Muchos españoles han descubierto que Sánchez está haciendo con los catalanes lo mismo que hizo el general Franco, que les dio dinero e inversiones hasta hacerlos ricos a cambio de paz, aunque con aquella política fuera injusto y condenara a buena parte de España a un atraso y a una miseria que les obligó a emigrar para poder mantener a sus familias.
Sin embargo, aquella política cobarde, injusta y contraria a la igualdad no fue una invención de Franco, que se limitó a copiar lo que hicieron otro gobiernos anteriores de España. Cataluña utilizó magistralmente el chantaje para ser beneficiada por todos los gobiernos desde hace siglos, con el control del comercio de esclavos, con el monopolio textil y con concesiones comerciales con Cuba y Filipinas, un uso implacable del chantaje que hizo de la burguesía catalana una pandilla de extorsionadores magistrales, hasta nuestros días.
El problema es que el mundo actual es más transparente, libre y exigente y las concesiones y ventajas a Cataluña no pueden ocultarse como en el pasado, provocando en las demás regiones, escándalo, rechazo y una férrea oposición. Los españoles del siglo XXI no están dispuestos a soportar que el débil y ambicioso Sánchez, capaz de entregarlo todo a cambio del poder, desvíe fondos y otorgue prebendas y beneficios a Cataluña, olvidando y marginando a las demás regiones.
Aunque Sánchez cuente con la cobardía de los barones socialistas, que probablemente callen con tal de conservar su puesto, y con la ayuda valiosa de numerosos medios de comunicación a los que tiene sometidos a base de subvenciones y contratos de publicidad, el pueblo español va a repudiar esa política desigual y traidora de entregar más dinero y privilegios a los más desleales, amigos del delito y mensajeros del odio, dejando desabastecidos y más pobres a los españoles que habitan otras regiones más leales, con más amor a España y sometidas al imperio de la ley.
Además de la insoportable injusticia que conlleva la política de Sánchez con catalanes y vascos, copia corregida y aumentada de lo que hizo Franco y de lo que hicieron los anteriores gobiernos de la falsa democracia, desde Felipe González hasta Rajoy, hay otro problema y es que esa política conlleva más gasto y un despilfarro que España ya no puede soportar.
Hay muchos economistas que vaticinan el colapso de la economía española y su quiebra más rotunda cuando los intereses de la deuda suban. Sánchez, consciente de que ese peligro existe, ha optado, de manera miserable, por gastar más y por comprar con dinero la lealtad de los catalanes y el mercantilismo mercenario de los vascos, una política que conduce directamente a un mayor endeudamiento, una ruta que sin duda es demencial y suicida.
Émulo de Franco en desigualdad e injusticia, más cobarde y débil que los anteriores gobernantes en su relación mafiosa con los chantajistas catalanes, más ambicioso que ninguno de sus predecesores en la Moncloa y dispuesto a arrodillarse siempre antes que arriesgar defendiendo valores y principios, Sánchez es todo un castigo para España, muy peligroso, un mensajero de la ruina llegado en el peor momento, capaz de derribar los últimos muros de defensa de España frente a la unidad de la nación.
Su lema debería ser "arrodíllate para vencer y gobernar" y Sánchez está dispuesto a arrodillarse una y mil veces con tal de permanecer en la Moncloa.
Es puro peligro.
Francisco Rubiales