Pensamiento chemtrail

Publicado el 07 noviembre 2012 por Dcarril

Ya es oficial. La constitución de un nuevo conocimiento popular está en marcha. Ese conocimiento podría llamarse conocimiento conspirativo, y no se trata solo de un fenómeno marginal. Los eruditos y filósofos suelen despacharlo con rapidez- si es que acaso se detienen un segundo a analizarlo- pero siquiera un temperamento sociológico vulgar podría descartar el levantamiento de acta de un acontecimiento cuanto menos preocupante. Ya se trate de extraterrestres que ocupan puestos de poder en el llamado Nuevo Orden Mundial, ya se trate de fumigaciones descaradas sobre la población -los llamados chemtrails-, o el aparente descubrimiento de que la tierra es hueca en realidad, el caso es que toda una serie de fenómenos comienzan a ser interpretados, por bastantes personas, en un sentido abiertamente paranoico. ¿Por qué sucede todo esto? Aquí solo podemos sugerir hipótesis. En todo caso, hay pistas que nos inducen a pensar que detrás de estos fenómenos de opinión- marginal hoy, mañana quién sabe- existen una serie de acontecimientos que, si bien no podemos considerar como sus auténticas causas, podrían ir parejos con aquellos fenómenos o explicarlos en parte. Esos acontecimientos obedecen también a razones filosóficas.

En primer lugar, podríamos avanzar, como primera hipótesis explicativa, la destrucción de las barreras al poder global. Antes de la caída de la Unión Sovíética, existía un límite garantizado al poder omnívoro de cualquiera de las potencias en pugna. La destrucción de ese límite se pagaba con el riesgo de un holocausto nuclear. Tras la destrucción de todo límite que hiciera frente al imperio capitalista, su poder se ha difuminado por todo el globo, llegando a todos los extremos de la tierra. Si bien es cierto que en general esa expansión se ha logrado sin traumas físicos -al menos en la sociedad occidental- el sujeto se ha visto psicológicamente forzado a decidir: si renuncia al envite del sistema, pagará con su salud mental, pues no podrá acogerse a otro modelo social, político y vital que le ofrezca un modo distinto de comprender y organizar su propia vida. El actual renacimiento de las teorías conspirativas podría ir en esa dirección.La segunda razón es solidaria de la primera. La expansión del poder capitalista a lo largo y ancho del globo no ha sido respondida con la misma intensidad por un contrapoder constituyente suficientemente eficaz como para crear una hegemonía alternativa. De hecho, la subjetividad social ha permanecido, hasta el momento, fragmentada atómicamente en subjetividades individuales, aisladas. Cuando se ha unido en forma de colectivos de resistencia, no ha podido, sin embargo, exportar tal experiencia al conjunto de la sociedad- por distintos que sean los motivos-. El aislamiento del individuo atomizado, incapaz de reproducirse exitosamente en una colectividad o en una sociedad, lo ha conducido a producir sus propias teorías, a levantar una hegemonía individualizada con la que protegerse del riesgo enemigo global. La incapacidad por parte de la sociedad resistente a la hora de crear una hegemonía capaz de defenderse intelectual, política y socialmente a la agresividad del neoliberalismo estadounidense, ha permitido la construcción de un individuo solitario y aislado, que percibe la omnipotencia del poder como una amenaza para su integridad física y psicológica. La incoherencia generalizada de las ideas conspiranoicas, superpuestas unas a otras sin un mínimo de unidad, puede dar razón de esta hipótesis. De todos modos, faltaría por dar cuenta del temor que vertebra toda teoría conspirativa. Hay en todas ellas la idea de que un agente externo planifica con una maldad inusitada una serie de objetivos y proyectos oscuros en los que el individuo en particular y la sociedad civil en general hacen de medios o de víctimas. El sujeto paranoico da por supuesto en todo caso que la última intención de su enemigo es destruirlo a él en base a lograr un interés egoísta, por ejemplo, lograr el poder del mundo entero o hacerse con las riquezas de toda la población. Lo cierto es que esto es verdad. Los administradores del poder de este mundo no han hecho otra cosa distinta a lo largo de la historia. La única diferencia con respecto de nuestro momento actual es que las antiguas justificaciones han dejado de surtir efecto y ahora el interés se abre paso de forma descarada sin necesidad alguna de legitimación. Mediante la apelación a Dios en la Edad Media y mediante la apelación al progreso y la emancipación en la Edad Moderna, lo cierto es que estos relatos de legitimación no solo colocaban un velo sobre los actos más inmorales de aquellos que ostentaban el poder, sino que además servían de consuelo metafísico para las almas de los subyugados. Dado que hoy no hay relato alguno con el cual justificar la inmoralidad flagrante de los poderosos, tampoco hay consuelo alguno para los oprimidos. El pensamiento conspirativo sospecha de las intenciones de los poderosos, y con razón. Dado que no existe ningún freno político ni moral para las acciones de aquellos que gobiernan el Nuevo Orden Mundial, es lógico pensar que serán capaces de todo: eso incluye, por supuesto, fumigar a la población a plena luz del día o permitir que los extraterrestres ocupen puestos importantes en la administración del estado.Hay una razón más que podríamos añadir a las expuestas. La cabeza de la serpiente hegemónica hoy en día es difusa. La globalización tiene, por supuesto, sus núcleos de irradiación, pero la responsabilidad última del estado de cosas mundial está evaporada. La sociedad en red no solo beneficia a los procesos de informatización, sino a la distribución en red del poder. No sabemos si quienes gobiernan en última instancia son los políticos, las grandes corporaciones o un grupo de iluminados- los Iluminati- que saben muy bien hacia dónde camina la humanidad. No hay sujeto constituyente de resistencia, pero tampoco sabemos muy bien dónde situar el sujeto constituyente de poder. Puede estar en todas partes, también encima de nuestra casa, acechándonos. Lo que está claro es que todos los motivos expuestos promueven un modo de pensar esquizofrénico, paranoico en suma. Debemos rezar para que el éxodo antropológico del que hablan Negri y Hardt en su brillante Imperio no sea el camino de la psicosis paranoica, de la desconfianza. Y en último término, ¿Quién sabe si tanta locura no sea la consecuencia de que nuestros gobiernos estén fumigándonos mediante chemtrails arrojados desde el aire?



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