Pedro Martí reivindica la libertad creativa, admite la dureza de narrar escenas de abuso y celebra cómo sus paisanos han abrazado la novela como parte de su identidad colectiva.
Por: Alberto Berenguer / Instagram: @tukoberenguer; @delecturaobligada
Al ambientar La mala hija en Almansa, su pueblo natal, ¿qué escena ficticia creó expresamente para “molestar” o confrontar a sus propios recuerdos del lugar?
Hay muchos recuerdos diseminados en esas seiscientas y pico páginas, pero por poner un ejemplo concreto, al igual que le sucede a Alma, viene a mi mente el recuerdo de un hombre que vivía a los pies del castillo y que, según se contaba, disparaba cartuchos de sal a los críos que iba a su puerta a molestarle con su escopeta.
La mala hija se ha consolidado como el thriller revelación de 2025, pero ¿qué eco ha tenido en Almansa, el lugar donde todo transcurre y que además es su tierra?
Allí la novela se ha convertido en religión. Es increíble. Cada vez que vuelvo a Almansa más y más gente me saluda y me felicita por la novela. Es tremendo cómo mis paisanos se han volcado con esta historia.
¿Cuál fue el momento más difícil de escribir en cuanto a maldad y sufrimiento para usted como autor, no solo como narrador, al describir los abusos o traumas que sufren los personajes adolescentes?
Hay escenas muy fuertes, de esas que te pueden revolver el estómago. Como escritor, docente y también como padre, ha sido especialmente duro afrontar la escritura de esos pasajes.
La novela aborda temas delicados: maltrato, abusos, silencio comunitario, entre otros. ¿Hubo algún tema que decidió incluir con reticencia por miedo a la reacción de lectores o medios?
No, la verdad es que no he pensado en la reacción de nadie. Por suerte, me da absolutamente igual lo que puedan pensar los lectores o los medios de comunicación. Es una obra de ficción, y la crítica social que pueda transmitir con ella es mi óptica personal. No pretendo convencer a nadie de nada, ni dar sermones a nadie. Si algún día eso cambiase y comenzase a pensar en el ‘qué dirán’ significaría que he perdido mi libertad, y en ese caso, escribir sería irrespetuoso para mis lectores y para mí mismo.
Muchos thrillers se apoyan en giros inesperados. ¿Hubo algún giro que se le resistió, que escribía y descartaba porque sentía que no encajaba como quería en la historia?
Sí, la verdad es que sí. Quien haya leído La mala hija sabrá que hay bastantes vueltas de tuerca, pero en concreto, mi agente, David de Alba, me ayudó a tomar una decisión respecto a uno de los giros. Al principio me resistía con ese ego que tenemos todos los creadores, pero por suerte comprendí que David tenía toda la razón. Era un giro que había que eliminar de la trama. Me sorprende a día de hoy cómo pude no verlo tan claramente como él. Supongo que a veces nos cegamos con nuestras obras, como con el amor.
Alma Ortega, la protagonista, tiene una carga emocional muy fuerte al regresar al lugar que dejó. ¿Cómo trabajó su transformación interna desde la distancia hasta estar de nuevo en Almansa?
Puede que yo no viva en Almansa, pero Almansa vive en mí. No me cuesta nada trasladarme a mi infancia, que por cierto fue muy feliz y que poco tuvo que ver con la de Alma. Para meterme en la pálida piel de Alma tuve que hacer otro ejercicio más exhaustivo. Además de tratar de llevar mi capacidad de abstracción al límite para meterme en sus zapatos, consulté opiniones de psicólogos para intentar que Alma fuese lo más humana posible.
En La mala hija las redes sociales, viralidad y nuevos medios tienen su importancia. ¿Hasta qué punto su preocupación por la credibilidad digital le obligó a documentarse sobre redes, alertas de menores, filtraciones, etc.?
Tristemente es una realidad que veo en el mundo de la docencia. Hay mucha exposición y muchos peligros. Antes también había monstruos, pero necesitaban engatusarte en un parque con un caramelo. Necesitaban asumir un riesgo grande. Ahora, desde el anonimato que dan las redes, los monstruos se camuflan y confunden a los chavales, y me preocupa enormemente, claro.
¿Qué personaje secundario de la novela le sorprendió más al escribirlo, aquel que terminó ocupando más espacio del que esperaba originalmente?
Emma. Quizás también Nayara, pero sobre todo Emma. No esperaba que se volviese tan humana, que me diese tanta pena su historia personal, lo miserable que se siente la pobre. La verdad es que creo que es mi personaje favorito de toda la novela. Quizás el más complejo que haya creado hasta la fecha. La amo, la verdad. Ay, Emma, pobretica mía.
¿Cómo equilibró el ritmo narrativo en una novela de más de 600 páginas, con tramas múltiples, para que el lector no se deprima ante lo oscuro, ni pierda interés?
