Pedro Simón: Los ingratos

Publicado el 28 junio 2024 por Juancarlos53

«Hubo muchas cosas que cambiarían para siempre y otras que se fueron para no regresar jamás. Mis padres me explicaban que en eso consistía precisamente hacerse mayor: en dejar de hacer cosas que antes podías hacer y ahora no»

Los ingratos es una novela escrita por el periodista Pedro Simón. Con ella ganó en 2021 el Premio Primavera de novela. La historia que cuenta me ha gustado, me ha conmovido y me ha emocionado. Trata sobre el abandono de la infancia sin reconocer el amor recibido y sin querer manifestar, quizá por vergüenza, el amor sentido hacia esa persona adulta que se desvivió por uno. Cuando se quiere paliar ese lamentable descuido siempre o casi siempre se llega tarde. 
Pedro Simón Esteban (Madrid, 1971), el autor, es periodista. En el ejercicio de su profesión ha recibido varias distinciones: Premio Ortega y Gasset (2015), Premio APM al Mejor Periodista del Año (2016), Premio de prensa (2019) y Premio Internacional de Periodismo (2020). Practica el periodismo social y es proclive a tratar temas relacionados con la infancia; precisamente un trabajo suyo sobre el trasplante de corazón a un bebé ('Hugo, historia de un corazón', Diario El Mundo, septiembre de 2019) le hizo acreedor del PIP en la XXXVIII edición de los mismos. Como novelista, antes de Los ingratos ya tenía en su haber cinco títulos, y tras ésta, en 2022 publicó Los incomprendidos.
He leído de un tirón Los ingratos. Nada, antes de ella, había leído del novelista. Su manera de narrar me ha gustado mucho. Escribe sencillo, pero de una manera eficaz con la que llega muy profundo al lector. La historia que presenta, por su naturalidad y la sinceridad que encierra, ha conseguido emocionarme en varios momentos. 
Sinopsis  de la novela (ofrecida por la propia editorial en la contraportada del libro)1975. A un pueblo de esa España que empieza a vaciarse llega la nueva maestra con sus hijos. El más pequeño es David. La vida del niño consiste en ir a la era, desollarse las rodillas, asomarse a un pozo sin brocal y viajar cerrando los ojos en el ultramarinos. Hasta que llega una cuidadora a casa y sus vidas cambiarán para siempre. De Emérita, David aprenderá todo lo que hay que saber sobre las cicatrices del cuerpo y las heridas del alma. Gracias al chico, ella recuperará algo que creyó haber perdido hace mucho. 
No quiero decir mucho de esta novela para no destruir el mucho encanto que encierran sus páginas. Sí diré que es la historia de un niño, David, que encuentra cariño y seguridad en la señora Emérita, la cuidadora que Mercedes, su madre y maestra del pueblo ciudarrealeño donde viven ahora por haber sido ella destinada allí, ha buscado para cuidar de sus tres hijos, David y sus hermanas Vero e Isa. A Mercedes quien más le preocupa es David, especialmente al estar falto gran parte del tiempo de la figura paterna, Natalio. Natalio trabaja en la Chrysler en Madrid y toda la semana la pasa fuera de la casa familiar. A veces, cuando los padres discuten, es más tiempo el que David queda huérfano de padre. 
David, que es quien narra, es muy amigo de Gregorio y de Vicente Jesús. Con ellos aprende cosas que no se enseñan en la escuela como echar las primeras caladas a un Bisonte, sentir la vergüenza de no poder controlar siempre y como es debido sus esfínteres, o no saber qué decir al ver el culo a Sarita que por un duro los domingos lo muestra en un visto y no visto, uno por uno, a toda la pandilla de chicos. Los tres amigos no son los únicos niños, enfrentados a veces a ellos y amicísimos en otras ocasiones están Mario, el Pirracas, Eugenio Tododieces, Eladito, Tomás... Luego está el otro mundo, el de las chicas. A la ya nombrada Sarita se añaden las amigas de Vero y de Isa: Sufragio, Encarni... 
Pero sin lugar a dudas es la señora Emérita el centro del relato. Para Emérita David es su niño; ella lo llama Currete y él a ella le dice Eme. Emérita no sabe leer ni escribir; serán los tres hijos de la maestra quienes se encargarán de enseñarle y cuidarán de que escriba con corrección señalándole bien en rojo las faltas de ortografía que comete en los dictados que por las noches, especialmente en el frío invierno, le hacen. Emérita es sorda, no oye nada. Por qué se quedó sorda es motivo de habladurías; que si por un cohete que le rompió el tímpano como a la perra de José Luis, el amigo de Natalio, un tiro estando de caza; que si su marido Ramón; que si... El caso es que la escritura es muy importante para mejor poder comunicarse con ella. De hecho en la novela hay una buena parte de la misma en que ella, Emérita, escribe sus pensamientos, sus reflexiones («Escribo y lo guardo. La de vergüenza que me daría que lo leyeras») sobre los sentimientos que alberga hacia David, su Currete, hacia toda la familia de Mercedes y Natalio, que para ella fue sustituta de la que no pudo tener. También, llegado el momento en que David y su familia dejan el pueblo y se trasladan a vivir a Madrid, Emérita escribe cartas interesándose por todos ellos. Como suele suceder estas cartas, como las visitas al pueblo desde Madrid que los primeros meses le hicieron la familia de Natalio y Mercedes a bordo de su flamante Simca 1200, con el tiempo fueron espaciándose hasta quedar reducidas a una breve felicitación navideña. Es el olvido.
