Revista Cine

¡Peligro Amarillo!. El terror de los Tongs. El pulp en la Hammer.

Publicado el 15 febrero 2013 por Esbilla

Publicado originalmente en Cinearchivo: 

http://www.cinearchivo.com/site/fichaDvd.asp?idRubText=7125

 

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*Hay películas ordinarias a las cuales el tiempo reivindica como extraordinaria por caminos misteriosos. “El terror de los Tongs” es una de esas. Tiene un primer punto de interés singular en el hecho de ser uno de los títulos Hammer menos tratados y vistos pese a que en ella participan el mágico terceto James Bernar –música-, Bernard Robinson-diseño- y Jimmy Sangster –guión- con el añadido de la sensual Yvonne Monlaur, inolvidable protagonista de “Las novias de Drácula” y aquí caracterizada como china mestiza a la cual el héroe tomará bajo su protección a regañadientes. Pero si solo fuese así no pasaría de curiosidad a pie de página, porque objetivamente podría decirse que es un film mediocre, con una ambientación de baratillo, un ritmo atropellado y un protagonista monocorde. Lo que ocurre es que en muchos otros aspectos además de su adscripción al catálogo de la Hammer, también es una anomalía. Lo era en 1961 y los es, multiplicado, hoy.


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Todos sus elementos discutibles, de repente, se transforman en los más sugestivos si se la contempla como la narración fuera de tiempo que es y que era en el momento de su estreno. La película del también actor Anthony Bushell es un relato fugado, sin adulteraciones ni intermediarios de las páginas de Argosy, Detective Stories, Black Mask o cualquiera cabecera pulp de los 20 y 30 mezclado con generosas dosis de las historias sobre el peligro amarillo paridas pro Sax Rohmer en la saga sobre el archivillano Fu-Manchú, la corporeización del “Peligro amarillo”; un delirio calenturiento, racista y absolutamente pulp, absolutamente incorrecto y por todo ello adictivo.

Entonces la ambientación, el ritmo y hasta el protagonista ya nos parecen diferentes. Su estética y su colorido, su estilizada utilería, emanan de las fantásticas portadas pintadas, rebosantes de acción, exotismo y violencia; el físico rotundo y viril de Geoffrey Toone, quien interpreta al Capitán Jackson Sale cuyo solo nombre ya parece anunciar pasadas y futuras aventuras, corresponde con plena coherencia al héroe rudo del pulp; y su ritmo vertiginoso es el equivalente a condensar mil peripecias en una pocas páginas, en unas pocas secuencias en este caso, saltándose las convenciones a favor de satisfacer las necesidades tanto del relato como del consumidor del mismo. Así “El terror de los Tongs” no parece tener clímax, sino ser un continuo climático con breves pausas para coger aliento, para pasar las páginas.

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Sorprende ver hoy una dosis tan pura de genuino relato pulp, en un época en la cual este o bien no se entiende o bien ha quedado adulterado o en los mejores casos disuelto como ingrediente en ficciones polireferenciales. Pero esto es material de verdad, más cercano a, por ejemplo, la primera versión sonora de Fu-Manchú en la memorable “La máscara de Fu-Manchú”, aunque si el delirante sentido plástico de esta joya del 32 con Kaloff como el 7 veces doctor y Mirna Loy en clave exótica como su no menos pérfida hija, que a al ciclo de adaptaciones que sobre Rohmer emprendió Harry Allan Towers en la década de los 60. Estas estaban más orientadas hacia la estética y la narrativa del tebeo aunque la presencia del genial Christopher Lee las emparenta de modo directo ya que aquí prefigura a Fu Manchú a través de su

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caracterización de oriental maquiavélico y fascinante, de figura filiforme y largos bigotes, siempre estático en el plano mientras proyecta una autoridad casi sobrehumana.

Pero el film de Bushell es, a su modo, más modesto. Mientras las producciones Allan Towers se desarrollaban a escala mundial como versiones en negativo (y en barato) de las hazañas contemporáneas de James Bond ambientadas en una década de los 20 imaginaria, “El terror de los Tongs” concentras su aventura en unas pocas calles y garitos de Hong Kong, con un puerto de estudio como epicentro de la trama de fondo sobre contrabando. Quizás por preceder a la serie Bond carece de la tentación de esa referencia comercial, con lo cual va directamente a las truculentas fuentes para conformar su estética y su narrativa, aprovechando de camino la huella de la un año anterior, e inferior a este pese a estar dirigida por el magistral Terence Fisher, “Los estranguladores de Bombay”, de la cual parece un remake encubierto con cambio de escenario.

El resultado es un adictivo relato lleno de sociedades secretas, submundos criminales, ritualismo, sadismo, erotismo -todavía algo tímido- violencia a mansalva y contra cualquiera, acción sin freno e intriga; todo  presidido por un extraño pesimismo que produce que el héroe termine solo y sin haber podido vengar la muerte de su hija con sus propias manos mientras que el villano decide su propia muerte de forma honorable.*

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