¡Pensamiento real ya!

Publicado el 04 junio 2011 por Rbesonias


Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que la Universidad era no solo un foco de conocimiento e innovación, sino también una fuente creativa de ideas y emisora de cierta conciencia social. La función social de la Universidad era, además de transmitir conocimientos y servir de puente hacia el mundo laboral, la de ser fuente explícita de la sensibilidad de la calle. Hoy la Universidad es poco más que una expendedora de títulos. El compromiso social de la Universidad con los problemas de su tiempo es exiguo. En las pocas ocasiones en las que se ha observado un cierto movimiento vindicativo dentro de la Universidad, este ha sido siempre protagonizado por el alumnado (véase el caso Bolonia). Los docentes raramente se inmiscuyen en la vida social; su compromiso intelectual con los asuntos públicos -los del ciudadano de a pie, para entendernos- brilla por su ausencia.
Sin embargo, a raíz de las protestas ciudadanas de estas últimas semanas algunos catedráticos se han sumado a las reivindicaciones populares, abriendo las puertas de sus universidades para ofrecer sus espacios como centros de debate. La Facultad de Psicología de la Universidad de Huelva ha ofrecido sus instalaciones para las asambleas y algún que otro profesor ha participado en los debates de Democracia Real Ya. La Universidad Politécnica de Madrid ha organizado un taller denominado "Indignados por la precariedad en la ciudad". Democracia Real Ya Sevilla celebrará algunas asambleas en la Facultad de Comunicación y algunos miembros de la Universidad hacen algo más que apoyar a los manifestantes, proponiendo ideas como la llamada Democracia 4.0 (creación de un sistema de votación permanente a través de la red), el Wikiparlamento (una asamblea parlamentaria ciudadana desde la red) o la promoción de planes educativos de concienciación social a través de universidades y plataformas ciudadanas. Los alumnos de la Escuela Politécnica de la Universidad de Burgos apoyan activamente las manifestaciones de este colectivo. A esto se suma el Manifiesto de apoyo a las movilizaciones por la democracia que numerosos catedráticos de diferentes Universidades y los centros de investigación han secundado recientemente y en el que se echa de menos la presencia de la Universidad de Extremadura (para más información,
unicrisis@gmail.com).
El debate no solo se circunscribe al ámbito universitario; también numerosos periodistas han decidido comprometerse y apoyar la legítima vindicación de la ciudadanía por las plazas de España y del resto de Europa. Y un grupo aún reducido, pero alentador de intelectuales (Jose Luis Sampedro, Eduardo Galeano, Eduardo Punset,...) ha animado públicamente estas protestas por la democracia. Lo que en principio parecía a algunos una pataleta de ninis sin arte ni oficio, queda demostrado que se va dibujando como un fenómeno internacional creciente, de múltiples ramificaciones y cuyo futuro está aún por escribirse.
El movimiento Democracia Real Ya ha obligado a intelectuales, catedráticos y periodistas a repensar su relación con la realidad política. La clase media, hasta ahora conformista y complaciente, comienza a disentir y, por si fuera poco, construye en las ciudades de España campamentos donde se reproducen la estructura y el orden de una democracia participativa real, asamblearia, donde el poder se ejerce de manera horizontal; no solo un simulacro, un ejemplo vivo de lo que esperan sea el futuro de nuestra democracia: más comunicativa, donde el ciudadano pueda decidir los asuntos que le interesan, donde los políticos respondan a las demandas ciudadanas no solo bajo el yugo de las urnas y se arriesguen a poner al ciudadano por encima de la lógica implacable de los mercados.
El pueblo soberano de a pie da lecciones de democracia a políticos e intelectuales y les arenga a unirse a una causa que es de todos: atreverse a reamueblar nuestra democracia de honestidad, transparencia y compromiso social. Hasta ahora, el discurso predominante entre analistas e intelectuales se ha movido entre la corrección política y el clientelismo partidista, armado de un lenguaje oscuro y barroco, alejado de las necesidades de la calle. Más que servir de intermediarios entre el poder político y la ciudadanía, ésta los sentían como meros adláteres del status quo, meros cronistas del relato diario de la vida parlamentaria y de las oscuras excrecencias de su dialéctica. Es hora de que la Universidad, el Cuarto Poder y los intelectuales tomen apuntes, escuchen la hierba crecer a su alrededor.
Ramón Besonías Román