Pero España es ya una enorme pocilga podrida, donde la democracia ha sido prostituida y en la que los ciudadanos no cuentan, en la que son posibles casi todos los abusos y suciedades. No hay acto mas indecente, totalitario y traidor en política que alterar la voluntad de los votantes y amañar los resultados de unas elecciones, prestando senadores a grupos contrarios que, además, son independentistas cuyo principal meta es la destrucción de España. Al colaborar con ellos, Pedro Sánchez se ha atiborrado de indignidad y ha vejado y humillado a los socialistas y simpatizantes que le han votado en las recientes elecciones.
Dicen los defensores de Pedro Sánchez que ha sido una "cortesía parlamentaria", cuando en realidad ha sido una vileza y una traición imperdonable a la voluntad popular.
Los políticos españoles han perpetrado casi todas las indecencias e iniquidades que cabe imaginar en política, llevando a la democracia española hasta los mas bajos niveles de deterioro y depravación. Han comprado votos, han aplicado la ley de manera desigual, se han atiborrado de privilegios, han corrompido el sistema, se han enriquecido sin poder justificar sus patrimonios, han usado el dinero público con arbitrariedad y dolo, han mentido, han engañado, han permitido a los nacionalistas, a cambio de votos que necesitaban para gobernar, que violen las leyes y los derechos humanos, han asesinado la democracia, domesticado la Justicia y embrutecido y envilecido la población, sin otro fin que poder gobernar sin obstáculos sobre manadas aborregadas.
Quizás el peor atentado contra la democracia y la decencia en España no sea la corrupción, ni el abuso de poder, ni siquiera la injusticia, sino la inmensa arrogancia y el espíritu autoritario y vertical con el que los políticos españoles ejercen el poder. Una vez que son elegidos se creen con derecho a hacer lo que quieren y se consideran casi sagrados. Cuando gobiernan, lo hacen como si tuvieran un cheque en blanco en el bolsillo, considerándose intocables durante toda la legislatura. Sin embargo, eso no es así en democracia porque el ciudadano debe poder revocarlos y cambiarlos, del mismo modo que cambia al jardinero, al electricista o al abogado cuando no les convencen sus servicios. La inamovilidad y la insultante soberbia de los políticos envilece la democracia y provoca indignación y rechazo en los ciudadanos.
El resultado de tanta indecencia política es la España del presente, endeudada, desprestigiada, desmoralizada, desigual, empobrecida, desempleada y con ciudadanos que desprecian a su clase dirigente, todo un drama que se agrava si se tiene en cuenta que la unidad nacional está en peligro y que el país ocupa puestos de honor en caso todas las calamidades y lacras: baja calidad de la enseñanza, peor calidad de la democracia, tráfico y consumo de drogas, fracaso escolar, alcoholismo, blanqueo de dinero, impuestos abusivos, trata de blancas, prostitución, endeudamiento exterior, despilfarro, desempleo, desmoralización de la población y rabia contenida de un pueblo maltratado y vejado por sus políticos.