Pues era el reto principal que afrontaba con esta novela. Un reto mayúsculo, la verdad. Necesitaba escribir una trama compleja y atractiva, con todos los elementos del thriller moderno (giros, sospechosos, capítulos cortos, crudeza, acción) pero que, al mismo tiempo la protagonizasen unos personajes (principales y secundarios) llenos de aristas, cada uno con su pasado y sus motivaciones. Con tantos ingredientes, nos asomábamos al abismo de las 700-800 páginas, una extensión de la que huyen las editoriales de manera sistemática. Sin embargo, uno de los mayores halagos que me llevo, es que una editorial del prestigio de Destino, estuviese convencida de que, pese a su extensión, funcionaría comercialmente hablando.
Se está recorriendo toda España y recientemente ha asistido a Cartagena Negra 2025. ¿En alguno de estos encuentros le han preguntado algo que le haya hecho replantearse algún detalle de la novela o verlo con otros ojos?
Es motivo de felicidad que en los festivales de novela negra cuenten con uno. Los entrevistadores son muy buenos y no quieren ponerme en un compromiso, pero quizás, charlando con otros autores entre bambalinas, hablando sobre este mundo literario en el que es tan complicado hacerse hueco, aprendo mucho. Abro los oídos bien. Soy como una sanguijuela literaria que les roba su conocimiento sin que se enteren.
¿Qué experiencias le ha brindado su participación en Cartagena Negra 2025 y qué le ha aportado la interacción con otros autores del género?
Cartagena Negra se ha convertido por derecho propio (ya van once ediciones) en uno de los festivales más importantes del país. Me ha encantado conocer a autores a los que no conocía, reunirme con amigos, y también percibir que se alegran de forma genuina y auténtica del éxito de la novela. De todos los festivales me quedo con el factor humano de sus organizadores y asistentes, y en Cartagena siempre es especial, porque les conozco desde sus primeras ediciones, y me siguen soportando, lo cual es de aplaudir.
¿A qué atribuye el gran éxito que está teniendo La mala hija? ¿Esperaba una repercusión de este calibre, con elogios de autores como Blas Ruiz Grau y comparaciones favorables con escritores consagrados como Arturo del Burgo o Javier Castillo?
Las librerías están llenas de buenísimas novelas que, una semana después de su lanzamiento, van a morir a una balda en la que muestran únicamente su lomo. Honestamente, siempre pensé que La mala hija podría llegar a muchos lectores, porque es una novela ambiciosa, escrita con muchas capas, para que la pueda disfrutar el lector más casual y también el que busca encontrar en ella otros subtextos. Pero eso no garantiza que una historia funcione. Creo que el éxito se lo debo a los lectores que la reseñan y la están recomendando. Los autores poco conocidos somos más bien diesel, y para que cojamos velocidad tiene que generarse ese boca a oreja que es tan complicado de conseguir. Las redes sociales, los autores como Blas que la promocionan sin recibir nada a cambio (soy escritor, no tendría con qué pagarle), el lector que se la recomienda a su cuñada, esta entrevista, por ejemplo, sin ir más lejos. Todo suma, pero detrás de cada post, de cada stories, de cada recomendación entre cañas, hay un lector o lectora que no se imagina que está siendo decisivo para que yo pueda cumplir mi sueño y seguir escribiendo historias.
Si nos permite hablar de su faceta como lector, ¿qué libro está leyendo actualmente?
La víctima perfecta (Grijalbo) de Trifón Abad. La noche de arena (Grijalbo), su primera novela, puso el listón muy alto, pero este hombre es increíble, de verdad. Su desarrollo de personajes, la autenticidad de las situaciones y diálogos. Es uno de los grandes, aunque es tan humilde que quizás todavía no es consciente de ello. Al tiempo.
Dentro del género de novela negra, ¿hay algún libro que considere imprescindible y que recomendaría leer por lo que aporta al género?
Hay cientos, pero dispararé a quemarropa, sin pensar demasiado, y te diré varios. El largo adiós, por supuesto, máximo exponente del hard boiled que dio origen a todo. Ciudad de cristal, por aportar un matiz psicológico bestial al género. El verano de los juguetes muertos, por el increíble desarrollo de sus personajes, o La verdad sobre el caso Savolta, porque es una novela impresionante del gran Eduardo Mendoza.
Después de La mala hija, ¿está inmerso en la redacción de otro proyecto? Si es sí: ¿qué tipo de historia será (otra novela negra, thriller psicológico, quizá continuidad con estos personajes, o algo completamente distinto)?
Me gustaría seguir con algunos de estos personajes (los que sobrevivan a La mala hija, je, je, je) En ello estamos trabajando. Pero pasará tiempo hasta que tengamos noticias de su regreso, eso sí.
Para concluir, tras todo lo vivido con La mala hija y la acogida que ha tenido, ¿cómo cree que esta historia marcará su trayectoria como autor de novela negra y siente algún tipo de presión o temor al crear de nuevo otra obra que sea de éxito?
No me importaría ser recordado como el autor de La mala hija. Sería un orgullo tremendo y, honestamente, creo que mi estilo como autor seguirá en esta línea. Siempre existe el miedo a que mi próxima novela no sea tan buena como la anterior, o más bien a que al lector no le emocione tanto. Lucharé con uñas y dientes para que mis nuevas historias estén, como mínimo, a la altura de esta hijica terrible a la que tanto amor le estáis dando.