En esa tesitura, cabe preguntarse: si el cine tiene esa capacidad de influencia, ¿por qué no tratar de encauzarlo? Si puede incidir en las actitudes de millones de personas, ¿por qué no impulsar historias que transmitan valores y estilos de vida positivos, que difundan una imagen más alegre y enriquecedora de la fe cristiana o de la institución familiar?
Esto es lo que, en 1994, decidió acometer la "Liga del Sagrado Corazón", una institución católica de Mississippi dedicada a fines piadosos y sociales. Creó en su seno una productora de cine, la Gregory Productions, con la intención de realizar una película de bajo presupuesto “que alentara al público a un mayor entendimiento y aprecio de los valores de la tradición judeo-cristiana, de modo que los acoja como propios, en particular el amor y la reverencia a Dios”. Después de dos años de búsqueda infructuosa de guiones, contrataron a Lee David Zlotoff, un judío practicante, padre de cuatro hijos, que en menos de un mes escribió el guión de “La historia del Spitfire Grill” (1996), película que más tarde él mismo dirigiría.
El resultado fue un magnífico melodrama, largamente aclamado en el Festival de cine independiente de Sundance, donde ganó el Premio del Público. No es para menos. Porque en esta cinta la nitidez moral de la historia prevalece claramente sobre su eficacia emotiva. Zlotoff apela tanto al corazón como a la cabeza del espectador, y con un sutil dominio de la puesta en escena logra un rico mosaico de situaciones en las que confluyen los grandes temas de hoy y de siempre: el amor, la familia, la compasión, el perdón, las relaciones con Dios...
Culminado el serial de la Biblia, comenzó otra serie documental sobre personajes célebres del siglo XX: Marconi, Golda Meir, Coco Chanel…. Pero los programas que cosecharon mayores audiencias fueron los dedicados a la Madre Teresa de Calcuta, Juan XIII y Juan Pablo II. Los tres alcanzaron en la televisión italiana shares superiores al 25%, de forma que dieron el salto a las salas cinematográficas, donde obtuvieron también audiencias millonarias.
En una entrevista, Bernabei comentaba: “Esta ficción televisiva de argumento religioso ha tenido éxito por su calidad. Y también porque la gente corriente tiene necesidad de espiritualidad, quiere conocer aquello que aparece como misterioso, no explicable con la sola razón, ya que en el fondo de cada uno hay interrogantes a los que es difícil dar una respuesta”.