El presidente del gobierno español habló ante el plenario de la Asamblea General de otros temas, como multilateralismo, feminismo, cambio climático, migración, nuclear, seguridad y paz, pero su mensaje más destacado fue un alegato contra el nacionalismo, una acusación valiente si se tiene en cuenta que su gobierno está sostenido en España por los más violentos e irredentos nacionalismos, como son el vasco y el catalán, maestros del odio y empeñados en hacer saltar la nación por los aires.
Nadie duda de que cuando dijo que "Este tiempo no requiere de mensajes nacionalistas o excluyentes", se refería al discurso de los políticos independentistas catalanes.
"Es el momento de forjar un nuevo liderazgo cooperativo", señaló Pedro Sánchez, que agregó: "El liderazgo cooperativo, del que España es parte, exige una renovada apuesta por el multilateralismo. Los problemas globales sólo encontrarán una solución a través de la cooperación entre Estados".
Pedro Sánchez parece haberse dado cuenta de que sus aliados, además de sostenerle en el poder, pueden llevarle hasta la tumba política, a él y a su partido socialista, ya que las encuestas delatan un creciente y furioso rechazo de los españoles al nacionalismo agresivo vasco y catalán.
El discurso antinacionalista de Sánchez ha caído en la preocupada sociedad española como un bálsamo y una ducha de agua fresca en el verano tórrido. Los socios catalanes y vascos de Sánchez ya no provocan rechazo en España, sino repugnancia, al mismo tiempo que crece el número de partidarios de que los partidos que odian a España sean prohibidos, como ocurre en algunos países de nuestro entorno.
Francisco Rubiales