Y también es el desagradecimiento. No se es consciente del mismo hasta que sucede lo inevitable. Y entonces ya no hay solución, de nada vale lamentarse y decirse que tenía que haber..., tenía que..., tenía... Sí, ¡tenía uno que haber hecho tantas cosas, pero ha hecho tan pocas! Pedro Simón en una de las muchas entrevistas que en 2021 le hicieron a raíz de la concesión del Premio Primavera de Novela dice que «'Los ingratos' habla de los mayores a los que no hemos podido despedir abrazando», quizás esto venía a colación de los muchos ancianos que estaban en ese momento muriendo solos en Residencias por culpa del COVID; que «Los ingratos somos nosotros, por no haber dado suficientemente las gracias a la generación anterior»; y también que «Se habla mucho de las mujeres urbanas que rompen moldes, pero se habla poco de las mujeres rurales que se quedaron a recoger los pedazos rotos».
Ya sólo por esto la novela es importante. Pocas veces se ha reparado en ese esfuerzo, en esa entrega a cambio de poca cosa material, en ese amor de madres sin serlo biológicamente. Pedro Simón, como Héctor Abad Faciolince de cuyo libro El olvido que seremos incluye una cita al inicio del libro, escribe «para alguien que no puede leerme, y este libro no es otra cosa que la carta a una sombra».
Son trece los capítulos en los que distribuye la historia de iniciación que cuenta el autor en la novela. Salvo el primero y los dos últimos, titulados el inicial como (1960), el penúltimo (2020) y el último con el título de toda la narración, (Los ingratos), los títulos del resto son pronombres en grupos de dos -salvo uno, (Él)-: (Él y él), (Él y aquello), (Ella y ella), (Él y ellos), (Ella y él), (Él y ella), (Ella y aquel), (El y ellas), (Él y eso)... Como se ve, Él, el niño David, y Ella, la señora Emérita, son los protagonistas absolutos. En el titulado (Ella y él) el empleo del dativo ético, también llamado de interés, deja bien a las claras el amor de madre que Eme sentía por su Currete David
«Me has crecido mucho en este tiempo: lo menos dedo y medio, que lo tengo yo señalado a lápiz en el marco de la puerta de tu habitación»
Toda la novela, como digo, me ha encantado. Pero si tuviera que destacar alguno de los capítulos sobre el resto, sin lugar a dudas mi elección recaería sobre (Ella y aquél): Emérita en una de sus reflexiones «Escribo y lo guardo. La de vergüenza que me daría que lo leyeras» escribe en él sobre Ramón quien fuera su marido y sobre el hijo que tuvo, nació y murió. El niño de la maestra, David, vino a ser para ella una especie de sustituto.
No he hecho en esta ocasión playlist de los temas musicales que Pedro Simón incluye en Los ingratos, pero sin duda alguna merecería la pena realizarla. El autor utiliza estas referencias musicales para contextualizar, para delimitar un momento vital, una época. Así los viajes en coche con Natalio al volante del Simca 1200 durante los años finales de los 70 los marca con su gusto por las canciones de Víctor Jara y Daniel Viglietti (David niño lo llamaba «Daniel y Leti» con gran regocijo de Natalio) dada su militancia sindical siempre reivindicativa; los que realizó durante esos mismos años junto a sus hermanas a bordo del Seat 127 de Mercedes, su madre, a quien las canciones de José Luis Perales o de Camilo Sesto la entusiasmaban, el narrador los recuerda así:
«Cuando ponía la de Algo de mí, esa que empezaba con "un adiós sin razones, unos años sin valor", los tres nos poníamos como locos a cantar el estribillo y mamá (al cantar yo ya veía a mamá) subía el volumen:"Aaaaaalgo de mí,  aaaaaalgo de mííííí, algo de mííííí, se va muriendooooo..."»

Luego ya en 2020 el David adulto, a bordo de su Ford Kuga, para amenizar el viaje pone una playlist y escucha Eme, de Leiva; Everybody Hurts, de REM; Lo que quieras oír, de los Pistones; House where nobody lives, de Tom Waits... 

Los coches, la música..., sirven para poner de manifiesto los cambios, el paso del tiempo. En los setenta en el pueblo, y luego como señal, signo o falso mito de progreso ya en la ciudad, en la gran ciudad, en Madrid:

«El mito relacionaba quedarse allí con el fracaso y encontrar un futuro en la ciudad, con el triunfador. El mito».