En 127 horas, su protagonista, Aaron Ralston, interpretado por James Franco, se queda atrapado en una grieta, con una roca que le impide mover el brazo. Su inmovilización va para largo. Conociendo la historia, me esperaba no otra historia, pero sí que estuviera contada de otra manera. Es un hecho terrible, angustiante, desesperante, lento, lleno de sufrimiento. En cambio, Danny Boyle se inventa otra manera de narrarla. La película es tremendamente entretenida, no hay tiempo para aburrirse en ningún instante. Complicado, tratándose de un tío que está completamente quieto. Pero el ritmo no decae. Es, hasta incluso, rápida. Quizá este sea un fallo: no me transmitió la angustia del lentísimo paso de tiempo que se debe pasar en una situación así. Pero, por otra parte, transmitir esto es, supongo, lo que se espera en una historia como esta. Boyle, en cambio, elige otros caminos, nos cuenta y nos enseña otras cosas. Tiene mérito.
Con otro director, el enfoque habría sido radicalmente distinto, y la película sería otra. No digo que la opción de Boyle sea la mejor, pero sí es diferente. Y a mí me hizo disfrutar y me sorprendió. No puedo reprocharle demasiado. De hecho, desde el comienzo, en los créditos, con esa imagen partida en tres, las imágenes elegidas, ese arranque con adrenalina...Creo que ya te avisa que tal vez no es el tipo de película que esperas.
James Franco es al que yo tenía como el Señor Gran Random del Reino. En serio, qué secundario y random me parecía. Pero se ha ganado mi respeto. Dudo bastante que vuelva a actuar así o que le den la posibilidad de lucirse tanto. Que me ha caído bien, vaya. Y el tío cumple con creces en un papel complicado.
Aunque diga que me pareció entretenida, y hasta graciosa, hacia al final no me salvé de sufrir. Hay como unos cinco minutos jodidamente horribles. Para los que conozcan la historia real, ya sabrán a qué me refiero. Yo no la conocía, pero la gente alegremente va contando esa parte sin spoilers, y me la jodieron antes de ver la película. Pero se disfruta -o se sufre- igualmente, la verdad. Voy a comentarla, así que si no conocéis cómo acaba, saltaros este párrafo, yo no soy malvada y aviso de spoilers. Muchos han criticado esa escena, que es demasiado explícita, que si blabla, que si se le da demasiada importancia...¿Hola? Es que es el momento más importante, coño. Cuando una persona decide cortarse un brazo, encima con una navaja que no corta ni para atrás, nada de corte rápido, para evitar morir allí, solo. Es terrible, y a la vez, emocionante ver las ganas de luchar y de vivir de alguien, de su valor. Me angustié mucho, mucho, mucho. Acabé llorando de lo mal que lo pasé. Pero en cambio, en cuanto se acaba, aunque te deje un sentimiento de tristeza y malestar, pronto se pasa. ¡Ha salido! Va a vivir. Joder, qué liberación debe sentir, a pesar de todo. Siento su alivio.
Boyle, me gusta el camino que llevas. Siempre te respetaré por Trainspotting, la cual amo, y además, después de leerme el libro, me di cuenta que es uno de los libros más difíciles de adaptar que yo he leído en mi vida. Y te salió de puta madre. Aunque muchos le hayan cogido manía a Slumdog Millionaire por aquello que les da a los Oscar algunos años de darle todos los premios a una película, a mí me gustó, mucho. Me pareció un cuento sobre la esperanza, el amor, la bondad...precioso. Pero eso es otra historia. Y con 127 horas, sigue ganándome. A ver qué es lo próximo que se saca de la manga.
Nota: 7'5