Pedro González Blanco director de Latomia y su libro Masonería

Por Vguerra
Desde que conocí el trabajo y la personalidad de Pedro González Blanco, siempre tuve en mente en hacer algo para que su figura y su trabajo fuera conocido, y ha llegado la ocasión de presentar la re edición de un pequeño libro que el escritor y francmasón luaunquín realizó, supongo que con la idea de dar a conocer campos abiertos a la especulación investigativa.
Por ese motivo cuando me encontré con este viejo texto muy raro y hasta casi podría decir que es inencontrable no dudé en su re edición a través del apoyo que me ha ofrecido la Editorial Masónica.es, aporto pues parte del trabajo introductorio para un mejor conocimiento del libro.
Título: Cuadernos de cultura   Subtítulo: La Masonería
Autor: Pedro González-Blanco   Estudio preliminar: Víctor Guerra
Colección: Serie Azul (Textos históricos y clásicos)
1ª edición, enero 2013
ISBN (edición impresa): 978-84-94095-00-9   ISBN (edición digital): 978-84-94095-01-6
Depósito Legal: AS-03995-2012
Tamaño: 210 x 140 mm   Páginas: 118
PVP: 11 euros 


Parte de Introducción al libro de Pedro González Blanco: Con apenas un poco más de tres años de andadura como masón Pedro González Blanco en 1934 en plena estancia en España y desarrollando las labores de director de la Revista Latomia, (ya casi finalizando su andadura) manifiesta sus preocupaciones iniciático masónicas no ya en la revista sino que las vierte en un pequeño libro, que hoy reproducimos. Dicho libro se edita en su momento  en el proyecto editorial de los Cuadernos de Cultura, cuya redacción se encontraba en la calle Luis Morote 44 de Valencia, siendo esta editora dirigida por un importante francmasón: Marín Civera[1], que era además un «militante en la CNT valenciana, reconocido por su importante trabajo como editor, sobre todo por haber sido el principal impulsor de los Cuadernos de Cultura, con un centenar de títulos publicados quincenalmente entre 1930-1932. Se trataba de una colección didáctica y muy asequible en la que la presencia anarquista coexistía con la pretensión general de «difundir entre el proletariado conocimiento científicos de todo tipo», y con firmas republicanas, incluso de conservadores contrarios a la monarquía; la distribución de los Cuadernos la efectuaba la revista Estudio».[2] El libro La Masonería, es un opúsculo de unas 48 páginas de diminuta letra, y con un formato de 16,5 x 11,5 cm; y en cuyo seno el autor toca realmente muchos temas como los Orígenes, La Masonería Especulativa, La Gran Logia Inglesa, Las Constituciones, el Ritual, etc. TEMATICA A través de una serie de capítulos de muy distinta extensión, y de una forma cronológica y metodológica Pedro González Blanco nos va trasmitiendo su visión de la masonería, que como veremos está a caballo entre una teodicea anglosajona de la masonería en la que él en parte cree, pero muy distanciada su puesta en escena en las logias del primer tercio del siglo XX en las que él trabaja. Esa tensión entre los polos opuestos la va a ir desgranando en pequeñas concreciones que nos pueden en cierto modo descolocar por su planteamiento, dada la imagen que se ha trasladado de la masonería de ese siglo, y sobre todo la comprendida entre los años 1931 y 1936, de una masonería muy politizada, mientras que Pedro González Blanco nos expone otra perspectiva de reflexión muy diferente y en cierto modo muy distante, y que aún hoy es el nudo gordiano entre ambas planteamientos masónicos. En general Pedro González Blanco en el libro demuestra un conocimiento bibliográfico masónico intenso e importante y ello lo va mostrando, tanto en la edición de los distintos números de la Revista Latomia, que cuenta en cada uno de ellos con una extensa recensión bibliográfica muy recomendada, y además su conocimiento llega más allá al citar a autores y materias que en general debían estar como muy vedados al resto de la masa masónica, y a las que él estaba accediendo dadas las notas y remisiones que constantemente realizaba a sus textos. Esto cobra aún más importancia cuando comprobamos que esas lecturas luego no parecen estar en las