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Peña Cabarga, el día que Froome no pudo derrotar a Juanjo Cobo

Publicado el 21 julio 2017 por Davidmaldini @ConDdeDeporte

La Vuelta ciclista a España de 2011 fue una de esas ediciones que comienzan en un principio sin un claro favorito. Alberto Contador había centrado su temporada en Giro (1º) y Tour (5º) y Alejandro Valverde había sido sancionado por dopaje en el mes de marzo por su posible implicación en la Operación Puerto. Con ellos fuera del cajón de salida, las esperanzas nacionales recaían a priori en Joaquim “Purito” Rodríguez del Katusha, el cual había cuajado una muy buena temporada hasta ese momento con un cuarto puesto en el Giro y varios podios en diversas clásicas de primavera,o Igor Antón del Euskaltel, que la temporada anterior podía haber ganado de sobra si no hubiese sido por una inoportuna caída de camino a ¡oh! sorpresa, Peña Cabarga, cuando marchaba líder. De fuera de las fronteras se presentaba Vincenzo Nibali del Liquigas, vigente campeón y segundo en el Giro de ese año, y Bradley Wiggins del Sky, un corredor británico figura del ciclismo en pista que ya había demostrado sus dotes en ruta con un cuarto puesto en el Tour de 2009. A ellos podían unirse los siempre experimentados Dennis Menchov o Carlos Sastre del equipo Geox, el combativo Michele Scarponi, o duros corredores como Mikel Nieve o Dani Navarro en busca de triunfos parciales.

La Organización de la Vuelta había preparado un recorrido bastante exigente incluyendo el retorno del Angliru tras dos años de ausencia y varios finales en puertos cortos pero de alta exigencia. Durante el transcurso de las primeras etapas la subida a Sierra Nevada comenzó a definir la clasificación general y la 8ª etapa sirvió para dar un primer golpe de efecto de Purito que tras su victoria tres días antes en Valdepeñas y, aprovechando un durísimo repecho en el final de etapa en San Lorenzo del Escorial, ganaba y se vestía de líder.

Y entonces llegaron las sorpresas…

Al día siguiente aguardaba la Covatilla, un puerto no de los más duros, pero sí muy sostenido y largo con dieciocho kilómetros de ascensión que pondrían a prueba las piernas de los favoritos. Las hostilidades no se hicieron esperar y tras una merecida victoria de Daniel Martin, Bauke Mollema se vistió de Rojo y la etapa dejó sensaciones contradictorias. Purito, intratable hasta ese momento, flojeó y perdió 50 segundos en meta, Nibali no terminaba de arrancar y aparecieron varios protagonistas, en principio, inesperados. Emergió Sky con su jefe de filas Bradley Wiggins y con un semidesconocido entonces Chris Froome como gregario de lujo, y Juanjo Cobo que había acudido a la Vuelta como escudero de Menchov y Sastre en el Geox, se destapó como el español más fuerte en la alta montaña hasta ese momento.

Pero lo más entretenido aún no había llegado. En la novena etapa se disputaba la primera crono individual de la Vuelta y Chris Froome, el teórico gregario, quedaba segundo y se vestía sorprendentemente de líder con una pequeña ventaja sobre su compañero británico. Mientras, Juanjo Cobo quedaba de momento fuera de la lucha. Pero al día siguiente, Froome fallaba en la subida a La Manzaneda y perdía el liderato en favor de Wiggins tras haber tenido que parar a esperarle y quedarse descolgado por el esfuerzo extra. Esos segundos perdidos le costarían seguramente la Vuelta, solo que aún no lo sabían en el Sky, equipo rígido donde los haya. Y mientras tanto, cuatro líderes distintos en las últimas cuatro etapas.

Juanjo Cobo se destapa

No es que hasta ese momento no hubiese sido protagonista en carrera, pues en la Covatilla había entrado tercero y en La Manzaneda había llegado en el grupo de los favoritos, pero no sería hasta La Farrapona cuando Cobo se destaparía como candidato a la clasificación general. Ese día, Joaquim Rodriguez y Nibali se descartaron definitivamente y Wiggins volvió a sufrir forzando a Froome a tirar de él para no descolgarse demasiado. Mientras, Juanjo Cobo aprovechaba su oportunidad y ayudado por su compañero de equipo David de la Fuente, llega a meta segundo sólo superado por Rein Taaramae que había marchado escapado durante toda la ascensión. Cobo ya es cuarto en la general a 55 segundos de Wiggins.

