Paz Castelló: Mi nombre escrito en la puerta de un váter

Publicado el 18 julio 2017 por Libros Prohibidos @Librosprohibi2

Excesivo uso de las descripciones

Mi nombre escrito en la puerta de un váter es una obra de suspense ambientada en el mundo editorial y la sociedad del espectáculo. Narra la historia de Mauro Santos, un escritor fracasado a cargo de una librería de barrio, que mantiene una relación fraternal con una antigua compañera de colegio y con su hija. Por otra parte, escribe como negro literario para una famosa y despiadada estrella de la televisión.

La obra está dividida en dos partes bien diferenciadas, y conceptualmente esas dos partes responden al antes y al después de un acontecimiento sumamente importante en el desarrollo de la trama. Está escrita con corrección y la edición es manejable y pulcra. La obra emplea una tercera persona que oscila entre el narrador equisciente de percepción limitada y el narrador omnisciente, situando alternativamente el punto de vista en los distintos personajes principales y secundarios que aparecen a lo largo de la obra, pero inmiscuyéndose en percepciones o impresiones de contexto de los personajes que en cada caso orbitan a su alrededor. Sin embargo, ello no impide que el lector se forme una idea apropiada de lo que la autora pretende transmitir.

Generalmente suelo comenzar las reseñas destacando los aspectos positivos, y dejo para el final las cuestiones que (en mi opinión) podrían ser susceptibles de mejora. Sin embargo, en Mi nombre escrito en la puerta de un váter hay un problema fundamental en las descripciones que salta a la vista desde los primeros párrafos y se mantiene durante toda la narración. Se trata del empeño de la autora en explicar absolutamente todo. Cada imagen, cada pensamiento de cada personaje en cada momento, la ropa que llevan puesta, sus rasgos físicos, su biografía personal, cada objeto que puebla cada encuadre, cada movimiento físico está cartografiado con un detalle propio de un pintor hiperrealista:

Hacía quince años que el inspector Gutiérrez no compraba nada para un bebé. Le pareció que en todo ese tiempo, lo relacionado con la puericultura había cambiado mucho, tal vez demasiado, Cuando sus gemelos eran pequeños las cosas parecían más sencillas. Los chupetes no se esterilizaban [...] Además, de esas cosas solía encargarse su mujer. [....] De forma tácita, su mujer había adquirido ese tipo de responsabilidades, como él la de sacar la basura o pasear al perro. [...] La dependienta tenía la teoría de que la gente regala demasiados utensilios y ropa para el recién nacido, y se olvidan de que los bebés crecen muy deprisa y pronto todo queda en desuso ocupando espacio en algún trastero.

Si advertimos que (en el ejemplo citado) el inspector Gutiérrez es un personaje secundario, que aparece en la segunda mitad de la novela y cuya función se reduce a guiar al lector a través de determinadas pesquisas policiales y así mostrarle el desarrollo de los hechos, podemos entender que tanto su opinión como la de la dependienta con la que se encuentra, acerca de los regalos para un recién nacido, es del todo irrelevante para la trama.

Mi nombre escrito en la puerta de un váter se sostiene porque la técnica narrativa es correcta en el plano formal, y porque el contenido es original e interesante, pero explica más, muchísimo más, de lo que el lector necesita saber para seguir con la lectura, dando lugar a un texto de ritmo lento (lo cual agrava el problema si lo que se está escribiendo es un thriller policiaco que coquetea con la novela negra) y sobrecargado de detalles del todo innecesarios, que entorpecen la lectura.

De esa dimensión híper descriptiva se desprende otro problema, y es que la dimensión moral de los personajes y el rol que juegan en sus respectivas interrelaciones personales queda demasiado claro desde el principio. En ese sentido, no hay lugar para la sorpresa, ya que es la propia autora la que se ocupa de explicarle una y otra vez al lector el tipo psicológico de sus protagonistas, y también cómo han llegado a ser lo que son, y por qué hacen lo que hacen.

Una lectura interesante

Pese a todo, Mi nombre escrito en la puerta de un váter merece una lectura. Plantea una trama hasta cierto punto compleja y la resuelve con elegancia y originalidad. Si bien no ahonda en cuestiones sociales o políticas, sí tiene un trasfondo muy interesante en lo relativo al mundo de la comunicación, la función social del periodismo o la telebasura, y también expresa con acierto las ambigüedades que encierra el mundillo editorial. No tiene miedo de mostrar realidades más o menos ocultas como puedan ser el mundo de la prostitución (aunque en este caso las cargue de tópicos), y mantiene la tensión narrativa hasta las últimas páginas del libro. Las tramas y las subtramas se cierran con acierto y sin dejar cabos sueltos. El manejo de los respectivos espacios que ocupa cada personaje es correcto, y la distribución de los tiempos es acertada.

Si bien la técnica narrativa no es prodigiosa, el manejo del lenguaje es adecuado y cumple con los requisitos mínimos de una obra literaria. Distingue bien entre la formalidad de la narración y los aspectos coloquiales del diálogo, aunque ese afán descriptivo también alcanza a las voces de los personajes. No hay repeticiones ni giros extraños en la narración, y la autora muestra un sobrado conocimiento de la lengua.

En el aspecto formal, exceptuando ese problema con las descripciones, la narración es correcta. Y en lo relativo a los contenidos, Mi nombre escrito en la puerta un váter es original y está bien desarrollado. Da la impresión de que la autora (es una impresión personal) tuviera miedo de que el lector no llegara a entenderle, y por ello se esforzara tanto en mostrar cada detalle. Sin embargo, termina dando lugar a una lectura difícil, en ocasiones aburrida y lenta, que lamentablemente oscurece un planteamiento sin duda original y llamativo.