bibliotecas de las logias, sino que eran patrimonio personal de los masones, pues en los inventarios de registros de los servicios documentales franquistas a los locales de las distintas logias y de las sedes regionales no se encuentran ese tipo de lecturas. No cabe duda de que su trabajo como profesor de filosofía, y versado traductor de obras del alemán y del inglés le hacer ser un hombre muy docto en el conocimiento y manejo de los fondos bibliográficos, su búsqueda y accesibilidad a ese conocimiento lo vamos a ir viendo plasmado en los textos que van trufando sus artículos. Es por otra parte un autor que no se arruga a la hora de mostrar sus opiniones, que como ya he expuesto en más de una ocasión iba un poco a contracorriente, ya que además de la inmersión en el conocimiento francmasónico que va exponiendo a lo largo de varios apartados en que divide su pequeño libreto, abre todo un melón sobre la edulcorada visión sobre la masonería y sus tópicas historias, al muy actual, y hasta creo que muy poco comprensible o creíble para aquella época. En las diferentes temáticas va derramando su particular visión y pensamiento, y nos va dejando perlas sobre dicha materias: la Masonería Especulativa, el nacimiento de las Grandes Logias, lo que nos muestra un autor muy encima de la masonería de momento y sobre los asuntos que se estaban desarrollando tanto dentro del orbe francés como anglosajón, pese al poco tiempo que llevaba en masonería, apenas cuatro años, y pese a ello nos presenta un panorama de trabajos, aún hoy, muy actuales, y que por ejemplo se están debatiendo muchos de ellos dentro del pensamiento masónico francés de última hornada. Por tanto, el Hermano Bolívar empata en su época con las exposiciones de la Escuela Auténtica de Gould sobre la masonería, que son las que le hacen decir en 1933 que Anderson pese a que ha traspasado el umbral de la historia hiramista «su talento era muy mediano… y era deplorable escritor», redundando una vez más en el axioma de que estamos ante una «crónica fantaseada», tal y como hoy podemos ver en los trabajos de autores como Roger Dachez, y su L´invention de la franc-maçonnerie. Sorprenderá ver a un Pedro González Blanco alambicarse en una masonería liberal como la española de los años 30, masonería muy comprometida en lo político, y plantear cosas que hoy suenan más una «masonería regular» que al producto lógico de la incardinación en una masonería liberal como la del GOE o la GLE; pero el Hermano Bolívar como buen teósofo y esoterista[3], podemos decir que su concepción masónica está más cerca de las tesis que definen a la Gran Logia Unida de Inglaterra y los «Antiguos», al menos al expresar esa idea de que un masón debe «creer en Dios y obligarse a la ley moral, es decir … ser cristiano pues la masonería toma la defensa de la religión de Cristo, sin rebozo ni atenuaciones de ninguna especie». No es algo fácil de digerir lo expuesto, al menos para una masonería liberal tanto desde la masonería de los años 30 como desde la perspectiva actual, pero hay que tener en cuenta la fuerte inclinación esotérica del propio Pedro y parte del grupo en el cual se insertaba, y la tensión con el momento en que viven logial y políticamente, momentos aquellos que por ejemplo le hacer decir a otro compañero de andanzas editoriales como es el francmasón Mariano Benlliure, que: "Aquí en España, a pesar de que imitamos a la masonería francesa y de que nuestro anticlericalismo es tan burdo y fanático, por lo general, como el peor clericalismo, hemos conservado en nuestra declaración de principios el antiguo «landmark» de la creencia en Dios, y en nuestro rito y simbolismo la fórmula del «Gran Arquitecto del Universo» (…) No obstante, sí hay discusión. Se quiere dar cabida en nuestras logias, y no solo cabida, sino preponderancia, al más radical ateísmo materialista, a esa concepción mecanicista del Universo que representa la más rotunda negación de todo sentido deísta».