Es como si los discípulos de Zapatero fueran miembros locos de una secta radical que es incapaz de ver el inmenso daño que causa a España gobernando sin votos populares, aliados con desleales e hijos del odio y con gran parte de la ciudadanía en contra.
El Zapaterismo es el que hace posible que pecado tan antidemocráticos y ruines como la mentira en sede parlamentaria y el plagio sean soportados sin que su autor dimita por la vía de urgencia o cumpla su promesa de convocar elecciones de manera inmediata.
En el antiguo PSOE socialdemócrata de Felipe González, Alfonso Guerra, Rubalcaba y otros cabía la corrupción y hasta el terrorismo de Estado contra los asesinos de ETA, pero jamás habría tenido cabida la colaboración sumisa actual con los golpistas catalanes, con los proetarras de BILDU, y con los totalitarios travestidos de Podemos y menos aún habría soportado una presidencia sin el sostén democrático de los votos del pueblo, como la de Pedro Sánchez.
El problema del PSOE es de proporciones galácticas porque ¿de que le serviría echar hoy a Pedro Sánchez sin eliminar antes el Zapaterismo de sus bases, donde ha germinado como un cáncer, suplantando las raíces democráticas? Solo lograrían convertir a un mediocre torpe y peligroso Sánchez en un mártir al que las bases contaminadas adorarían aún más como un héroe y una víctima.
Esa impotencia del socialismo ante el "virus de Zapatero", un tipo tan anti demócrata y ajeno a la ética que se permite defender al peor tirano del presente mundial, el venezolano Nicolás Maduro, es la peor pesadilla para los socialistas decentes que quedan en el partido, deseosos de recuperar la democracia que Zapatero les arrebató con la ayuda de ese buenismo estúpido que realmente antepone los sentimientos a la racionalidad e impide a las personas distinguir entre el bien y el mal.
Nadie en el actual socialismo español tiene la valentía de reconocer la verdad profunda e hiriente de que el Zapaterismo está desfigurando el socialismo español hasta hacerlo irreconocible, mas cercano a Lenín que a Willy Brant y a Olof Palme, más próximo al comunismo renovado que a la socialdemocracia europea que pretendía reorientar la democracia, sin destrozarla, en beneficio de los más débiles.
Francisco Rubiales