Si Chihiro, de momento es mi película favorita suya, creo que Mi vecino Totoro es la segunda. Hay que ser un genio para contar una historia tan sencilla y a la vez tan mágica e inolvidable. Un genio, y tener el alma de un niño. Y dejar que las historias que cuentan, nazcan directamente de ese alma.
Cierta persona me dijo: y es que apenas pasa nada. Pero hay una diferencia entre las películas en las que no p
Nos presenta a una familia: un padre y sus dos hijas pequeñas que se mudan a una nueva casa en el campo. La madre está en el hospital. Vaya familia, de verdad. La más pequeña es pura inocencia, tan tierna, tan como deberían de ser todos los niños; la mayor, inocente también, pero madura. El padre tiene una forma muy especial de tratarlas: cree sus historias imposibles, les cuenta fantasías, las anima a creer en la magia. Es un amor de familia.
Y gracias a esta familia, a la curiosidad, a la inocencia; podemos ver cosas que solo pueden verse con los ojos de un niño. Explorar con ilusión y temor una casa nueva, limpiar alegremente y con energía, estar todo el día corriendo de aquí para allá, buscar fantasmas, maravillarse y adorar la naturaleza, perderse en el campo cual intrépido aventurero...
Y es que, me dan ganas de perderme en un lugar completamente verde, abrir los ojos asombrada por encontrar árboles enormes, e irme a buscar a Totoro y al Gatobus. Ese Gatobus que te lleva donde tú quieras, que puede hacer que la próxima parada sea una persona, y no un lugar. Porque a veces, no quieres ir a un sitio en concreto, sino junto a alguien.
En fin, Tororo es la ilusión, la inocencia de un niño, es el amor, el cariño, los juegos, es reír, emocionarte, asombrarte como si vieras el mundo por primera vez, es adorar la naturaleza como Miyazaki hace. Incluso, es sufrir, es tener miedo por perder a alguien a quien quieres.
Nota: 9