Paz Martín-Pozueloconsigue aquello que se propone al iniciar el camino de la ausencia del silencio, pues sus palabras son ese altavoz que otras mujeres no llegaron a encontrar, y que ella, atenta y tenaz, ha rebuscado en el fondo del cofre de sus recuerdos. Recuerdos de niña silenciosa, de joven inocente y de mujer valiente que al alcanzar ese zenit de la vida donde ya casi nada importa, salvo aquello que de verdad es importante, se muestra decidida a dar voz a esas personas atrapadas por el sello milenario que enmudece al mayor de los ecos y se resigna al silencio. Esa recuperación de las costumbres y la transmisión oral de los sentimientos y del último significado de la vida, son como esa llama que se apaga y se vuelve a encender en ese infinito juego en el que la palabra siempre es el testigo de la humanidad. Ahora que parece que se nos quiere imponer la palabra-tecla por encima de la palabra-rasgo, en estos cuentos aún somos capaces de acariciar ese dibujo que las palabras trazan sobre una hoja de papel que, según van avanzando, buscan la última certeza de la vida, como si todo se redujera a el más hermoso de los milagros.
Ángel Silvelo Gabriel.