Pensando la ciencia ficción desde Colombia | Iván Rodrigo Mendizábal

Publicado el 18 diciembre 2018 por Iván Rodrigo Mendizábal @ivrodrigom

Por Iván Rodrigo Mendizábal

(Publicado originalmente en la revista digital internacional, Amazing Stories, Hillsboro, NH, el 24 de mayo de 2018)

Tapas de los dos tomos de la “Antología de la ciencia ficción colombiana” (2017) compilada por Rodrigo Bastidas.

La publicación en dos tomos de una antología de la ciencia ficción colombiana contemporánea trae un conjunto de cuentos y, además, un grupo de reflexiones de sus autores sobre la ciencia ficción como dispositivo para narrar el futuro. La Antología de ciencia ficción colombiana (Planeta, 2017) tiene dos tomos con los títulos: Relojes que no marcan la misma hora y Cronómetros para el fin de los tiempos. Su compilador es un estudioso de la ciencia ficción, Rodrigo Bastidas.

La Antología de ciencia ficción colombiana trae 22 cuentos organizados en 4 secciones sugerentes como “Cartografías de horizontes efímeros”, “Exploraciones en investigación orgánica”, “Circuitos psíquicos, ánimas maquínicas” y “Dispositivos nomológicos de eternidad”. Estos subtítulos de sección abren a la posibilidad de imaginar el tiempo de modo sinestésico: pues parecieran indicarnos que en la estructura de la máquina literaria de la ciencia ficción, se puede percibir la vida latinoamericana y colombiana desde lo sensible, desde los desbordes de la carne o del flujo de la sangre que se diluye hasta en terrenos virtuales, desde los colores de una diversidad de pieles que se imbrican con los dispositivos tecnológicos, etc. Tal imaginación del tiempo incluso se nos antoja intemporal, llegando a bordear el rostro de lo fantástico, con la variación que dicho rostro no es algo indecible, sino algo política y poéticamente perturbador. Bastidas, en su prólogo “Del invariable tic-tac, a los estallidos eléctricos del quark” incluso supera mi presunción, al apuntar la variación entre cronos y kairos que, en la lengua griega, el uno sugiere al tiempo real, material, y el otro, al tiempo espiritual; para él la literatura de ciencia ficción vendría a ser el del tiempo de la imaginación, en el mismo sentido que el tiempo espiritual, aquel que, según él, se asemeja incluso al tiempo de la eternidad. Un tono borgiano estaría en su afirmación, por lo demás lúcida, para hacernos entender que la clave de la Antología de ciencia ficción colombiana es sumergirnos a la figurada máquina del tiempo de la imaginación.

Los dos tomos, en tal sentido, ilustran ese tiempo de la imaginación. Es evidente que hacer una antología de cuentos contemporáneos colombianos es un reto más aún cuando muchos de sus autores o recién comienzan o ya están labrando en el terreno de la ciencia ficción colombiana con ciertos artefactos de letras. En otras palabras, Bastidas pretende contribuir a una cierta historia de la ciencia ficción de Colombia que él claramente identifica con tres momentos: a partir de tres novelas escritas a finales de la década de 1920 y parte de la década de 1930, que luego continúa con algunos esfuerzos en la mitad del siglo XX, hasta lo que llama la “consolidación”, desde inicios del siglo XXI, con una nueva camada de escritores, de hecho un puñado de escritores, a quienes Bastidas pretende insertar en el devenir de la historia.

La antología reúne, entonces, la obra de jóvenes escritores. A mi gusto resaltan el trabajo literario, inscrito en cuentos, de: Luis Carlos Barragán, “Eufóricos caminantes nocturnos”; Juan Diego Gómez, “El milagro de Barcelona”; Laura Rodríguez Leiva, “Sangre correr”; Luis Cermeño, “Rally Llanero”; Kroyna C. González, “Huitaca”; J.J. Junieles, “Y de pronto las estrellas”; Daniel Monje Abril, “El artista electrónico, una tecnofábula con moraleja”; Miguel Ángel Manrique, “Los huesos de Darwin”; y Andrés García Londoño, “La biblioteca del final del mundo”. Nótese que, entre los autores, hay mujeres, hecho que pone de relieve a la antología toda vez que la ciencia ficción latinoamericana y andina tiene poquísimas cultoras de la ciencia ficción.

Quisiera detenerme, sin embargo, en lo que, a mi parecer, constituye una valiosa contribución: la Antología de ciencia ficción colombiana presenta cada cuento con una breve biografía de sus autores y, al final, como apéndice de cada cual, una breve reflexión sobre lo que es la ciencia ficción como dispositivo literario. La contribución de los dos tomos es precisamente eso: recoge brevemente, en pocos párrafos, lo que cada escritor o escritora piensa lo que es la ciencia ficción para el caso colombiano.

