Cuando Peñíscola mira hacia el sur solo puede observar el precioso paisaje del Parque Natural de la Sierra de Irta, en plena costa mediterránea.
Este paraje es el único que queda en la
Comunidad Valencianaprácticamente virgen. Y lo es porque está repleto de caminos y senderos por donde no es recomendable recorrerlos en un turismo si es que lo apreciamos…La Sierra de Irta nos muestra un paisaje escarpado con profundos acantilados y calas muy pequeñas de cantos rodados y aguas de color azul turquesa. Los bosques de pino crean figuras imaginativas asomándose al mar porque el viento los hizo así, retorcidos, girados y algunos casi vencidos hacia el acantilado. Caminos estrechos de tierra y piedra que recorren la costa hasta Alcoceber. Giran, se elevan en fuertes pendientes o bajan vertiginosamente hacia alguna cala solitaria.Nos llamará la atención en un promontorio la torre Badúm que ayudaba en la vigilancia costera al castillo de Peñíscola.El interior de la Sierra de Irta está repleto de senderos y caminos para poderlos recorrer tranquilamente andando o con bicicleta. Nos acompañarán bosques densos de pinos y preciosos olivos centenarios.Si Peñíscola gira su mirada hacia el norte verá una extensa línea de arena que se extiende hasta Benicarló y Vinaroz.Con todas estas experiencias diferentes que nos ofrece este pequeño pueblo costero creo que resulta muy interesante planificar una escapada de más de dos días.
Quizás sea interesante remarcar que existen dos Peñíscolas muy diferentes. Este pueblo marinero bulle durante el verano porque es un enclave muy turístico debido a la calidad de sus playas y la infraestructura hotelera.Villa antigua y marinera que nos pide que la recorramos pausadamente, sin prisas, para que podamos observar todos esos detalles que, a simple vista, se nos escapan. Porque en Peñíscola,
el pasado y el presente se funden dando lugar a un pueblo variopinto muy emblemático. La soledad de cualquier callejón estrecho puede llevarnos a un calle más ancha repleta de tiendas de recuerdos y restaurantes.Cuando paseemos por su casco histórico nos daremos cuenta de la importancia que debió tener esta villa en algún momento de la Historia.
Está repleta de elementos arquitectónicos que nos llevan a imaginar un pasado beligerante: murallas, portales, garitas de vigía, patio de artillería, polvorines, casamatas…Lo más recomendable es dejarnos llevar por los callejones sin ningún rumbo definido porque siempre saldremos hacia alguna de sus murallas exteriores que nos permitan orientarnos de nuevo.
Podemos acceder al casco histórico por tres portales: Fosc, San Pere y Santa María. Vamos a entrar, primero, por éste último, porque tiene un encanto especial y porque me interesa que observes por qué, Peñíscola, es casi una isla. Bueno…dicen que, hace siglos, durante la noche y cuando subía la marea, lo era. Por eso resultaba tan inaccesible para los berberiscos.Antes de subir hacia el
Portal de Santa Maríanos encontramos con la fuente de la Petxina, (siglo XVI) que fue utilizada por las mujeres para lavar la ropa y por los pescadores para limpiar sus redes. El agua procede de un manantial que llega hasta ella por una canalización de origen romano. Luego, discurre hasta el mar.El Portal de Santa María fue ordenado construir por el rey
Fernando VI para facilitar el acceso a la ciudad desde la parte oeste. Hasta aquel entonces, los comerciantes que llegaban con sus carros, debían ingeniárselas para entrar a Peñíscola por el estrecho Portal FoscAl traspasar la puerta nos situaremos en una bonita plaza llamada Les Escaseres. Aquí se halla la ermita de Santa Ana. Desde la plaza y por unas escaleras ascenderemos a la ronda de las murallas por las que podremos pasear unos metros para obtener diferentes perspectivas del pueblo, la costa y las montañas. Y aquí veremos la pequeña lengua de tierra que impide que Peñíscola sea una isla fortificada. ¿A qué resulta curioso verlo desde aquí?Regresamos al Portal de Santa María para ir ascendiendo hacia el pueblo. Pasaremos por la
Batería del Calvario que se utilizaba como polvorín y cantina. Ya en el siglo XX fue utilizado como colegio de niños hasta 1.972. Resulta curioso saber que los agujeros de las cañoneras eran las ventanas de la escuela.Ya comenzamos a respirar el ambiente gastronómico pues, en esta plaza, existen varios restaurantes.
