Pedro Lozano Bartolozzi no necesita ser conde ni marqués ni mucho menos ir precedido de un don para provocar mi respeto. A Pedro le tuteo porque le reverencio. Y le venero desde aquel invierno de la Pamplona universitaria en blanco y negro cuando le conocí y me enseñó relaciones internacionales, que a la postre son relaciones personales. Yo creo que Pedro nació profesor, pero no estoy seguro, así que no lo publicaré, porque a la vez tengo mis dudas sobre si fue antes profesor o periodista, alma o carne.
Pedro Lozano Bartolozzi, que siempre se hizo tarjetas divertidas (o sea, inteligentes), se presentaba como ingeniero de noticias, creo. Pero qué más da. En esos años de b/n era el delegado en Pamplona de La Gaceta del Norte, que mira por dónde terminaría siendo mi diario, y a la vez enseñaba lo mucho que sabía en esta Universidad de Navarra donde años después la Pamplona ya en color nos ha vuelto a juntar.
Cuenta la leyenda (se non è vero, è ben trovato) que Pedro tenía dos chaquetas, dos paquetes de Ducados y dos cajas de cerillas. En su mesa de Redacción de la plaza Príncipe de Viana dejaba una americana colgada en la silla, una cajetilla y unos mixtos al lado de su Olivetti y se bajaba a la uni a enseñar. El caso es que si alguien preguntaba por él la respuesta, después de mirar a su mesa, era invariablemente: "No sé, pero debe andar por aquí".
Años más tarde, ya licenciado (servidor) volví a coincidir con él en la sede central de La Gaceta en Bilbao. Y una tarde que se bajó a tomar café con alguien volvió cabreao, y contó sus razones: había quedado con una fuente que le iba a contar algo y, como no se conocían, se describieron; Pedro le dijo que entraría en la cafetería con un clavel en la solapa y un ejemplar de El Quijote bajo el brazo; su fuente le dijo que iba de azul marino, con gafas de concha, pañuelo en el bolsillo de la chaqueta y cuatro revistas de actualidad bajo el brazo. "¿Y os encontrasteis?" "Sí." "Entonces, ¿por qué estás mosqueao?" "Porque el tío era negro, lo podía haber dicho".
Ahora, por lo visto, Pedro ha cumplido algo que no entiendo y va y se retira, después de haber ayudado a fermentar a cuarenta promociones de periodistas, pero dejando a los que vengan al pairo. Y uno, dentro de esa inmadurez que ni siquiera profesores como Pedro consiguió macerar, no puede entender que un sabio como él se jubile. Claro que mucho me temo, y celebro, que le seguiré viendo y gozando. Porque lo que hoy nos ha regalado no ha sido una lección magistral, sino una lección más, una de las suyas. Y para eso hay que tener un don.