Pensá fuera de la caja

Por Juan Carlos Valda @grandespymes

Por: Juan José Goñi Zabala,

Se dice que decidimos a última hora y frecuentemente cuando nos cansamos de pensar. Cuando llegan los momentos de decidir nos falta tiempo y -más aún- capacidad de pensar sobre lo nuevo. La premura de la imposición de unos tiempos tasados para tomar decisiones, nos sorprende -siempre muy ocupados- y optamos por lo más emocional. Esto suele ser un pequeño cambio superficial -de seguir igual- por el miedo a lo nuevo. Los cambios con propuestas más profundas requieren haber reflexionado sobre otras opciones fuera del plano de pensamiento habitual. Ya lo decía Einstein: " No podemos resolver problemas si no salimos del plano de pensamiento donde se han creado ". Esto es difícil, pero es el ejercicio recomendable para conseguir acercarnos a lo que pretendemos. Hay que hablar de lo que no existe y esto requiere un tiempo de reflexión y diálogo. Este ejercicio de ver más allá y ver desde más lejos nos ayuda a situarnos mejor ante las decisiones y a calibrar el impacto de lo que podemos elegir o decidir hacer en un determinado momento.

Recurriremos una vez más a la social ficción para pensar sobre la importancia de los activos o capitales sociales, su naturaleza y las consecuencias de optar por unos u otros. Nuestra historia reciente ha elevado el valor social de uno de los activos de la sociedad por encima de los demás y es el relativo a la posesión de recursos materiales. Esta tesis es quizás la explicación subyacente de la deriva social de nuestros días, que no viene de ahora, pero es ahora cuando requiere una reconsideración profunda. Los dos últimos siglos han servido para crear capacidades de producir y de consumir como nunca nadie se había podido imaginar. La maquinaria social que hemos creado sobre la educación, el reparto del tiempo, los reconocimientos sociales, los hábitos, las aspiraciones, el poder, y los símbolos se han organizado alrededor de este activo entendido como desarrollo económico en detrimento de los demás. ¿Pero cuáles son los otros cinco?

Si nos ponemos delante un cubo de Rubik y lo imaginamos como el contenedor del capital social, veremos que hay seis caras y en ellas cuadrados con mezclas de seis colores. Son los seis capitales con los que evaluamos las oportunidades, elegimos el empleo, creamos nuestros proyectos, elegimos una residencia, educamos a nuestros hijos, dedicamos nuestro tiempo. Cada asunto en nuestra vida está tintado de seis colores -los seis capitales-, pero nos dicen insistentemente que solo existe uno importante, el económico.

Los seis activos sociales son: el capital económico, el capital conocimiento, el capital salud -física y emocional-, el capital cultural y de creencias, el capital ecológico o ambiental, y el capital relacional o de confianza. Estos seis activos responden a nuestra naturaleza antropológica de humanos como seres sociales emocionales y racionales con percepción del tiempo -pasado y futuro- y residentes en un planeta biológicamente desarrollado y ocupando un espacio evolutivo junto a múltiples especies.

Los activos orientados al futuro son dos: los recursos materiales y el conocimiento. Estos dos capitales sociales forman una parte importante del progreso material y del avance en las formas de vida. Ambos sirven para asegurar la permanencia en lo que viene, lo desconocido. Los recursos económicos para permitir intercambiar bienes y mantener la actividad en momentos de baja capacidad de generar recursos, y el conocimiento -cada vez más importante en momentos de cambio- para prever y resolver problemas de cualquier índole.

Como seres sociales que somos, valoramos otros dos activos -de la socialización- que nos permiten cubrir nuestras necesidades de pertenencia a grupos, más allá de sentirnos individuos aislados. Los dos capitales de la socialización son el capital emocional-salud y el capital cultural. El primero se traduce en el bienestar personal que sienta las bases de la felicidad. Éste es un capital que traducimos en calidad de vida, que mueve muchas decisiones personales y laborales. El segundo capital de la socialización lo forman las creencias colectivas, las emociones grupales, el desarrollo de elementos culturales, los ritos, los símbolos, las reglas de conducta y los reconocimientos que conforman la identidad y del sentimiento de pertenencia en los grupos humanos. Son los activos culturales y artísticos que nos vinculan emocionalmente.

Y los otros dos capitales provienen de nuestra relación con el entorno. Las relaciones sociales no son sólo grupales e intraespecie. Lo son también personales y extraespecie. Somos seres insertos en redes de relación próxima con otros humanos -cada vez más- y con la naturaleza. Formamos parte de un ciclo biológico evolutivo con relaciones de cooperación y competición entre nosotros y los medios naturales. Son los dos últimos capitales y colores del cubo de Rubik. El capital relacional o de confianza entre personas -el quinto- y el capital ecológico o de armonía en entorno vital, como sexto y último de la lista. El capital relacional en sentido positivo está fundamentado en la confianza y en sentido negativo en el engaño y la explotación por dominio de unos sobre otros. El capital ecológico se fundamenta en la armonía del medio ambiente y con los seres vivos. Nos interrelacionamos con un medio vivo que es la naturaleza en su expresión global.

Si observamos lo cotidiano, las propuestas sociales, la crisis y las medidas de cambio vemos que los seis capitales están en danza. Movemos el cubo de Rubik de un lado para otro pero no sabemos si avanzamos hacia la solución -mejor modelo social- o nos alejamos de ella. Lo que tenemos claro es que la combinación vigente de estos capitales no es la que idealmente queremos. Tenemos esta sensación -al ver los movimientos sociales- de una gran desorientación en un mundo complejo y veloz. Un proyecto público nos anuncia grandes cambios en un lado del capital social y por otra parte vemos que crea grandes problemas en otros aspectos del resto de los capitales. Parece sin embargo que como tónica general hemos sobrevalorado el capital económico, los capitales de lo tangible, en el cubo de Rubik. El capital recursos y lo económico como agente regulador de lo importante no está en armonía en intensidad y en superficie con los otros cinco capitales. Así, la economía del futuro que maneje este nuevo cubo de Rubik será muy distinta y se llamará de otra manera -quizás exonomía- (ver NG, 29 de mayo de 2008).

Si sabemos que hay seis capitales sociales nos será más fácil ordenar nuestras valoraciones y hablar de todos ellos ante las propuestas de cambio a las que nos vamos a enfrentar. Elegir entre opciones no es fácil. A veces hay que renunciar a ganar en alguno para ganar en otros, y a veces merece la pena consumir alguno en el corto plazo para crear reservas de otros para peores tiempos. En definitiva -como decía Einstein- intentemos elevar el punto de vista desde el que vemos lo que viene, si queremos soluciones de mejor contenido y de cierta garantía de cambio social.

Por: Juan José Goñi Zabala, Socio de Aptes (Asociación para la promoción de la tecnología social)