Pedro sánchez sanz

Por Acalvogalan
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Rocío Hernández Triano
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Rocío Hernández Triano
Onofre Rojano
Carlos Edmundo de Ory
Antonio Huerta Orihuela

Bio-bibliografía

Pedro Sánchez Sanz. Nacido en Sevilla en 1970, residente en Jerez de la Frontera, donde trabaja como profesor. Ha publicado la plaquette Islas de la Memoria (Oviedo, 2001), los libros Ciudadela Sitiada (Huelva, 1998), Nocturno en Amaranta (Sevilla, 1999) y Las huellas en la nieve (El Puerto de Santa María, 2003) así como poemas en diversas publicaciones: revistas Alhucema (Granada) y Tierra de Nadie (Jerez), y los Pliegos de Poesía (Sanlúcar de Barrameda).
Poética

Leer poesía es un proceso de reconocimiento; nos sorprendemos al reconocernos en las imágenes de mundos creados por otros, como si nos viéramos actuar en sueños ajenos.
Escribir poesía es un proceso de reciclaje; inspiramos la esencia de lo que nos rodea, y una vez pasada por el tamiz de nuestra sensibilidad, expiramos un mundo distinto.
Zambullirse en la poesía, de una manera u otra, es un proceso de reencarnación. He ahí el poder chamánico de la palabra.


Poemas


Del libro Ciudadela Sitiada. Lepe, Huelva, 1998.
Crisis
Pronto, muy pronto, antes de que los girasoles
sean de diseño italiano, tendré treinta y tres
otoños de viento, en cuanto cierre y abra
los ojos, cierre y abra los ojos: heme aquí
con la edad del abandono del mesías y tengo
que pensar en el consejo de Sabines: desheredar
a mi familia y echarme a rodar para ser poeta,
decidir si deseo regar una vida perfecta
como una uña que crece o seguir siendo el hijo
pródigo, único y grotesco del dormir en soledad.
Pronto, muy pronto, antes de que se acaben
los poemas o el aire sepa a mi propia derrota.


Del libro Nocturno en Amaranta. Sevilla, 1999
Tiene el mar su mecánica
como el amor sus símbolos.

Pere Gimferrer
Una vez que se ha dado el primer paso
dentro de la morada especial del corazón,
queda uno sujeto a las leyes de la guerra.
Llega sin avisar,
sorprende como un bombardeo
en día de mercado, cuando uno
sólo piensa en hojear el periódico
a media tarde y dormitar.
Te dan un uniforme y unas botas
que te conducen hacia la trinchera,
y sólo te queda cerrar los ojos
y luchar a brazo partido,
como un deber impuesto
cuyo origen es tan incierto como el del mar.
Es así que el amor te asalta
cuando cruzas el puente
desarmado, inerme, y te condena
a recorrer un campo de batalla
minado, sin saber qué has hecho
para merecer la desdicha de tal honor.
Piensas tan sólo en desertar
y encaminarte hacia aquella playa
que te cobijó cuando aún eras inocente.
Mas ahora tu mirada traspasa
la soledad del agua
y contempla anonadada esa maquinaria
que genera las olas.
Y por fin comprendes que el mar,
como el amor, como la guerra,
son territorios vedados a la comprensión
del hombre, que es ingenuo y nada sabe.


Del libro Las huellas en la nieve. El Puerto de Santa María, Cádiz, 2003

DUDOSA AUTOBIOGRAFÍA
No sé si en un futuro del todo imposible
subscribiría las verdades y mentiras
que unidas me dan nombre, me conforman:
haber nacido bajo el signo homérico
del Hombre en la Luna, haber aterrizado
en este mundo entre paredes agrietadas
y ventanas abiertas a la luz del mediodía.
No sé si querría crecer de nuevo
a la sombra de mi destino cruel,
enredado en la palabra vertida.
Dudo menos de querer amar por segunda vez
a la mujer de larga cabellera,
aquella canción de los Beatles
o la música de sobremesa de Telemann.
Quizás volvería a repetir páginas,
aforismos, versos, con el mismo tesón
que un pájaro derrocha en reconstruir su nido.
Y si alguien me preguntase ¿Resucitarías
la pasión de aquella joven que te amó hasta la muerte?
no sabría responder, no sabría.
Si tuviera que escoger un final,
creo que acabaría mi historia en una isla,
adorando al sol entre palmeras, dejando
oscurecer mi piel sobre su tierra
virginal y única, inalcanzable
en el mapa de las arenas;
amando un cuerpo de ébano y marfil como se adora
la noche eterna, con sus brillos azulados
y sus dientes perfectos;
cantando a media voz y a medianoche
romances que hablen del mar, del olvido,
y renunciar a todo, menos al soneto
encendido, a dos pechos de bronce, al ron
y a la muerte inadvertida de los antihéroes.