaba desmoronándose. No se cree que pudiera terminarse, ya que tres meses más tarde toda Cataluña –como la mayor parte de España- fue testigo de terribles pogroms antijudíos.
Solsona
Parece ser que no hay ciudad catalana de cierta importancia que no tenga un pasado judío. E. Riu y Cabanas, en su obra sobre la aljama local, dice que contaba entre 100 y 150 personas, recuerda que muchos fueron los que perecieron por la peste negra, además de las víctimas causadas por tumultos antijudíos. Y afirma que había existido una calle de los Judíos, conocida hoy con el nombre de San Pablo, que sale del ayuntamiento hacia cuesta abajo.
Tarragona
Desde una época remota hubo judíos en esta capital catalana. Afírmase que con toda seguridad su presencia se remonta a la época romana y que el geógrafo El Idrisi la habría llamado "ciudad de judíos", lo que permite suponer que los hebreos se dedicaban al comercio, compartiendo con los demás habitantes las responsabilidades de la defensa de esta plaza fuerte. En 1311 se indica que se ordenó la confiscación de los bienes de algunos judíos tarraconenses, por la sospecha de haber participado en la conversión al judaísmo de dos cristianos alemanes. Además, una de las sinagogas de esa ciudad fue convertida en iglesia. Esas penas tan severas se repitieron cuando llegaron los desterrados de Francia en 1320 y 1321. Además de renovarse la aquella cuestión, se agregaron nuevos casos de aceptación de arrepentidos. Algunos hebreos recibieron elevadas multas y otros huyeron. También salvó su vida un judío vecino de Valls, que había recibido en su casa a uno de los arrepentidos. El judío había sido condenado a la última pena y su casa debía ser quemada, pero al huir aquel el rey se apropió de su hogar "para fines más útiles"
Es en Tarragona donde se halló una lápida hebrea que afírmase sería la de mayor antigüedad de España, actualmente expuesta en el Museo Sefardí de Toledo. El museo local conserva otra lápida menos importante, pero igualmente instructiva, hallada en 1950, que estaría en el frontispicio de una fuente pública en alguno de los barrios judíos –parece ser que hubo hasta tres- y que llevaba una inscripción en hebreo, así como un escudo en relieve de las cuatro barras catalanas. En la catedral se expone el retablo de la Virgen de Guerau Gener y Lluis Borrasà, en donde pueden verse varios judíos de la época, además de Moisés con las Tablas de la Ley, acompañado de profetas. Y detrás del coro de ese templo hay un mural del siglo XIV, en el que están representados unos judíos con la vestimenta obligada de la época.
Tárrega
En este pueblo de la provincia de Lleida, donde vivió el poeta y escritor en catalán Moshé Natán, apenas si se tiene noticias anteriores al siglo XIV. Según datos obtenidos del Archivo Municipal, en 1357 habría más de 200 judíos. Se sabe que la sinagoga estaba en una zona frecuentemente inundada por las crecidas del río Dondara, hasta quedar totalmente arruinada. Aparentemente ante un pedido de la comunidad, el vicario general del obispado de Vic, diócesis a la que pertenecía esa localidad, autorizaba en 1346 la edificación de una nueva sinagoga, a condición que la puerta de acceso no fuera visible desde el barrio cristiano. En el sitio de internet de la localidad se puede leer que “la comunidad judía de Tárrega tuvo mucha importancia hasta que en razón de conflictos diversos dieron lugar al asalto e incendio del call en que perdieron la vida 300 judíos en el año 1349”.
Tortosa
Esta ciudad catalana tiene un rico pasado judío. Cuando fue conquistada en diciembre de 1148 por Ramón Berenguer IV, donó a la comunidad un campo para la construcción de sesenta viviendas, así como huertos, viñedos y otros campos de labrantío que habían sido propiedad mora. No es de extrañar, por consiguiente, que en esa época el call de Tortosa figuraba entre los mayores de Cataluña. Como en toda la península, sufrió no poco de los sangrientos pogroms en 1391, y en 1414 se celebro allí la famosa disputa que presidió el propio Papa Benedicto XII, antes Pedro de Luna, nativo de esa ciudad.
Siempre se ha considerado que el call estaba en el barrio de Remolins, situado al nordeste de la ciudad y al pie del presente Parador. Lo que se sabe es la antigua sinagoga fue confiscada por la ciudad durante la Expulsión y vendida en 1493. Asimismo se dice que el cementerio o Fossar dels jueus estaba no lejos del call, pero no se ha podido precisar el lugar. Las lápidas que allí hubiere habrían sido empleadas, como fue en muchos casos, en la construcción de nuevas casas. Es lamentable que no sólo se haya condenado a los vivos a un terrible destierro, sino también a los muertos, desapareciendo su memoria por completo.
Valls
Esta ciudad, por ser importante para el comercio catalán al estar situada en el camino de Tarragona a Lérida, y capital del Campo Alto, tuvo un nada despreciable call. Existe documentación sobre la labor realizada por los médicos judíos, principalmente en un artículo de Secall Güel "Els metges jueus de Valls", publicado en 1978. Dícese en la judería había un arco con un portón para cerrarlo cuando la necesidad lo imponía. Pero lo que queda es una calle llamada des Jueus, y la travesía del Call. El pogrom de 1391 fue horroroso, pero la judería adquirió renovado vigor entre 1423 y 1472.
Vic
Dícese que tanto en esta localidad, como en otros pequeños pueblos catalanes, se consignó hacia fines del siglo XIII una importante afluencia de hebreos, quienes como consecuencia de haber sido apartados de sus cargos administrativos, comenzaron a abandonar las grandes ciudades como Barcelona. Se han encontrado documentos de que en 1277, en la época de Pedro III, se autorizó a los judíos de esa ciudad catalana construir una sinagoga, a cambio de dos áureos de tributo supletorio, "de oro bueno y justo peso". Se sabe que parte de la judería pertenecía a la casa de Moncada y al obispado. Asimismo, se supone que el call se encontraría alrededor de la actual plaza de Montrodón y la calle d’en Guiu. Pero en el pogrom de 1391 desapareció por completo.
Villafranca del Panadés
Testimonios reunidos por el erudito local A. Massanell i Esclasans, indican que esa ciudad barcelonesa contaría en 1325 con una importante judería, que sumaba entre 270 y 300 personas. Afirma el estudioso que ésa fue su época de mayor esplendor, y que en 1350, dos años después de la peste negra, habría quedado reducida a unas 40 familias. Extramuros estaba el Montjuich local, que era el cementerio judío, y no lejos habría un aldea que se llamaba Pobla del Jueus. @ 1996 Frank Paya