El ambiente histórico nos obliga a girar hacia la izquierda, pero desde aquí, podremos ver la Peñíscola norteña, la de amplias y largas playas de arena y edificios al lado del paseo marítimo.Cuando entremos por el Portal Fosc (oscuro) ya estaremos en los rincones más hermosos del pueblo marinero. Y aunque nos parezca muy estrecha, esta puerta fue el único acceso a la población hasta el siglo XVIII. Aquí podemos ver grabado el escudo de Felipe II.Seguimos recorriendo sus callejones hasta la plaza más ancha donde se encuentra el castillo del Papa Luna y su inmensa escultura fabricada en bronce.El castillo templario del Papa Luna fue muy codiciado por reyes y nobles debido al emplazamiento tan estratégico que tenía.
Antes que Jaime I conquistara Peñíscola era una fortaleza de origen árabe. Pero el rey lo donaría a la Orden del Temple para que lo administrara. Por eso, esta fortaleza es muy similar a otras que se construyeron en Tierra Santa.
Este castillo fue elegido por Benedicto XIII, el Papa Luna, para reconvertirlo en su residencia habitual después de tener que aceptar que el Reino de Aragón le retiraba su apoyo y que la Iglesia de Roma lo expulsaba.Encerrado entre los muros de esta fortificación pasó los últimos años de su vida dedicado a su
biblioteca. Por eso la convirtió en una de las principales de toda Europacon más de dos mil volúmenes en sus estanteríasDentro del recinto del castillo se halla la Plaza de Artillería que actualmente es un jardín mediterráneo al borde del mar y con diferentes altitudes.Desde uno de sus muros podremos
contemplar las famosas escaleras que son protagonistas de una de las leyendas del Papa Luna.Cuentan que una noche en la que
Benedicto XIIIse creyó asediado, intentó huir por unas escaleras excavadas en la roca y que llevaban a un barco que siempre tenía preparado por si era necesario. Al bajar, el anillo papal resbaló de su dedo y cayó entre unas grietas rocosas. Al intentar recuperarlo, el Papa, perdió el equilibrio y cayó al mar, ahogándose. Nunca apareció el anillo…Seguimos nuestro recorrido por Peñíscola visitando uno de los rincones que a mí más me gustan. En una pequeña plaza al lado del castillo se halla el
faro que sigue en funcionamiento. Desde el mirador podemos obtener unas buenas fotografías del mar Mediterráneo y su costa.Si seguimos descendiendo nos encontraremos con el Museo del Mar al que podemos entrar de forma gratuita. Aquí podemos darnos una idea del pasado marinero de este pueblo con la exposición de diferentes maquetas de barcos, cañones, utensilios de pesca y un acuario
Vamos recorriendo las
calles empredadas llenas de tiendas de recuerdos y restaurantes pero no debemos perdernos dos de las curiosidades más interesantes de PeñíscolaPor una parte, el Bufador. Asomados a un muro de piedra veremos que hay un profundo hueco rocoso que…desciende hacia el mar.Es una
chimenea que pone en contacto el agua del Mediterráneo con el interior de la población de Peñíscola. Cuando sube la marea o el mar está agitado el agua asciende golpeando la ropa y salpicando el exterior de la chimenea. Todo entre un ruido ensordecedor.La segunda curiosidad es la Casa de las Conchas. Y es que, acostumbrados como estamos a ver todos los muros blancos con sus ventanas en azul luciendo bonitas macetas de flores, esta casa es muy diferente a todas. Y como su nombre indica, su fachada está forrada de conchas marinas. Fue, su dueña la que, a cambio de proporcionar tabaco a los pescadores, ellos pagaban con las conchas que conseguían en su pesca diaria. Dicen que esta mujer fue la primera promotora turística de Peñíscola. A cambio de una pequeña aportación económica, Justa, servía a los viajeros de improvisada guía para conocer el pueblo.Y después de haber recorrido tranquilamente todos los rincones saldremos por la
Puerta de San Pere. Este portal lo mandó construir el propio Papa Luna para poder acceder rápidamente a su castillo desde la costa. En él está grabado su escudo. Después de cruzar el foso por el puente nos acercamos al puerto pesqueroEs posible que tengamos suerte y podamos contemplar
la llegada de los barcos que regresan de faenar. Un ritual que seguramente vienen practicando durante siglos entre las bandejas de pescado repleto de hielo, olor a salitre, ruidos metálicos, chubasqueros amarillos y naranjas, rostros recios y curtidos por el sol…