[4] A tenor de este texto queda patente el valor de estos masones que editaban la revista Latomia, y plantean tanto el Hermano Bolívar, como el propio escultor Benlliure, lo que nos viene a demostrar su contemporaneidad y los presumibles encontronazos con la idiosincrasia de las Obediencias en las que se inserta en sus dos períodos el proyecto de la Revista Latomia, tanto dentro del Gran Oriente Español como de la Gran Logia Española. El texto que reproducimos de Pedro González Blanco La Masonería, viene a describirnos, un poco como de pasada, esa tensión que ha tenido de siempre la masonería española, la cual se ha movido entre las dos grandes inclinaciones y praxis, entre los dos polos opuestos que representan por un lado a la Gran Logia de Unida de Inglaterra, y por otra el Gran Oriente de Francia. En todo caso Pedro González no hace de esta creencia y posicionamiento, un caballo de batalla, aunque su empreño desmitificador tampoco le hace parecer miope, y entra como hoy diríamos a saco en temáticas como la leyenda de Hiram y su desarrollo, planteando algunas cuestiones que deja por ejemplo en el apartado de El Mito de Hiram y la hipótesis judeo cabalística en Masonería, las cuales hoy se afirman como innovadoras en los discursos sobre la mitología hiramista y su repercusión en el quehacer masónico; tal y como proyecta en estos mismo momentos y con mucha más amplitud y actualidad Roger Dachez en Hiram et ses frères. El discurso que desarrolla Pedro González se articula en base a la religión natural andorsiana como punto de Unión de los hombres, a la vez que se fundamenta sobre una base racionalista que le hace decir que el «Dios de los deístas, que reina pero no gobierna, se parece demasiado al Gran Arquitecto del Universo». Esa misma tensión entre el espiritualismo y el racionalismo la vemos clara, y de nuevo vuelve a empatar con la visión de su compañero Benlliure, cuando nos dice que las bases masónicas francesas se jacobinizaron perdiendo su campo «neutral» haciendo de esta una «religión francmasónica racional y filosófica» constituyéndose en escuelas de formación a modo de «emancipación de las almas y la autonomía de las conciencias individuales». Refiriéndose, por ejemplo al caso de España, no duda en calificar el trabajo que se debería realizar en las logias como «lugares de recogimiento y de serenos análisis- y no en clubs de vociferantes y de ambiciosos. Desde entonces, y aun descontando la contribución que al triunfo de las esencias liberales prestó la masonería española, y descubriéndonos ante los mártires de la idea democrática, la Orden pasa en España por la más honda crisis que haya podido asaltar a una institución». Poco a poco y de forma muy condensada y precisa, y a base de finas pinceladas Pedro González Blanco nos habla de la masonería inglesa, en el apartado ¿Por qué la masonería nace o se renueva en Inglaterra? Cuestión ésta que va a reforzar con el artículo La masonería Inglesa, donde trata la cuestión de la famosa «polémica entre Antiguos y Modernos». A decir verdad, no anda sobrado de aciertos el masón de Luanco, pues no en vano utiliza una buena y amplia base documental para desarrollar sus tesis, ya que parte del conocimiento y lectura de quien se puede considerar como el precursor que empezó a revisar la historiografía masónica hecha hasta el momento, (Gould) del cual a su vez Pedro González Blanco va a ir plasmando no solo con retazos en este librito, sino también en densos artículos que se fueron insertando en los diferentes números de la Revista Latomia, los cuales a su vez fueron la materia prima para este acercamiento tan rompedor titulado La Masonería. Ya he expuesto que su inclinación pro inglesa, o «regular» no le impide por ello darnos una visión sobre la masonería en el Continente, a la cual no duda en calificar de desnaturalizada, tal vez por su politización a ultranza, pero también por esa historia rosa y caballeresca, y aunque no lo expone así de claro, sí que utiliza de forma muy innovadora para su conclusiones las herramientas rituales, como son las divulgaciones del siglo XVIII como la Ordre Trahi …, por ejemplo para llamar la atención a cerca de la desmitificación del culto al mito del Caballero Ramsay, al que titula sin quitarle cierta trascendencia en cuento al «pacifismo y tolerantismo», y