Lo primero es lo primero: Il Cavaliere Berlusconi no me hacía, hace, ninguna gracia. Ni a mí ni a unos cuantos millones de europeos, entre los que parece lógico contar que algún italiano y varias italianas habría, habrá. Dicho lo cual, estaba gobernando Italia porque el pueblo así lo había querido, y como en 2008 alcanzó su segunda reelección (fue el candidato más votado también en 1994 y 2001) no cabe ninguna duda de que los italianos, mayoritariamente, sabían a quién confiaban las riendas de su país. La verdad es que soy tan poco original en mi valoración de su persona como desafortunadas eran sus declaraciones y actos, hechos que imposibilitaban, de no ser ciegos, el respeto y admiración a su persona y desempeño. En realidad cualquiera que haya tenido que ver con la creación de Canale 5 y su hermana Telecinco, se mofe o humille constantemente del sexo contrario o aproveche su posición privilegiada para obtener favores, me parece que no goza de mi simpatía: soy así de necio, pobre y orgulloso. Y en el caso que atañe a don Silvio se daban estas tres circunstancias y, tal vez, alguna más que callen mujeres de curvas peligrosas o consejeros acostumbrados a conducir por el carril contrario. En todo caso, repito que estaba ahí porque así lo habían dictado las urnas, de paso que certificaba que cuantos más votan una decisión más injusto es el resultado.
Y lo segundo es obvio si se lee el párrafo anterior con mínima atención: Mario Monti, el sexagenario que ha asumido la jefatura de Gobierno de Italia, y se ha reservado la cartera de un ministerio tan poco relevante como el de Economía, es, aunque obre milagros económicos semana tras semana, mes tras mes, el menos adecuado para dirigir un país. Es lo que tiene haber servido como asesor en The Goldman Sachs Group, Inc.: crea prejuicios aunque te avale un diploma de Yale. Explicado mi rechazo primitivo al economista lombardo, si le sumo el término tecnócrata -bonito disfraz neoliberal- que le aplican los periódicos de medio mundo – la otra mitad llenan sus páginas con las balas sirias- lo convierto en un sospechoso al servicio del capitalismo más feroz y salvaje -¿existe otro capitalismo?-. Sabemos que en las dictaduras tercermundistas que sufren un golpe de estado o un alzamiento popular que derroca a sus presidentes para poner a otro en su lugar, hay que andarse con cautela y precauciones y no celebrar lo reciñen acontecido, pues por lo general más vale malo conocido... Por tanto, ¿he de añadir que aunque se equivoque el pueblo y elija a un irresponsable cada cierto tiempo, siempre lo preferiré a aquel que los monarcas, los mercados o cualesquiera otros coloquen a dedo en el sillón presidencial? Y eso aunque me duelan casos como el de Deutschland (me refiero a la elección en 1933 del alemán con monorquidia, aclamado por la mayoría -conspiraciones incendiarias al margen-, no al de la angelita Merkel, que todavía se venga de todos nosotros por habernos fijado en el pronunciado escote que lució en la gala de la inauguración del Operahuset de Oslo en 2008).
Dicen los angloparlantes que la sigla PIIGS (la traducción de pigs al castellano sería cerdos, así que hacen hincapié en la vocal para hacer más sonoro y dañino el término) hace referencia a Portugal, Ireland, Italy, Greek & Spain, los países que lastran la salida de la crisis de la zona del euro, los que habrán de pagar el más alto precio. Y dicen que a tres los han tenido que restacar la banca europea; que para no humillar a la tercera economía del continente, Italia, mejor hacer que dimita don Silvio; que aún falta la S de España para rematar la ocurrencia. Cómo si mi circunflejo presidente hubiese adelantado las elecciones generales que no tocaban hasta finales del invierno próximo por gusto propio. Así que 2012 llegará entre primas de riesgo y otras familiaridades de escándalo, renovado -sí, es una ironía- el panorama político a peor. Y ahora que levante la mano el que dijo que de esta saldríamos reforzados. (Tú no, que trabajas de usurero.)
La letra ese es la inicial de soberbia, entre otras, y si hablamos en inglés de sin, sins, también entre otras, of course. El pecado, los pecados que algún día deberán purgar los tecnócratas y sus amos. Sólo espero que sea en esta vida y en este reino. Hasta entonces habremos de vivir días aciagos y lentos, de curvas, precipios y socavones.