¿En qué medida tales reflexiones son importantes? Jorge Luis Borges fue quizá el primer escritor latinoamericano que, aparte de explorar la ciencia ficción con una estética propia (pienso en Ficciones, 1944), quiso dar definiciones propias y ubicar el campo de la ciencia ficción desde la perspectiva del continente que habitamos. Es decir, quiso contribuir con reflexiones sobre la ciencia ficción siendo un escritor. Para la producción internacional esto casi es corriente y ha dado pie a que los estudiosos de la ciencia ficción intenten sistematizar tales reflexiones y elaborar teoría propia. Lo de Borges, si me permiten, fue gran un camino abierto para los estudios literarios latinoamericanos ya que, desde el oficio de escritor, este trataba de pensar la ciencia ficción a la par de intentar escribirla.

Bastidas, se nota, es un académico inquieto por dar la voz a quienes están empezando a escribir literatura, los cuales también parecen provenir de diferentes oficios y prácticas. Los cuentos son la prueba de que los jóvenes colombianos hacen ciencia ficción en diálogo con cuestiones de la actualidad (tecnologías, videojuegos, biociencias, simulaciones, etc.) pensándolas en tiempos futuros. Pero cuando leemos aserciones sobre lo que para cada uno de ellos es la ciencia ficción, encontramos una pequeña veta que falta explorar en Latinoamérica. Esto quiere decir, que, teniendo en cuenta a Borges, habría que investigar qué otros autores de ciencia ficción han reflexionado y publicado sus impresiones y sus teorías sobre la ciencia ficción. Sin duda existen, solo que aún no se ha visibilizado tal pensamiento.

Rodrigo Bastidas, el compilador de la “Antología de ciencia ficción colombiana” (2017).

Desde este punto de vista los dos tomos de Bastidas son especies de semilleros. Así, el citado Luis Carlos Barragán nos dice que la ciencia ficción tiene un carácter político, pues trata de “proponer realidades o advertir peligrosas realidades que podrían llegar a suceder”; para él tal literatura supone repensar o “reinterpretar el presente”, además de ser el medio para volver a identificarnos dentro de un mapa donde el tiempo-espacio es modelable. Similar posición tiene otro autor de la antología, Christian Romero: el carácter político de la ciencia ficción en ligazón con la imaginación de futuro, hace que extrememos en preguntas incluso filosóficas. En este sentido, para Andrea Salgado Cardona, la ciencia ficción es “reaccionaria”, no en el sentido peyorativo, sino en uno positivo en tanto se atreve, se adelanta, rompe con la sola fantasía, hasta que es retadora (ella sugiere, como ejemplo universal, la obra de Ray Bradbury, Fahrenheit 451 (1953)).

Respecto a lo que implica la ciencia ficción, eso que ya se dijo, la imaginación del futuro, por ejemplo, Carlos Ayala, otro de los antologados, señala que este tipo de literatura “es la visión única de lo hemos sido y seremos, todo al mismo tiempo, a la vista de observadores impasibles que saben bien sobre la inexistencia del tiempo o los adornos con los que tratamos de hacer menos insoportable ser y estar”. Tal afirmación sugiere la tensión subyacente en el seno de la ciencia ficción, eso que ya se sugirió: se idea el futuro con base en el presente, en la concienciación de que el tiempo es apenas una imaginación que es resaltada mediante la ficción de la literatura que nos importa. Eso que ya fuimos es inexorablemente el segundo previo a cualquier existencia, pero lo que seremos es algo todavía inquietante y, a la vez, como un sueño. Diana Catalina Hernández, en este sentido, nos dice en su parte de la antología, que la ciencia ficción es antes que todo, filosofía del ser humano pensado en tiempo futuro, en lo podría ser. Siguiendo esta línea, Juan Ignacio Muñoz Zapata intuye y llama a la ciencia ficción como una “modalidad de pensamiento”; aserción interesante y quizá la más acertada que abre un horizonte nuevo a este tipo de literatura; como tal no es solo ficción, sino campo de reflexión sobre la realidad, reflexión que está en constante cuestionamiento, siendo su objeto no solo la tecnología, sino sobre todo los que la usan, pero en sentido invertido, aquellos que la usan para que otros la aprovechen para su beneficio. Habría que complementar tal idea con otra de Carolina Durán Negrete para quien la ciencia ficción siempre está delante de la realidad, es decir, piensa tal realidad como alternativa. El tema del pensamiento, por lo tanto, es la tensión constate entre el acontecimiento, entre su consecuencia y lo que debería ser. De ahí que Andrés García Londoño señale que, a sabiendas que la ciencia ficción podría ser una modalidad de pensamiento, es el medio para poder comprender mejor la realidad y, desde ahí, tomar una posición. ¡Qué mejor manera de la ciencia ficción ser el dispositivo que, gracias a que nos permite ver desde un distanciamiento, desde un extrañamiento el acontecimiento, nos lleve, por fin, a tener más certezas e idear más posibilidades!

Antología de ciencia ficción colombiana, según lo dicho, va más allá de la concepción de antología: se constituye en un pequeño manual de nuevos escritores, de pensadores del futuro, sobre sus certezas y sus reposicionamientos dentro del campo de la ciencia ficción.