su importancia masónica, pero calificándole a la vez y como el mismo Chevel hace, de «un personaje enigmático, mediocre en el fondo, pero activo y decidido, propagandista con pretensiones de pensador, un hombre que tuvo su hora de acción eficaz, no para conducir a los hombres, sino para desviarlos». Hay otra curiosidad que plantea el autor acerca de la alianza entre Escocismo y misticismo, el cual se va entreverando en la columna vertebral de la masonería y, que Pedro González Blanco nos expone como el resultado de las perniciosas consideraciones que ello ha conllevado para la propia masonería ya que de «este neo ocultismo salen todas las desviaciones masónicas: Iluminismo, Martinismo, Estricta Observancia, etc.» Al final del libro, el autor lunanquín entra de lleno en unas componentes que ya estaban dentro del desarrollo de su obra profana, como es el tratamiento de grandes personajes, y en este caso introduce en el librito varios textos interesantes, como son los referidos a la defensa de los «Muratore» que hizo fray Benito Jerónimo Feijoo, o la cuestión del Duque de Alba y su presencia en la cuestión de la expulsión de los Jesuitas, o la analogía de sobre Goethe y la masonería, que son junto con la cuestión de Hiram los temas que cierran la pequeña obra que nos legado. En suma, estamos ante un autor lúcido, ante un masón atrevido en el pensamiento y en la acción, que fue capaz de poner en marcha la mejor revista masónica española del momento, como fue Latomia, y cuyos planteamientos y presupuestos recoge en el librito La Masonería , el cual hoy ponemos en sus manos, como una pieza interesante para conocer el pensamiento de los masones españoles, en este caso el de un grupo de Hermanos que se coaligaron para darnos su visión heterodoxa de la masonería allá sobre 1933, los cuales a decir verdad que iban un tanto a contracorriente… pero hay que reconocer que, hoy ochenta años más tarde, sus reflexiones constituyen el eje central de una determinada reflexión masónica muy en boga, y aún sin resolver, y que nuestro francmasón asturiano supo exponer para conocimiento y debate de sus contemporáneos. Víctor Guerra García MM.:.

[1] Marín Civera fue iniciado el 20 de enero de 1925 en la Logia Patria Nueva Nº 4 de Grao, Valencia, perteneciente al Grande Oriente Español, con el nombre simbólico de Mario. Exaltado al Grado 2º en junio de 1925 y al 3º en noviembre de 1925, desempeñó con frecuencia, dentro de su Logia, los cargos de mayor responsabilidad: Venerable Maestro, en 1928, Segundo Vigilante, en 1932, y Primer Vigilante, en 1933. Así mismo gozó de la confianza y el reconocimiento de la Gran Logia Regional de Levante, que le eligió para ostentar su representación en distintas tareas[15]: cuando dicha Logia Regional constituyó, en marzo de 1928, la Fundación Cultural Blasco Ibáñez, Marín Civera formó parte, como Vocal, de la Comisión Gestora encargada de iniciar su funcionamiento tres meses más tarde asistió como representante oficial de la masonería de Levante a la Asamblea Nacional Simbólica celebrada en Gijón; a mediados de 1930 se le designó Segundo Vigilante de la Comisión de Gobierno de la Regional Centro, establecida de modo interino en Valencia por decisión del Gran Consejo Federal Simbólico, ante los conflictos internos surgidos en el seno de la masonería madrileña; y en julio de 1934 se le incluyó entre los Maestros Masones que reunían condiciones para ser elegidos Gran Maestre Nacional. http://www.terra.es/personal2/cap.nemo/civeramason.htm#_ftn17. [2] http://kaosenlared.net/america-latina/item/14060-homenaje-a-marin-civera-mart%C3%ADnez-un-anarcosindicalista-que-fue-tambi%C3%A9n-marxista-o-que-al-menos-lo-intent%C3%B3.html [3] Su hermano Edmundo González Blanco, al que no recogemos como masón tradujo una novela de importantes influjos ocultistas titulada El Idilio del Loto Blanco. [4] Sánchez Ferré al respecto nos indica que la obligatoriedad del GADU estaba en el seno del GOE, pero no así en la GLE, y que esa obligatoriedad del landmark vendrá dado por la incorporación de la GLE a la Asociación Internacional Masónica (AMI) en octubre de 1921.