Pero si ese día había sido bueno, el siguiente iba a ser espectacular. ¿Por qué? Porque llegaba el Angliru, sinónimo de ciclismo en estado puro. Y desde que el malogrado “Chava” Jiménez subiese por primera vez a su empinada cima, siempre ha sido testigo de grandes gestas. Y no iba a ser menos en esta ocasión. No hizo falta esperar y en cuanto comenzó la zona más dura, Cobo atacó y ya no paró hasta llegar a la cima en solitario. Wiggins aguantó como pudo pero se vino abajo y Froome, que ese día ya contó con libertad de acción, tampoco pudo seguir la rueda del español que ganó y se vistió con el maillot rojo de líder.

Peña Cabarga, el día que Froome no pudo derrotar a Juanjo Cobo

Juanjo Cobo cruzando la meta del Alto del Angliru. Ese día se puso el maillot de líder de la Vuelta

Peña Cabarga, último escollo

Cobo salió del Angliru como líder sorprendente de la Vuelta aunque con una exigua ventaja sobre Froome de 20 segundos. Sólo restaba una etapa más de alta montaña en la que buscar diferencias significativas y todo parecía indicar que el dominio del español hasta ese momento “aseguraba” (todo lo asegurable que es el ciclismo profesional) la victoria final. Pero Peña Cabarga aun iba a tener mucho que decir…

Se trata de un puerto de categoría especial, corto, de casi seis kilómetros pero con una pendiente media de casi un diez por ciento. Juanjo Cobo, que durante la etapa y hasta el comienzo de la ascensión había rodado comedido, aprovecha un movimiento de Jurgen Van den Broeck, y ataca llevándose a Froome a rueda cuando sólo queda un kilómetro para meta. Cobo, que no es dado a escatimar esfuerzos, mantiene el ritmo y parece tener controlado al británico. Pero de repente Froome se pone de pie y ataca, un ataque además durísimo. Cobo le sigue a rueda y mantiene la distancia con cierta solvencia hasta que explota, le han sacado de punto y a todos los aficionados se nos hiela el corazón. El cántabro parece que no puede responder. Froome se sienta y avanza a toda máquina entre los centenares de aficionados que abarrotan Peña Cabarga. El ambiente es realmente espectacular, tanto que los corredores apenas tienen pasillo para pedalear. El tiro de cámara y la multitud impiden ver la distancia real entre ambos pero, ya se sabe, en alta montaña unos pocos metros puede significar muchos segundos.

Finalmente, tras unos instantes de inquietud, la carretera se ensancha y para alivio de todos, Cobo va regulando, sentado y a buen ritmo, limando centímetros en cada pedalada a un Froome que parece que ha invertido demasiado esfuerzo y le está pasando factura. Lo que en un principio pintaba como debacle va convirtiéndose en una remontada que puede valer una Vuelta. Aunque quinientos metros antes parecía una quimera, Cobo consigue ponerse a rueda de un atónito Froome que ve como no sólo le dan caza sino que encima debe esprintar para asegurar al menos la victoria de etapa. A sólo cincuenta metros de meta, Cobo ya no puede más y Froome gana picando incluso un segundo que, con las bonificaciones, iban a dejar la distancia definitiva entre ambos en sólo 13 segundos.

Aquel último kilómetro había sido espectacular. Cuando todos pensábamos que Cobo no podría salvar los muebles, se rehízo y, sacando fuerzas de flaqueza, realizó una remontada digna de hemeroteca que le dio, a la postre, una enorme victoria final en la meta de Madrid. Es curioso que, a pesar de la escasa renta de 13 segundos en la General final, no fuese el resultado más ajustado de la historia de la Vuelta. Y si no que se lo digan a Alberto Fernández en el 84, cuando Eric Caritoux le quitó la victoria por sólo 6 segundos.

Ese, un poco lejano ya, 7 de septiembre de 2011 en Peña Cabarga, Froome levantaba los brazos en señal de victoria y no era para menos. No en vano, era su primera victoria parcial en una Grande y aún no era el ciclista dominador que ganaría el Tour al año siguiente. Pero si Cobo en ese momento hubiese tenido una sola pizca de oxígeno en los pulmones, también lo habría celebrado pues sabía que había hecho algo más que salvar los muebles. Lástima que su carrera deportiva se estancase posteriormente pero desde luego aquel día se quedó en la memoria de todos los aficionados al ciclismo.

DAVID ABELLÁN FERNÁNDEZ

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