Está vinculado por matrimonio a una red de cuchitriles para gays y prostitutas, falsificó su currículo, plagio su tesis doctoral y, lo que es más grave, fue expulsado de la dirección de su partido al ser descubierto haciendo trampas con una urna ilegal.
Más tarde mintió a sus electores y a su partido, aliándose con los peores políticos del país, desde herederos de ETA a separatistas, golpistas y totalitarios comunistas. Posteriormente, su gobierno ha sido el más opaco de Europa, el más endeudado, el más despilfarrador y el más mentiroso.
Su mandato ha sido un conjunto agobiante de mentiras, volantazos y engaños, desde el cambio de postura con respecto al Sahara para satisfacer a Marruecos hasta el indulto de los golpistas delincuentes catalanes, además de una lluvia de concesiones y privilegios a las comunidades más desleales, en detrimento de los más fieles a España y a sus leyes.
Saqueó fiscal, datos económicos falsificados, ocultación de más de un millón de desempleados, ocupación de las instituciones, que ha llenado de amigos y militantes socialistas sometidos al sanchismo, asalto a la Justicia, ocupación descarada del Tribunal Constitucional, degradación de las universidades y muchas otras suciedades y abusos en su gobierno.
Vuelos secretos, maletas que llegan en la noche cargadas de material sospechoso, amistades peligrosas con dictadores y destrozos a diestro y siniestro en nuestra España, donde ya no funcionan ni la sanidad pública, que era la joya de la Corona, ni las oficinas del Estado, ni multitud de servicios necesarios.
El gobierno de Sánchez es el peor desastre de la historia de España desde los tiempos de Fernando VII, pero ese drama repugnante no le importa a él, que sigue esparciendo mentiras, ni a sus electores, que son capaces de votar al mismo asesino Stalin con tal de que gobiernen los suyos y participar en el gran reparto del botín del Estado.
Las elecciones generales del 23 de julio ya están contaminadas y emputecidas por una lluvia de mentiras insolentes y por la voluntad de Pedro Sánchez, que, desde su perversión intrínseca, ha decidido dividir el país en dos bandos irreconciliables.
Sin embargo, a pesar de toda esa suciedad y bajeza, la elección está mas clara que nunca: "Sánchez o España".
Francisco Rubiales