Todo fue vía un chat familiar (tíos y primos) que tenemos en Whatsapp, que es muy ameno. Te enteras de lo que hace todo el mundo, cuando entran, salen, lo que comen, si están malos y si ya se han recuperado. De vez en cuando hay bombardeo de fotos, que saturan el móvil, y 'discusiones' súper graciosas. Y así fue, mi prima Nuria estaba diciendo a su madre que quería más su hermano porque le había hecho no sé qué plato de comer. Y mi tía, reivindicando que quiere por igual a sus dos hijos, argumentó diciendo que a ella le había hecho unos días antes Pollo Caramelizado.
En medio de esa 'discusión' familiar, tuve que intervenir para pedirle a mi tía que me enviase esa receta, porque solo con el nombre, ya se me hacía la boca agua.
Y mi tía Mª Jesús, que es más dulce y buena que nadie, me la envió enseguida. Un millón de gracias tía. Aquí va...
- 3 pechugas de pollo enteras y sin hueso (también se puede hacer con pavo)
- 2 cebollas, 3 si son medianas
-Harina para rebozar
- Sal
- Pimienta
- Medio vaso de vinagre de vino
- Medio vaso de azúcar
- Medio vaso de agua
- Aceite de oliva cantidad suficiente como para freir las pechugas.
Preparación:
Cortamos las pechugas en trozos gruesos, como si fueran pechugas pequeñitas, las salpimentamos y las rebozamos en la harina.
Las freímos despacito en el aceite de oliva, no hace falta dejarlas mucho tiempo porque luego van a dar un hervor en la salsa. Las sacamos del aceite y reservamos.
En ese mismo aceite, freímos la cebolla, previamente cortada en juliana, a fuego medio para que no se queme, dándoles vuelta despacito hasta que esté bien pochada.
A continuación, le añadimos a la cebolla el vinagre, el azúcar y el agua y lo dejamos que cueza hasta que vaya reduciendo y tomando la cebolla el color de caramelo. Cuando está en este punto, incorporamos las pechugas y las dejamos que den un hervor, muy poquito.