Payasos

Publicado el 04 junio 2013 por Pepecahiers

 Un hombre va al médico. Le cuenta que está deprimido. Le dice que la vida le parece dura y cruel. Dice que se siente muy solo en este mundo lleno de amenazas donde lo que nos espera es vago e incierto. El doctor le responde "El tratamiento es sencillo. El gran payaso Pagliacci se encuentra esta noche en la ciudad. Vaya a verlo. Eso lo animará". El hombre se echa a llorar. Y dice "Pero, doctor... yo soy Pagliacci.

(WATCHMEN)

Es curioso, como un concepto que ha sido configurado para un fin ciertamente loable, produzca en no pocas ocasiones el efecto contrario. Esto le sucede con frecuencia a los payasos, cuyo objetivo es provocar la risa, sobre todo de los niños, pero que, sin embargo, se han constituido como un icono inquietante, muy entroncado con el terror, quizás demasiado. Los motivos de semejante efecto pueden ser diversos, entre ellos el más poderoso sea el retorcer algo aparentemente inocente hasta moldearlo de forma perversa. Es cierto que el payaso incrementa su índice de malevolencia en virtud de su maquillaje. A más colorido, mayor inquietud produce. Puede ser que tenga alguna relación atávica con las pinturas de guerra, diseñadas para causar impresión y miedo en el enemigo. Es posible que por ese motivo el payaso llamado Augusto, el que hace "reír" más a los niños, sea al mismo tiempo el que produce más miedo.  Tal vez sea por eso por lo que los conocidos payasos de la Tele, Gaby, Fofó, Miliki..., hayan sido considerados por el público infantil y adulto como los más entrañables, por ser evidente su maquillaje escaso, apenas una nariz, peluca y zapatones, sin pintura añadida. Cuando era niño me consideraba un incondicional de ellos, en contraposición al efecto que me causaba el que se tenía por el mejor payaso del mundo, Charlie Rivel, que, sin producirme miedo, si que parecía ocasionarme cierto desconcierto, causado seguramente por aquellos aullidos que emitía, más propios de un licántropo que de un clown al uso. Sorprende sobremanera la estrecha relación que mantuvo Rivel con el Tercer Reich y el llamativo hecho de ser definido en su día como el bufón de Hitler. Pero eso es otra historia, aunque, hablando de ese lado perverso del payaso, no hay que olvidar a John Wayne Gacy, quien violó y mató a 33 jóvenes entre 1972 y 1978, siendo declarado culpable y ejecutado el 10 de mayo de 1994 en la penitenciaría Stateville.

El cine no ha sido ajeno al fenómeno y, aparte de su adaptación de la historia de Gacy, nos ha ofrecido una extensa galería de payasos a cual más inquietante. Tobe Hooper y Steven Spielberg así lo debieron pensar cuando le dieron un papel primordial a un muñeco ataviado de payaso en "Poltergeist", en uno de los momentos más turbadores del film. Tan poderoso icono fue capaz de ofrecer más desasosiego que los propios muertos levantados de sus tumbas. Tim Curry ofreció otra caracterización de payaso de lo más sugestiva en "It", adaptación televisiva de un relato de Stephen King. El protagonista de "Zombieland" tiene un miedo cerval a los clowns, de manera que, cuanto tenga que enfrentarse a uno, que además de su condición es también un muerto viviente, para salvar a la chica de turno, será algo más que un simple desafío en su carrera por la supervivencia. En la delirante "Payasos Asesinos del espacio exterior" se opta por este tipo de personajes para ofrecer una visión festiva de los extraterrestres invasores, una especie de gamberros galácticos repletos de bromas muy pesadas y ciertamente mortales. El Capitán Spaulding es un payaso que regenta una especie de museo de los horrores y que será la puerta hacia el infierno de una familia de psicópatas en "La casa de los 1000 cadáveres", del por sí siempre inquietante Rob Zombie. A John Leguizamo se le fue la pinza en la interpretación del clown Violator en "Spawn", una especie de reverso infernal de la figura del ángel Clarence de "Qué bello es vivir". Hay muchos más personajes que han ofrecido ese lado oscuro del payaso, ese aspecto morboso del maquillaje y la nariz roja, que a buen seguro le parecerá impropia a los buenos profesionales que se ganan la vida haciendo reír a los niños. Ellos no tienen la culpa de representar un personaje que se presta como un guante al género del terror. 
Para concluir les dejo una galería prodigiosa de ilustraciones de Mariano Villalba, que desde luego no ayudará demasiado en restituir la buena fama de los payasos.